Cap. 15: Desconocidos

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Los jóvenes soldados franceses tras lo sucedido, decidieron acompañar a las muchachas a hasta su casa, Dumont apenado se disculpó repetidas veces con Clarisse, la cual no le dio mucha importancia al asunto. Clarisse era una jinete con cierto grado de experiencia, no sería la primera ni última vez que ocurriese un contratiempo como tal. Su padre le enseñó que no importaba el número de caídas, siempre y cuando mantuviera la cabeza en alto y se levantara porque cada caída, te hacía más fuerte y más sabio.

—Os acompañaré hasta vuestro hogar, señorita Rossmore. Me gustaría saludar a vuestro padre, si es posible. — preguntó amablemente Le Roy.

Ambos se alejaron a pie hasta llegar a la finca Rossmore.

—Mi padre os guarda una gran estima.—sonrió la joven.

—Vuestro padre es un buen hombre, lo conozco desde que tengo memoria.

—Ah...Sin embargo es la primera vez que os veo señor Le Roy.

—Eso es muy cierto, vuestro padre me recomendó tomar mis estudios de contabilidad en Francia, aunque más tarde me integré en la milicia por voluntad propia, durante el imperio de Napoleón III.

—Es curioso, mi padre no me había hablado de vos, es decir, lo digo por los años que os conocéis...

—El señor Rossmore puede ser a veces un hombre reservado. —sonrió a Clarisse.

—Puede ser...—mantuvo la mirada en el suelo dubitativa.

—Sabéis, aprecio mucho a vuestro padre porque con la ausencia de mis progenitores se ocupó de mí.

—¿Acaso vos...?—levantó la cabeza con sorpresa.

—Vuestro padre me bautizó, se encargó de mi educación tras la muerte de mis padres.

—¡Oh, lo siento! Y-yo...

—Es normal, no podíais saberlo...—miraba a la muchacha con benevolencia.

—¿Cómo ha estado el paseo?—se aproximó Patrick a los jóvenes.

—Es un placer verle señor Rossmore.

—Lo mismo digo joven.

—Clarisse, ¿por qué está tu vestido rasgado?

—¡Eh...Unas ramas! ¡Voy de inmediato a cambiarme!—entró rápidamente a la casa como si la vida le fuera en ello.

Ambos no pudieron evitar sonreír ante la actitud de esta.

—¿Cuánto tiempo os quedareis en Boston?—adoptó un porte serano al realizar la pregunta al soldado.

—El suficiente como para poder vender la propiedad de mi madre, con mis estudios en Francia no había tenido tiempo de ocuparme de ello.

—¿Os urge vender la vivienda?

—No es un tema de extrema urgencia, pero tengo pensado instalarme definitivamente en Burdeos, estaba interesado en adquirir una casa en la ciudad.

—¿Ya no os interesa Toulouse?

—No, tras terminar la misión en Prusia, decidí cambiar de aires, creo que es la mejor decisión. Un lugar nuevo para empezar una nueva vida, aunque en algún momento pensé en mudarme a Marsella, mis padres procedían Marsella y me gustaría visitarla en el futuro.

—Vuestro tío, Don Pierre entristecerá si os marcháis.

—¡Oh, no!—río el muchacho—Él está muy ocupado con la vida religiosa, nunca he conocido alguien más devoto a su parroquia y feligreses como él.

—Me alegro por vuestro tío entonces... ¿No os gustaría cenar con nosotros esta noche?

—Aceptaría encantando si no fuera porque ya he prometido a mis camaradas cenar con ellos. Hay una taberna en Boston, su cerveza es popular, tengo entendido. Podría venir un día a tomar algo.

—Sí, debería aceptar vuestra invitación, así me contáis más de vuestra travesía en el ejército y de cómo os ha ido estos años.

—Hacedme saber cuándo estéis disponible entonces.

                                                            ***

Habían pasado unas semanas tras la llegada de la embarcación francesa a puerto bostoniano. Era increíble la cantidad de personas de diferentes naciones que llegaban de lejos y convivían en la ciudad, en ella se mezclaban diferentes culturas y hallaban la armonía que antaño parecía imposible, la ciudad no estaba exenta de prejuicios, pero tampoco de tolerancia y respeto.

—¿Dónde estará tu padre?—preguntó con un tono inquisitivo a su hija,Clarise.

—Escuché que os comentó que saldría a almorzar con el señor Le Roy...

—¿De verdad? No recuerdo haber escuchado tal declaración...—alzó una ceja—¿Con ese soldadito francés...?—rechinó sus dientes.

—¿Le conocéis,madre?

—¿Por qué debería hacerlo?—miró de arriba a la muchacha—Naturalmente conozco todos los allegados a tu padre.

—Está bien.

—¿Por qué el interés de repente, jovencita?

—No es nada, cuando padre y yo almorzamos fuera compartimos un poco con el sargento Le Roy...

—¡Oh!—alzó la vista al cielo con hastío—Tu padre siempre ha tenido debilidad de mostrar caridad a los desamparados, bautizó a ese huérfano francés...

—Madre, ¿podríais ser más sutil con vuestras palabras...?

—¿Por qué? ¿A caso hay alguien más aquí a parte de ti y de mí? A demás, es la verdad, es un bastardo nacido fuera del matrimonio recogido por su tío, un sacerdote.

—No, no hay nadie más aparte de nosotras dos. No entiendo vuestro desprecio injustificado por una persona que a penas conocéis.

—Ni tienes tampoco por qué entenderlo, si tu padre quiere mantener contacto con el francés allá él, en cuanto a ti espero que te mantengas alejada.

—A penas le conozco madre, pero no parece mala persona.

—Mejor así que no lo conozcas más allá de vista, no quiero que te juntes con gente de baja alcurnia, ¿entendido? Eso dañaría tu reputación.... ¡Y no se hable más del tema!

Continúa...


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