XVIII

141 21 10
                                    

Escuché cuando llegó a casa... escuché cuando subió por aquellas desgastadas escaleras y botó sus zapatos fuera de la habitación.

Escuché cuando solo se acostó junto a mi cuerpo débil e ignoro todo como si nada hubiese sucedido...

Algunas lágrimas habían botado de mis ojos bajo el intenso silencio que ensordecía mis oídos, pero no tenía las fuerzas para hablar de nada. No me correspondía a mi ser quien hablara.

Así pasó toda la noche, mis ojos simplemente no podían cerrarse pensando mil veces en los posibles escenarios que pudieron suceder si tan solo Frederic no hubiese sido tan egoísta conmigo.

Quizá pudimos habernos besado, o quizá simplemente pudo haberme abrazado como aquel primer día que abrí los ojos en la cama del hospital... sus ojos se veían tan llenos de alegría, que pude sentirme a salvo y en casa.

Sin embargo, mi cerebro me jugaba sucio pasando imágenes de los ojos avellana de Liam una y otra vez... por más que intentaba enterrar todo eso dentro de mi pecho como si nunca hubiese pasado, ahora era un recuerdo vivo dentro de mi corazón que me era imposible borrar.

Pobre imbecil enamorado de un efímero momento de calidez humana.

No sentí exactamente cuando cerré los ojos, pero el sonido de mi alarma me indicó que era hora de volver a mi realidad.

El reflejo de mi rostro hinchado en el pequeño espejo de mi mesa de noche me provocaba asco...jamás me había visto tan deshecho como ahora.

Sin embargo no tenía tiempo para deprimirme, debía solucionar mis problemas emocionales o no dejaría de martirizarme con ello...no podría olvidar a Liam.

No podría hacer lo correcto.

A regañadientes me levanto de la cama y camino hasta los cajones de ropa para tomar un bonito conjunto de ropa deportiva. Era rojo totalmente y me gustaba la comodidad que me daba al ser una talla más grande.

Más tarde, después de lavarme los dientes, bajo a la cocina dispuesto a disfrutar de una taza de té. Parecía magia pura como el simple olor de la lavanda podía hacer que La Paz volviera a mi cuerpo.

Pronto mis ojos se cruzan con un papel doblado sobre el frío mármol de la barra...

Trago saliva con dificultad y la tomo entre mis manos. Decía mi nombre por el frente con esa caligrafía tan conocida pra mi.

De a poco comienzo a desdoblarla y suspiro antes de comenzar a leerla.

"Lamento mucho lo que hice ayer, pero se que entenderás pronto... gracias por las tartas, están deliciosas.

Te quiero, Leo"

Sus palabras se clavaban como dagas sobre mi corazón al mismo tiempo que mi alma lo sentía como una fría y putrefacta caricia. ¿Es que en realidad me quería?

En una acción masoquista, sonrío ante esa nota y la guardo en mi bolso...

No pensaría en eso ahora o realmente me largaría a llorar de nuevo por no saber que hacer, prefería salir de aquí directo a donde estuviese Sandra y me pudiera dar un enorme abrazo.

Tomo mi teléfono de la mesa y marco dos teclas para llamar a la pelirroja.

-Hola- dice a los dos timbrazos

-Hola... perdona que llame- digo en un hilo de voz

-Esta bien, no te disculpes- contesta suavemente- ¿todo bien? ¿Qué pasó ayer?

In Your Eyes / Z.P Donde viven las historias. Descúbrelo ahora