Parte 5

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No, aún no

Parte 5

Después de ese singular incidente, algo dentro de la esposa de Bell empezó a cambiar, un sentimiento extraño nació dentro de ella esa noche, también tuvo una pizca de nostalgia, ya que tenía un tiempo de no ver a su amado conejo necesitado de ayuda.

Antes de que fuera su héroe, Aiz casi siempre lo rescataba y le ayudaba a ser más fuerte, pero era verdad que tenía la suerte de que ella le tuviera aprecio y quisiera cuidarlo, protegerlo.

Hace mucho tiempo que ella no lo cuidaba, y cuando lo tuvo en sus brazos así, contra su pecho, completamente a su merced, era igual que tener a un conejito en sus brazos, tan dócil y tan sencillo de acariciar.

Aiz podía mimarlo con comodidad y a su esposo le hacía feliz, además de que podían estar juntos.

La princesa de la espada ya no quería estar sin él, esos días en los que despertó sola, comió sola, salió sola y regresó sin que nadie le diera la bienvenida, le hizo sentir solitaria y vacía.

Entendió entonces que extrañaba mucho a Bell y un anhelo por tenerlo cerca, muy cerca de ella, solamente pudo crecer conforme pasaban los días, hasta que él regresó.

Por otro lado, el poder dormir encima de su anhelo dorado y con su cabeza descansando en los pechos de su esposa, mientras ella lo acariciaba como un animalito, para Bell Cranel, eso fue vivir un sueño que jamás soñó.

Fue como dormir en una nube en una noche iluminada por estrellas que poseían un brillo tenue, creando un ambiente de soltura y de tranquilidad, ideal para tener un fugaz sueño.

Fue como fuegos artificiales explotando en su corazón.

Su descanso jamás había sido tan maravilloso, la noche jamás había sido tan cálida y la vida nunca había sido tan dulce, hasta en ese momento, en el que se quedó dormido en los brazos de su hermosa, linda y talentosa esposa.

Esa noche la disfrutó como nadie lo podría imaginar.

Y cuando algo tan increíble sucede, uno espera y hasta sueña con una segunda ocasión para probar esa delicia de la vida para no olvidar esas sensaciones de ese sueño nunca soñado.

Luego de un par de días, Bell y Aiz tuvieron un día libre de misiones, tanto de sus familias como del gremio de aventureros, por lo que podían dormir más de la cuenta, sin embargo, la joven de ojos dorados abusó de este día y quedó atrapada en la cama.

—Aiz, ya es hora de levantarse, ¿no tienes hambre? —preguntó al entrar de nuevo en la habitación, notó que ella solo alzó un poco las manos—. ¿Hm?

—Bell... levántame –pidió con una voz suave, no sonó como una orden.

—Eh, sí... claro –contestó con una pequeña sonrisa y fue para tomarla de las manos y la alzó con algo de fuerza para sentarla en la cama.

Ella estiró su cuerpo como si fuera un gato que acaba de despertar de una siesta y su cabello tenía algunos pelos parados y desarreglados, soltó un bostezo muy tranquilo que hizo sonrojar al joven albino.

—Gracias, Bell... buenos días.

«¡Que linda eres, Aiz!» El joven asintió con la cabeza con una sonrisa.

—Hm... —le miró fijamente sin parpadear—. ¿Vas a preparar el desayuno? ¿Quieres ayuda?

—Um, bueno, sí. Pero ¿qué te gustaría desayunar? —preguntó con una sonrisa de confianza, después de ver la lindura de su esposa, se sentía muy motivado—. Haré todo lo posible por hacerlo.

No, aún noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora