Capítulo 2

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- Vamos sube campeón – habló Conway abriendo la puerta del auto permitiendo que Gustabo subiera al asiento de copiloto y cerrándola con cuidado una vez el menor se sentó en su lugar.

Tras subir a su sitio y darse cuenta de que su hijo se aseguró con el cinturón de seguridad encendió el auto y comenzó el viaje, saliendo del aparcamiento de su casa y dirigiéndose rumbo al instituto al cual asistía el mayor de sus hijos.

- papá ¿podemos ir mañana al centro comercial? – pidió Gustabo mirando atentamente el perfil de su padre que se encontraba manejando, tan solo unos minutos después de haber emprendido el camino a su escuela.

- ¿Al centro comercial? – preguntó curioso Conway ante la extraña petición de su pequeño.

- sí, al centro comercial – repitió el rubio mirando ahora a la ventanilla y admirando las agradables vistas que daba esa zona de la ciudad.

- ¿A qué quieres ir al centro comercial? – cuestionó el mayor con intriga, sus hijos continuamente le pedían ir por un helado, al parque o a casa de la tía Michelle, quien siempre consentía en exceso a los menores permitiéndoles consumir una cantidad desmedida de dulces y comprándoles todo aquello que pidiera el par de niños que adoraba con toda su alma, pero jamás le habían pedido ir al centro comercial.

- es que el otro día, cuando fuimos con mamá Daniel vio un osito de peluche en una de las tiendas y quiero ir a comprárselo – admitió con normalidad sin retirar su vista de la ventanilla.

Aprovechando que el semáforo cambio a rojo el hombre de traje volteó su mirada para observar a su pequeño orgullo, que hoy le estaba demostrando más que nunca el enorme corazón que tiene, dispuesto a gastar su dinero de mesada en un regalo para su hermanito, en lugar de comprar algún objeto para él.

- Por supuesto que sí hijo – sonrió Conway devolviendo su vista a la calle y avanzando de nuevo en cuanto el semáforo volvió a su tonalidad verde, sin quitar la enorme sonrisa que adornaba su rostro, ahora sabía que lo primero que haría al llegar a casa, sería contarle a Julia el hermoso gesto que pensaba hacer el mayor de los niños.

Encontrando un lugar disponible para estacionarse una calle atrás de dónde se localizaba el instituto del menor, se detuvo aparcando y saliendo del auto para abrir la puerta del rubio y permitirle bajar también.

Llevándolo de la mano detuvo su andar justo enfrente de la puerta donde otros padres se despedían igual de sus hijos, viéndolos entrar en aquel edificio de dos pisos color café caqui, donde pasaban 6 horas del día metidos en salones que asimilaban una pequeña cárcel según afirmaba Gustabo.

- nos vemos en la tarde campeón – aseguró Conway revolviendo con su mano el cabello de su pequeño para después observar cómo entraba a la institución.

Con nostalgia recordó como la primera vez que entró Gustabo a la escuela lo abrazaba de las piernas negándose a entrar a ese lugar dónde muchos niños cómo él eran dejados también por sus padres, diciéndole a sus progenitores que no quería dejar a su hermanito y asegurándoles que el bebé Daniel lloraría por qué él no estaría para jugar juntos, y después de unas cuantas palabras de parte de Julia aceptará entrar con timidez y cómo a la hora de salida, corrió emocionado a abrazar a su hermanito y a ellos platicándoles todo lo que hizo en su día.

A los pocos minutos de haber perdido de vista a su hijo, emprendió su camino a su auto, encendiendo el motor y dirigiéndose a comisaría para empezar su turno.

Después de un corto buenos días y de marcar su inicio de turno subió al segundo piso de comisaría para entrar a su oficina.

Sería un largo día de trabajo ya que quería adelantar todo el papeleo para tener la tarde del día siguiente libre y llevar a Gustabo a buscar aquel peluche que quería regalarle a Daniel.

SERENDIPIA || VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora