Era una tarde calurosa de mayo de 1869 en un pequeño municipio de Boston, los chiquillos correteaban por todas las calles eufóricos como si de la fiesta de San Patricio se tratase, gritaban a pleno pulmón conmocionados:
— ¡Han llegado, los soldados han llegado!
Nada parecía calmar a la muchedumbre que se reunía en las calles y parloteaba como si la vida le fuera en ello, el motivo no era otro que el recibimiento de la familia del nuevo alcalde; la señora Rossmore había llegado de Inglaterra para instalarse a las afueras de un humilde y recién fundado poblado anexado a Boston, cerca de Brookline. El bullicio que la acosaba le parecía una actitud de mal gusto por parte de los ciudadanos, aunque ante tal molesta situación no podía negar que ser el punto de mira en tal alborotado día, le causaba gran placer.
—Hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir... — decía en un gesto soberbio. Sus ojos eran expresivos y con una sola mirada lo decía, estaba acostumbrada a que la complacieran en todo. Las personas de su alrededor no tardaban en aplaudir cualquier comentario; una mujer consciente de que no era del agrado de todo el mundo, pero no era de su incumbencia. Sabía el lugar que le correspondía a ella como esposa de Lord Rossmore, barón de Irlanda.
Innegablemente bella ante los ojos de muchos, sus ojos aceitunados se mostraban altaneros, podían hacer que con una abrir y cerrar de ojos todo Boston temblara. Su grado de ser complacida era tan elevado, que hizo encargar quinientas pastillas de jabón de jazmín y melisa antes de instalarse en el pueblo advirtiendo, que si estas no llegaban antes que ella, retrasaría su viaje.
—No permitiré que tan húmedo clima arruine mi hermoso atezado cabello, una melena tan delicada como la mía requiere de las mejores hierbas.—replicaba.
Su marido se esmeraba por complacerla en todo, sabía que su esposa Eloise no pasaba desapercibida. Su esbeltez y hermoso rostro habían hecho de ella una de las mujeres más codiciadas de Essex, no eran pocos los que habían pedido su mano. Ella era veinte años más joven que él y en cierto modo se sentía su protector, consciente de que la consentía demasiado y a veces, se cuestionaba si también tenía a su esposa por hija, la amaba, pero no tanto como a la hija que le había dado: Clarisse, ella era el centro de atracción de su universo, como una pequeña estrella radiante de dulzura, ante sus ojos; tan hermosos como dos pequeñas perlas de color avellana en las que la pureza de su alma se reflejaba y que, desde hacía 17 años daban luz y vida donde quiera que alumbraban.
***
Las criadas se esmeraban en preparar la mesa y la pieza de los señores, en la cocina la ama de llaves Jocelyn verificaba que todo estuviera listo para la cena.
—Desde hace tiempo que esperamos impaciente a la señora, todo ha de estar perfecto. —se acariciaba la frente y observaba minuciosa el menú que había preparado la cocinera.
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Jardín de cenizas
RomanceLa acomodada familia Rossmore llega a Boston en el año 1869, para instalarse en una gran finca a las afueras de la ciudad. Clarisse dejará atrás su tierra y se aventurará en un camino tortuoso lleno de traiciones, ambición y muerte pero también con...