No, aún no
Parte 2
Bell Cranel, un poderoso y fuerte aventurero que era el héroe de su esposa, y también un lindo conejito.
Ella, Aiz Wallenstein, la princesa de la espada y alguien cruda y directa con sus opiniones y acciones.
Ambos estaban recién casados, eran jóvenes e inexpertos, y a pesar de los intentos, seguían sin poder "hacerlo".
Después de que el plan del ambiente romántico fallara por culpa de los consejos de cierta amazona desvergonzada, el joven héroe había hecho sentir mal a su esposa, cuando despertó por la mañana no pudo evitar recordarlo y se culpó a sí mismo por no tener control de sus acciones.
Aiz nunca dijo que lo había perdonado, pero por como durmieron abrazados, le indicaba que, de hecho, sí lo estaba.
—Haa... —Se acomodó en la cama de lado y vio que su hermosa esposa estaba en una posición diferente a como se habían dormido.
En ese momento, algo le llamó la atención y sus cejas temblaron ligeramente.
Ella estaba usando un mini-vestido de color naranja, que se transparentaba fácilmente y del que podía observar casi todo su cuerpo y claramente su lencería, la cual era del mismo color y eran bastante simples.
«E-Espera, ¿desde cuándo Aiz tiene eso para dormir...?» Bell se sonrojó bastante y no pudo apartar sus ojos rojos de las partes más "interesantes" del cuerpo de su amada Aiz.
—Ah... —Soltó ella suavemente de su boca, la cual estaba un poco abierta, con la cabeza hacia arriba, mientras la sábana le cubría medio cuerpo.
La aventurera con uno de los sentidos más agudos y con una habilidad excepcional para saber cuándo le miraban, ¡estaba completamente desprotegida!
«No me digas que... Aisha-san, ¿¡esto también fue parte de tus consejos?!» Cerró los ojos con algo de fuerza y la boca también, enrojeciendo aún más. «Demonios... esto está muy mal. Aiz... estás tan expuesta...»
Expuesta... esa palabra le hizo recordar cuándo era instruida por su esposa, cuando no eran ni amigos, solo tenía una relación cordial y de respeto entre maestra y estudiante, aunque nunca establecieron eso oficialmente.
Ella solía resaltar cuándo él estaba expuesto y vulnerable. Mientras tanto, Bell no podía ni tocarla siquiera en esos entrenamientos.
«Pero ahora... tú eres la que está expuesta, Aiz...» Pensó con ligera nostalgia, sus mejillas seguían de un tono carmín, estiró su mano hasta tomar su mejilla y se acercó bastante, hasta que su rostro estaba prácticamente a centímetros del de ella.
Bell sintió lo suave que era su mejilla y notó la tranquilidad en su rostro, solo él podía verla así y solo era así de despreocupada cuándo estaba a su lado.
Tragó saliva y cerró los ojos, negó con la cabeza ligeramente y volvió a mirarla.
En el fondo, lo sabía.
Sus sentimientos puros era lo que le había hecho llegar a ella, pero también era por ellos que no podía aprovecharse de la gran confianza que Aiz le tenía, incluso si no habría represalias, simplemente... no podía.
Ciertamente era algo que bien podría hacer cualquiera, pero él no.
«Te amo, Aiz». Sonrió y terminó besando su mejilla suavemente, para después abrazarla lentamente con solo un brazo, recostándose en la almohada de ella, cerca de su cabeza. «Sabes que ahora puedo protegerte. Y eso es lo que hago siempre. Incluso de mí mismo, porque te amo mucho...»
Después de unos momentos más, Aiz por fin despertó y giró su cabeza a la izquierda, se encontró con Bell, quien sin pensarlo mucho, la besó en los labios.
—¡...! —Ella abrió bien los ojos y tardó un poco en corresponder, pero terminó por agarrar el ritmo y decidió abrazarlo con cierta fuerza—. M-Mnh, mmn, mnnh... Bell, mnh, mmn...
—Mnn, mmnh... mnn, mnn, te amo... mmn, mmn, Aiz... mnn... —Tomó su cabeza por detrás con la palma de su mano y así evitó que el beso se cortara.
Bell besó los labios de su esposa tanto como quiso, ella correspondió a todo, algo enrojecida. Nunca la había besado de esa forma antes, ni por tanto tiempo.
Si esto fuera una pelea, Bell parecía llevar ventaja y estaba dominando el encuentro. Aiz lo sintió de esa forma, pero no le desagradaba, pero sí le sorprendió mucho.
Cuando separaron sus labios, el joven de cabello blanco agachó un poco la cabeza.
—Perdón por lo de anoche, Aiz.
—Bell... no. —Sonrió un poco—. Estás perdonado. Y Bell... esto, ¿por qué me besaste?
—¡...! Ah, eso... bueno... —El rojo en sus mejillas ganó terreno y miró hacia otro lado—. Porque...
—¿...? —Siguió mirándole con curiosidad, sin parpadear.
—Porque quería... quería hacerlo desde que desperté... es lo que quería...
Aiz se sorprendió un poco por esa explicación, pero entendió esos sentimientos, era justo lo que había sentido ayer, cuándo estaba sola, quería estar con Bell. A pesar de ese deseo en su corazón, ella fue paciente y le dio tiempo suficiente, igual que él, quien esperó hasta que se despertara.
Llegó a una conclusión sencilla a partir de eso.
—También te amo, Bell —dijo con una voz suave y se acercó a su rostro de repente, sorprendiendo bastante al conejo, aunque eso era demasiado fácil todo el tiempo. Lo tomó de la mejilla suavemente—. Y también quiero besarte...
—Aiz... —Cerró los ojos y ambos volvieron a besarse por varios minutos.
Ambos eran iguales y sentían lo mismo, no importa si tenían que esperarse el uno al otro, ni cuánto tiempo tuvieran que esperar, sabía que terminarían haciéndolo juntos, justo como todos estos besos que se dieron el uno al otro.
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No, aún no
FanfictionPequeñas historias sobre el día a día de Bell Cranel y Aiz Wallenstein en su vida como recién casados, cada vez acercándose un poco más.