Capítulo 8

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- Por favor no dejes que me lleve – pidió Horacio abrazando con todas sus fuerzas a Nadando mientras que el hombre no correspondía al abrazo y tan solo mantenía sus brazos estáticos – por favor – volvió a suplicar el joven separándose un poco y observando como Nadando mantenía la vista fija en algún punto al frente y por su mejilla recorría una lágrima.

-Es hora Horacio – mencionó el señor Torres que observaba la escena desde el otro lado de la oficina.

-Padre por favor – suplicó Horacio esta vez acercándose a Toro que se mantenía sentado en su silla – haré lo que me pidas padre pero déjame quedarme contigo – rogó poniéndose de rodillas a los pies de su padre, no importaba cuantas veces lo había golpeado o drogado nada se comparó con el dolor que le provocó ese hombre que ahora decía que era su dueño, como si de un perro se tratará, pero Toro tomó del cabello al menor y poniéndose de pie lo obligó a levantarse obligándolo a caminar hasta quedar enfrente del señor Torres – que tenga buen viaje – deseó Toro dejando a Horacio en brazos del señor y saliendo de la oficina.

Horacio se sentía inútil y débil al no poder defenderse, pero desde que tenía memoria le enseñaron a ser sumiso y cuando rechistaba o renegaba era cruelmente castigado, no sabía cómo defenderse y el hombre era por lo menos 5 veces su peso, gracias a las drogas que le eran suministradas desde pequeño su cuerpo era realmente delgado, además de que siempre había por lo menos un hombre con un arma en mano cuidando cada uno de sus movimientos.

Sujetado de su brazo Horacio estaba siendo prácticamente arrastrado por toda la sede hasta llegar al área donde se encontraban estacionados todos los transportes, Torres se detuvo en la parte trasera de un camión de remolque donde abrió la puerta de la caja, Horacio quedó horrorizado ante la imagen que tuvo en cuanto la puerta fue abierta.

Dentro del remolque había alrededor de 15 jóvenes sentados en el frío metal con sus piernas y manos amarradas todos juntos tratando de proporcionarse calor entre ellos, su mirada pasó rápidamente entre ellos dándose cuenta de que había mujeres y hombres de aproximadamente su edad.

Horacio subió lentamente al remolque después de que Torres se lo ordenará y empujara levemente hacia arriba, una vez entró se posicionó al lado de una joven que temblaba por el frío que hacía ahí adentro, apenas y se acomodó cerraron las puertas del remolque quedando en completa oscuridad, nadie hablaba, tampoco es que tuvieran muchas ganas de hablar, simplemente trataban de mantenerse cerca los unos a los otros mientras escuchaban los sollozos de uno que otro.

Poco tiempo paso cuando sintió como el camión comenzó a avanzar y debido al cansancio poco a poco comenzó a quedarse dormido siendo arrullado por el movimiento del vehículo avanzando, ignorando por completo el frío que sentía en su cuerpo.

El chirrido de la puerta abrirse despertó a Horacio sobresaltándose en el momento, la luz no tardó en entrar iluminando parcialmente la caja de remolque, observando como los jóvenes que se encontraban ahí se juntaban todavía más y comenzaban a temblar aún más de lo que ya lo hacían, entonces vio como un par de hombres entraban y se acercaban a ellos.

-Escoge a quien prefieras – mencionó Torres al otro hombre que vestía con uniforme oficial y sin perder tiempo el policía comenzó a observar a los jóvenes con detenimiento levantando de vez en cuando uno que otro mentón para mirarlos directamente a su cara.

Horacio sintió el miedo recorrer su cuerpo cuando el policía se detuvo enfrente de él – la quiero a ella – mencionó dirigiendo su mirada a Torres y señalando a la chica que se encontraba a un lado de Horacio.

-Bien, todos fuera – ordenó Torres sujetando de vez en cuando algún brazo para ayudar a levantar a los jóvenes y que salieran del remolque, al llegar enfrente de Horacio el menor se paralizó al observar la misma sonrisa que le dio el día que lo tomó a la fuerza – andando Horacio, no querrás tomar su lugar ¿o sí? – preguntó con un tono de burla sujetando con fuerza el brazo del chico y sacándolo del remolque.

