Cap.20: La confesión del soldado

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Las muchachas reían a carcajadas antes las ocurrencias de Eileen que repentinamente se detuvo al divisar la figura del joven con el que habían tenido un encuentro antes.

—¿Ese no es el hombre misterioso con el que nos encontramos en el jardín?—se acercó para observarle.

—¿A qué prestan atención tan tenazmente vuestros ojos?—murmuró una voz conocida.

—¡Santo cielo señor Dumont!—Eileen se llevó la mano al pecho—Me habéis dado un susto de muerte.

—En Francia, decimos que cuando esto sucede, es que la conciencia no está en paz...—río el teniente.—Buenas tardes, señorita Rossmore.

—Buenas tardes teniente Dumont.—la joven desvió su mirada hasta la silueta que venía detrás del teniente, y rápidamente recuperó la postura irguiendo su espalda ligeramente—Buenas tarde señor Le Roy.

—Buenas tardes mademoiselle .—se acercó el joven.

—¡Señor Le Roy, es un placer verle!—realizó una reverencia Eileen.—¿Disfrutáis de vuestra estancia en Boston?

—Así es, Mademoiselle Murphy. Jean Paul y yo no habíamos planteado quedarnos más tiempo, hasta tramitar la venta de una propiedad.

—¿Una propiedad?—se extrañó esta.

—En efecto, pertenecía a mi familia pero como no vivo en Boston pensé que lo mejor sería venderla, aún no he encontrado un comprador.

—Seguro que encontraréis pronto uno, no es difícil vender aquí puesto que siempre hay un flujo continuo de personas que vienen a vivir.

—Ya veremos...

—¿Y cómo os conocisteis el señor Dumont y vos? —Eileen desvío la mirada hasta el teniente.

—Eso es una historia larga de contar...—carraspeó la garganta algo incómodo Dumont.—En una misión en México...

—Ah...—Eileen desvió la mirada algo incomoda, temiendo haber preguntado algo fuera de lugar.

—Parece que el ambiente está algo animado dentro, ¿deberíamos bailar? —extendió su mano el teniente.

—De acuerdo...—respondió algo nerviosa Eileen y se alejó junto con este.

—¿Deberíamos entrar también— preguntó Clarisse a Le Roy.

—La verdad es que prefiero estar un poco más fuera.—dirigió su mirar al cielo—Me gusta observar la luna cuando está llena. ¿Es inspiradora no creéis?

—Lo es.—miró Clarisse al estrellado cielo.

—¿Hay algún sitio que no sean estos escalones para sentarse?

—Sí, dentro del jardín que hay allí. —señaló con sus dedos el lugar.

—Gracias, ¿gustáis en acompañarme?

La muchacha asintió con la cabeza y se dirigió con Victor al jardín, ambos se sentaron en un banco de hierro.

—Vuestro padre parece disfrutar mucho de la fiesta.

—Así es, aunque lo niegue se nota bastante que disfruta de los cumpleaños, es un hombre social mi padre.

—Siempre lo he pensado, vuestro padre no es como los nobles que he conocido, él no ve al mundo por debajo de sus hombros.

—Así es...—miró al muchacho y le devolvió una sonrisa discreta—Entonces planeáis quedaros hasta vender la propiedad de vuestra madre.

—Eso creo...

—Parecéis dudar.

—No sé cuanto tiempo esté en Boston, o más bien de cuánto preciso para vender la casa, puede que tenga que regresar a Francia para la condecoración. He sido ascendido a suboficial, tendré que presentarme cuando lo requieran, pero antes quería dejar zanjado el asunto en Boston. Con el dinero que obtuviera quería comprar una pequeña propiedad en Burdeos.

—Ya veo...—se mostró un poco decepcionada al escuchar sus palabras—Supongo que tendréis familia allí.

—No, mi deseo de mudarme es para alejarme un poco del pasado, Toulouse me recuerda a la guerra...

—Os irá bien seguramente, os deseo mucha suerte señor Le Roy.

—No hablemos más de mí, ¿qué me decís de vos? ¿Os gusta vuestra vida en Boston?

—He de reconocer que sí, en parte me recuerda a Irlanda. En Londres la vida era muy ajetreada, Boston es más tranquilo.

—Así que no echáis en falta Londres.

—En lo absoluto, me encantami vida en Boston. Ya me he hecho a ella.

—Es curioso...—sonrió el joven—La primera vez que os vi, no parecíais una persona muy abierta.

—¿Por qué lo decís?—alzó la vista algo curiosa.

—Parecíais ajena a lo que os rodeaba.

—¿Lo decís por mi estatus?—cuestionó extrañada.

—No, lo decía porque nunca había conocido a alguien como vos, tan cautivadora.

—¿Cautivadora?—la joven miro fijamente al suboficial y le devolvió una mirada llena de intriga.

—Así es, hace tiempo que os he estado observando, debo reconocer que me intrigáis.

—No os entiendo...Me desconcertáis.—desvió la mirada.

—Siento que mis palabras no sean tan claras señorita Rossmore, no soy bueno expresándome pero creedme cuando os digo que desde hace un tiempo me siento atraído por vos, espero que mis palabras no os causen molestia alguna.

—Yo... ¿Os atraigo? —con una voz temblorosa miró fijamente a Victor—Pero creía que a vos...

—No dudéis de mis palabras por favor, me sentí cautivado por vos desde el primer día que os vi entrar a la oficina de vuestro padre, jamás habían visto mis ojos criatura más hermosa que la que se encontraba ante mí. Señorita Rossmore, mis intenciones para con vos son sinceras, no tenéis que contestarme solo quiero que lo sepáis, pero si vos también os sentís de la misma forma os pido también que me hagáis saber.

—Yo...—inconscientemente sus manos se movieron y acariciaron un mechón de pelo que caía por sus ojos, la joven podía escuchar como latía claramente su corazón que parecía querer salir de su pecho. El joven se agachó de cuclillas delante de Clarisse, tomó sus manos y posó un delicioso beso en ellas, al contacto se sentía tan cálido y tan plácido como el calor emitido por una chimenea en invierno.

—Me he quedado prendado de vos, mi lady.—respondió este.

Continúa...

Jardín de cenizasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora