El cielo empezó a iluminarse allá lejos en el horizonte donde solo Dios sabe, empezó a asomar el sol sonriente y se sentó en su trono para iluminar su reino por doquier. Sus súbditos anunciaban su llegada entonando una melodía de la que solo ellos eran conocedores de la letra, los ciudadanos ignoraban de los versos, pero eran conscientes de lo que aquel canto significaba y apresurados, se despertaban para cumplir con sus obligaciones.
—¡Clarisse, Clarisse! —se escuchaba una voz aguda insistente recorrerlos pasillos— ¿Dónde se ha metido ahora esta niña?
—Señora Rossmore...—le sorprendió, una voz y una cara nueva bajando las escaleras— Seguro una criada. — se dijo.
—¿Habéis visto a mi atolondrada hija? Estoy buscando a esa muchachita desde esta mañana. —se llevó una mano al talle y la otra a la cabeza al tiempo que suspiraba en un gesto de exasperación.
—He visto a la joven ama esta mañana salir con paso ligero tras la puerta principal, juzgo mi señora que por su atuendo iría a algún lugar respetable y cercano.
—¿Algún lugar ''respetable''? ¿sabéis lo que se puede interpre...? —miraba de reojo a la muchacha por la torpeza desmesurada mostrada en sus palabras.
—Oh no, mi señora disculpad, lo decía porque no ha pedido ninguno de los carros... suponía que si iba a pie, sería porque no se desplazaría lejos. ¿La casa de los vecinos, tal vez? Escuché anoche la propuesta del señor...—mostraba la muchacha un tono de voz nervioso y apenado por la insistencia de su señora.
—Oh, ya veo...tenemos una empleada muy perspicaz. —denotaba con sarcasmo mientras elevaba los ojos al cielo.
—Yo...—mirábale afligida la muchacha.
—Sí, continúa con tus labores...—le contestó de manera tajante y fría como si hubiera entablado conversación con un ser insignificante— ¿Será que todas las personas de este pueblo son tan extrañas? —se preguntaba una y otra vez Eloise.
No sabía que pasaría por la cabeza de su marido para elegir semejante lugar, tal vez su condición de irlandés no le dejaba avanzar. Nunca comprendió la actitud de estos, tampoco quería hacerlo, pero tuvo que casarse con uno... Tenía que hacerlo. Su hermano mayor, futuro conde y heredero de los títulos de su abuelo, había muerto a causa de gripe española. El título nobiliario pasó a manos de un primo lejano y a pesar de estar ella en línea directa, era mujer y sin más remedio tuvo que desposar a un hombre que no amaba y que nunca amó pero al cual se había acostumbrado y complacía en todo. Era importante asegurar su situación socioeconómica, pero ¿por qué su marido no eligió otro lugar para vivir? Aquel era un poblado aburrido, recién fundado y también minúsculo, lo que haría su vida aún más monótona, estaba lleno de una sociedad basta y ordinaria. A veces su marido era tan impredecible, ¿no se daba cuenta que la vida rural y austera no estaba hecha para ella...?
Si Clarisse se casara con un noble inglés... ¡Tal vez podría ir a vivir un tiempo con ellos! Sin lugar a dudas iría a las reuniones que acostumbraba a ir cuando a su marido le quedaba un aliento de vida y juventud en el alma, ¡tomar aperitivos y jugar al póquer como lo hacía con Edmund, su hermano!
—Buenos tiempos eran...—se le escaparon aquellaspalabras de su boca en un suspiro y momento de frenesí involuntario.
Eloise puso fin a la búsqueda de su extraviada hija, y como una buena patrona se dispuso a recorrer la gran finca y a observar minuciosamente para comprobar que todo estaba en orden. Finalmente se detuvo en el despacho de su marido.
—Querido, es hora del té.
—Dame un minuto Eloise.
—Os noto muy ensimismado...
—Solo trato de corregir algunas irregularidades que se han dado en el cálculo de la renta anual (...) para que el municipio progrese es necesario mano dura; también justa.
—Comprendo, ¿habéis visto a Clarisse? No veo a la niña desde ayer.
—No hay de qué preocuparse esposa, Clarisse se encuentra en casa de un buen amigo mío. Sir Rodrick ha invitado a la muchacha a un refrigerio, es bueno que se distraiga y socialice con las muchachas de su edad.
—Iré a preparar el té, os espero.—se marchó dubitativa, sin replicar; sabía que su presencia estaba de más.
Continúa...
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Jardín de cenizas
RomanceLa acomodada familia Rossmore llega a Boston en el año 1869, para instalarse en una gran finca a las afueras de la ciudad. Clarisse dejará atrás su tierra y se aventurará en un camino tortuoso lleno de traiciones, ambición y muerte pero también con...