Cap. 28: Pasión y deseo

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Ambos tomaron el colchón y lo arrastraron hasta el salón colocándolo algo apartado de la chimenea, Clarisse lo dejó caer de golpe sintiendo como se iban todas las fuerzas de su cuerpo

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Ambos tomaron el colchón y lo arrastraron hasta el salón colocándolo algo apartado de la chimenea, Clarisse lo dejó caer de golpe sintiendo como se iban todas las fuerzas de su cuerpo.

—¡No sabía que podía ser tan pesado!—se dejó caer de rodillas en el suelo—¿De qué están hechos?

—Tal vez piedras...—le devolvió una sonrisa cómplice a la joven y ambos se echaron a reír.—Bien, ahora es hora de que descanses. —rodeó a la muchacha con una manta—En cuanto amanezca te despertaré para llevarte a la finca, ¿entendido?

—De acuerdo.—respondió esta.

Antes de tumbarse en un sillón, besó la frente de la joven.

—¡Victor...!—tomó su mano—Gracias por estar siempre a mi lado, si no hubieras estado conmigo en este momento puede que hubiera cometido una locura...

—Risse, siempre estaré a tu lado, no lo pongas en duda, ¿qué es lo que te atormenta tanto?

—Las acciones de mi madre...

—¿Por qué dices eso...? —preguntó con preocupación.

—Porque aunque me duela reconocerlo, mi madre solo utiliza a las personas a su conveniencia. Yo...siempre he estado observándola desde las sombras, siempre callada sin decir nada para no enfrentarme a ella, por miedo. Incluso yo... a veces siento que me detesta.

—Clarisse...

—No, sé que puede sonar exagerado, pero ella en verdad no siente el más mínimo afecto.

—¿Por qué razón no lo haría? Eres su hija.

—Por ser mujer...—se sentó desolada en el colchón—De niña no lo entendía, hasta que escuché su historia, la historia de los Capelle. Mi madre siempre ha visto a todo el mundo por encima del hombro...Una noche que mi padre y mi tía no estaban, me quedé a solas con ella. Cogió una botella de ginebra, ¡jamás la había visto tomar antes!—empezó a pellizcar nerviosa la tela de sus mangas—Gritaba enfurecida maldiciendo su desgracia, ¡nunca debió casarme mi abuelo con un Rossmore! ¡Soy una Capelle, hija de un conde! La escuché gritar. Ella siguió tomando, ¡yo no sabía qué le ocurría! O porqué razón se comportaba de aquella forma, parecía que había enloquecido... Después supe que en aquella época, nuestro primo acababa de ser reconocido como el único heredero de su abuelo. Mi madre notó mi presencia en la sala y lanzó la copa por los aires, ¡creí que iba a acabar conmigo...!—su voz se quebrajó y con gran pesar alzó las manos para tapar su rostro.

Victor la rodeó con sus brazos para consolarla.

—Era la primera vez que mi madre me ponía la mano encima, y solo fue para zarandearme, ¡me gritaba que era mi culpa! Me dijo que no soportaba mi presencia, yo salí corriendo de la habitación, horrorizada...Y por fin comprendí que mi madre me culpaba por no haber sido quien ella esperaba, un heredero varón que tomara el lugar que su padre y hermano nunca pudieron tomar, convertirse en el Conde de Essex.

—¡Eso es demasiado Clarisse! ¡¡Ella no puede culparte por lo ocurrido en su familia, es una crueldad con su propia hija!! ¿le has dicho de esto alguna vez a tu padre?

—¡No! ¡jamás! ¡No puedo hacer eso!mi padre sufriría...

—¡Pero tienes que hacer algo, si no actúas no podrás ponerle un alto!

—Victor, si hago eso entonces estará verdaderamente en mi contra. Ella siempre se sale con la suya, como aquella vez que...—guardó súbitamente silencio.

—¿Aquella vez que?

—No...—dijo inquieta, pero ante la mirada inquisitiva de éste continuó hablando—Dorian Blakesley-Capelle estuvo en Boston años atrás, en la fiesta de compromiso de Brooke y James Miller. Mi madre se mostró muy insistente cuando nos conocimos. Una noche entró en mi cuarto y me sugirió que... le sedujera, y entendí sus intenciones. —desvió la mirada incomoda.

—¿E-ella hizo eso...?—por primera vez el joven sintió como la sangre caliente como una olla con agua hirviendo le subía a la cabeza y su rostro mostró una ira que antes era desconocida para ella, apretó sus puños.

—Yo estaba muy avergonzada por lo que me había dicho mi madre y me sentía insegura en...—rápidamente se detuvo en seco al notar que había hablado demás.

—¿Insegura? ¿A caso a ti...?

—¡No...! ¡Bueno sí! Yo...yo estuve enamorada del conde.

—Ya veo...—se alejó de esta—¿Y...aún le quieres?

—¡Claro que no!—se puso en pie—El conde no representa nada en mi vida, menos después de lo que nos contasteis en la cantina. Él desapareció un buen día, sin dar explicaciones y jamás volví a saber nada de él. Nunca ocurrió nada entre nosotros, debes creerme Victor. Después que te conocí comprendí que lo que había sentido por el conde no había sido más que atracción, tal vez admiración pero jamás se compara a lo que siento por ti.

—¿Y qué es lo que sientes por mí?—preguntó temeroso.

—¿Todavía lo preguntas?—se acercó a éste y acarició su rostro—Te amo.

Ella siguió acariciando su rostro y él besó con fuerzas sus manos. Tal vez fuera aquel momento de complicidad lo que hiciera que sus labios se unieran nuevamente para fundirse en uno solo, o tal vez se trataba por el calor que desprendían sus cuerpos al entrar en contacto el uno con el otro.Ninguno podía detener el momento, porque aquel beso se había convertido en una ola de pasión que los invitaba a continuar, que los llevaba a descubrirse poco a poco. Ella desabrochó los botones de aquella camisa color crema, y sus manos bajaron hasta descubrirla por completo, no pudo evitar quedarse prendada al observar aquel torso que le recordaba a aquella hermosa estatua del cuerpo de Apolo que se exhibían en los museos de arte, perfecto como el cuerpo de un dios griego. Ella detuvo sus manos en su pecho, que fueron atrapadas por las de él, y la acercó una vez más para besarla. Se observaron con una pasión tan ardiente, que sentía que le quemaba por dentro. 

Su mano se levantó hasta la altura del pecho de ella, y desató aquella cuerda que mantenía su vestido unido. Bajó hasta la altura de su ombligo y le quitó aquella prenda, dejándola caer al suelo.Clarisse agachó su vista apenada, se acaba de percatar de la situación pero él tomó su rostro para abrazarla, y besar su cuello, y sus pechos. Poco a poco se dejaron caer en la cama, él antes de unirse a ella, se quitó las últimas prendas que le quedaban. Se acercó para besar dulcemente sus piernas mientras deslizaba su falda. Ambos observaron una vez más sus desnudos cuerpos antes de fundirse en el abrazo que los uniría en una sola persona, ella escuchó por última vez su respiración, era más intensa y su corazón se aceleraba con cada beso y cada roce de sus cuerpos, cada vez que él entraba en ella y alcanzaba dolorosa pero plácidamente su interior, jamás había sentido nada igual...

Aquella gélida noche de verano los amantes consumieron su amor por primera vez, y ambos se amaron hasta que se apagó la última llama que consumía la leña.

Continúa...

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⏰ Última actualización: Feb 04, 2021 ⏰

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