26. La segunda decepción

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Unas manos agarraron mis brazos y con suavidad, consiguieron despertarme

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Unas manos agarraron mis brazos y con suavidad, consiguieron despertarme. Cuando abrí los ojos, vi a Claudette demasiado cerca de mi rostro y la preocupación que crecía en su interior fue fácil de percibir.

-¿Ocurre algo? - pregunté, aún desconcentrada por la situación en sí.

-Nada y todo al mismo tiempo.

La miré sin entender apenas una palabra de las que habían salido de su boca y me incorporé quizás con demasiada rapidez, haciendo que me mareara tan solo un poco. Me llevé mi mano a la frente mientras apretaba los ojos con fuerza y dejé escapar un suspiro, esperando que consiguiera recomponerme con rapidez.

-¿Podrías ser más específica? - le rogué con una mirada implorante mientras ella me miraba divertida, aunque parecía intentar que la seriedad volviera a su rostro.

-Se supone que esta mañana debemos de hablar con mi tía...

No añadió nada más por lo que me apresuré en responder.

-Correcto.

-No he podido dormir demasiado esta noche, por la preocupación... Intenté calmar a Martha, asegurándole que mi tía lo arreglaría todo y nada malo ocurriría, ¿y si me equivoco?

Claudette se preocupaba lo justo por sus amigos o quizás demasiado. Incluso a veces se olvidaba de ella misma y de sus problemas, cosa que conseguía enfurecerme.

Sin embargo, en aquella ocasión la miré con lástima al llegar a la conclusión de que verdaderamente lo estaba pasando mal y tan solo la podía aliviar con palabras y poco más.

Todo lo que le seguiría a aquella mañana era imposible de saber y me aterrorizaba el hecho de pensar que el futuro de Martha dependía de una vieja mujer llena de amargura.

«Confía en Claudette... Puede que ella tenga razón y su tía sea en verdad una mujer bondadosa...»

-Quizás te equivoques. Quizás no. La verdad es que ni tú ni yo lo sabes, por lo que no podemos hacer nada. Aún así, te aseguro aquí mismo que no nos rendiremos. Martha no se irá de esta casa, nos encargaremos de ello.

Mis palabras la calmaron considerablemente y me sentí un tanto más animada al haber cumplido mi propósito.

Pero ello no quitaba mis nervios que incrementaban con cada segundo que pasaba.

Temía por la seguridad de Martha y la rosa que aún no había florecido y guardaba en el interior de su cuerpo.

Quizás estábamos exagerando y todo iría sobre ruedas, pero preferí no contemplar ninguna de las dos opuestas posibilidades y centrarme en bajar las escaleras con la mano fuertemente agarrada por Claudette.

Martha nos esperaba al pie de la escalera y nada más que la vimos, nos distanciamos para no levantar sospechas.

-Buenas días, señorita White. Señorita Amery. - añadió más tarde, haciéndome pensar que por unos segundos se había olvidado de mi presencia.

Miel de una mujer ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora