Las noches eran la peor parte. Escuchaba a Claudette gritar en la habitación contigua y me debatía en si ir a ayudarla. Estaba al corriente de que tan solo eran pesadillas, pero no podía evitar preguntarme a qué se debían. Claudette escondía algo y estaba convencida de que iba a averiguar el qué, pero por más que lo intentaba, nunca mencionaba nada sobre su vida allí en la casa. Era demasiado reservada lo cual hacía que me sintiera aún más interesada.
A la mañana siguiente, me desperté con una inusual emoción. No logré comprender la razón de mi felicidad aunque la acepté de buena gana. De vez en cuando, no estaba mal sonreír, ¿verdad?
-¡Buenos días!- grité mientras bajaba las escaleras.
-Alguien se despierta muy alegre...- murmuró Claudette.
Estaba sentada tomando su desayuno y enseguida me uní a ella.
-Y alguien se despierta muy gruñona.- le respondí con una sonrisa triunfal.
Claudette decidió ignorar completamente mi comentario, aunque vi perfectamente como rodó sus ojos.
Posé mi mirada en su plato y vi con incredulidad como ya no le quedaba apenas comida que ingerir.
-¿Qué haces comiendo tan deprisa?- le pregunté temiendo una respuesta hosca por su parte.
-Eso mismo me preguntaba yo... ¿Acaso tienes un lugar importante donde debes... complacer a los demás con tu presencia?- quiso saber su tía.
Si soy sincera, no había reparado en la presencia de Emily hasta en esos momentos. Mis ojos estaban sobre Claudette, concretamente en sus labios...
-No, tan solo debo complacer a una persona.- dijo ella, haciendo énfasis sobre la palabra "una" indicando que no hablaba en plural.
En mi mente se creó el peor escenario. Cogí la cuchara con fuerza, deseando que no ocurriera...
-¿A qué lo adivino? Rudy...- murmuré entre dientes.
Ni siquiera yo comprendía la razón de mi odio hacia él, pero existía y debía centrarme en eso. No confiaba en Rudy...
O quizás le tuviera celos. Pero en ese caso, ¿qué tenía ese chico que yo no podía conseguir?
Claudette sonrió y me sentí de alguna forma orgullosa de mi misma por haber dicho algo que le hiciera gracia. Cada vez que ella sonreía eran unos instantes sagrados para mi. Claudette parecía tan miserable que cuando mostraba un poco de felicidad no podía evitar alegrarme.
-Te equivocas esta vez. Debo irme...
¿Conociste a alguien importante en el baile?- inquirió Emily.
«Por favor no... Por favor no...»
-Conocí a personas aburridas por lo general.- le respondió a su tía.
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Miel de una mujer ✓
Ficción históricaEl invierno de 1850 fue uno de los más crudos para la joven Claudette. Su madre, víctima de una grave enfermedad se rindió ante la muerte y la Tía Emily accedió a darle cobijo en su casa. Claudette empieza a reconstruir su vida en casa de su tía, pe...