Apenas bajaron del camión Torres cerró la puerta dejando a la chica con el policía dentro, Horacio comenzó a llorar cuando escuchó los sollozos de la chica combinado con los ruidos obscenos que el hombre hacía y sintiendo cada vez más cerca el cuerpo de Torres que respiraba directamente sobre su nuca, sintiendo asco ante el acercamiento y provocándole una arcada que al segundo tuvo que retirarse un poco y devolver el estómago, que era prácticamente solo bilis y saliva al tener bastante tiempo sin probar alimento.

-Bienvenidos a los santos – comentó con burla el policía cuando salió del camión a la vez que abrochaba correctamente su cinturón para después recibir un fajo de dinero de manos de Torres.

Los jóvenes fueron obligados a ingresar nuevamente al camión y a Horacio se le rompió el corazón cuando vio a la chica con algunos moretones ya visibles en su cuerpo, comprendiendo el dolor que debía estar sintiendo en ese momento y nuevamente el camión comenzó a moverse acercándose a cada minuto a su destino.

-Muévanse – gritó un hombre vestido de negro, enmascarado y con una pistola larga en sus manos obligando a los jóvenes a levantarse y salir del camión, cuando horas después se volvió a detener.

Al bajar rápidamente Horacio miraba a su alrededor tratando de darse una idea del sitio en el que se encontraba por si en algún momento le hacía falta, observando como a lo lejos se podía admirar el mar desde donde estaban quedando embobado ante la hermosa imagen que presenciaba, al bajar todos fueron acomodados en una fila mientras esperaban que llegará el jefe según había mencionado Torres.

Un hombre que acababa de llegar vestido con lo que parecía ser un traje de finas telas y un bastón en su mano derecha comenzó a caminar a lo largo de la fila observando con detenimiento cada una de las "nuevas mercancías" deteniéndose frente al último chico de la fila, le hizo una señal a uno de sus hombres y rápidamente rompieron las vestimentas del chico dejándolo completamente desnudo a su vista, con parsimonia observaba cada detalle de su cuerpo haciéndolo dar media vuelta para observarlo de todos los ángulos posibles, al terminar de examinarlo, la misma acción se repitió con la chica que se encontraba a su lado y así sucedió con el resto de chicos incluido Horacio.

Una vez terminó de analizar cada cuerpo con su bastón fue señalando a unos cuantos y cuantas jóvenes, al llegar a Horacio le hizo dar otra vuelta y también le señaló con el bastón, todos los elegidos fueron obligados a dar un paso al frente y observaron como el resto de los jóvenes que no fueron señalados fueron regresados al interior del camión.

Una vez cerraron el camión, los elegidos fueron guiados al interior del edificio que se encontraba a su lado, al entrar Horacio se percató de algunas jaulas que había en el pasillo donde un par de muchachos golpeados se encontraban adentro de dos de las jaulas – si se portan mal aquí es donde terminarán – comentó el jefe escupiendo a uno de los chicos que estaba dentro de la jaula y continuaron avanzando por el pasillo hasta llegar una habitación donde se observaban varias literas muy juntas entre sí – estará será su habitación y no podrán salir de ella a menos que sean acompañados de uno de mis hombres – mencionó para después cerrar la puerta y continuar con el trayecto hasta llegar a la parte del frente del edificio, las paredes estaban adornadas con un tapiz rojo vino, en el centro había una gran plataforma elevada con varios tubos que salían del suelo y llegaban hasta el techo, al frente de la plataforma una barra donde se veían varias botellas en estanterías y al fondo una escalera que llevaba a un segundo piso – aquí es donde van a pasar la mayor parte de la noche – mencionó el jefe sentándose en uno de los sillones que se encontraban en el sitio y dobló su pierna derecha colocándola encima de su pierna izquierda – la mayoría de ustedes trabajaran en el piso de arriba ayudando a nuestros clientes – informó con una sonrisa en su rostro – aunque si se portan bien podría ponerlos como meseros o lavando los pisos – comentó el hombre observando atentamente las expresiones de los chicos – Gringo los acompañara a su habitación y los ayudará a arreglarse para esta noche – habló señalando a un joven de rastas rubias que no parecía mucho más grande que Horacio – pueden retirarse –

- síganme por favor – habló Gringo comenzando a caminar hacia la habitación que antes les habían mostrado, Horacio temía por la nueva vida que le esperaba en ese sitio, obligándose a no llorar a pesar de sentir las lágrimas en sus ojos acumularse, no quería mostrarse débil ante los hombres que se encontraban a su alrededor y se prometió ser fuerte ante las situaciones que le llegaran, de igual forma no podían dañarlo más de lo que ya estaba.

SERENDIPIA || VOLKACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora