Parte 15

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Bell Cranel nunca había sido alguien de poseer soberbia confianza en sí mismo, pero justo ahora se sentía casi eufórico, nunca pensó que llegaría el día en el que podría llamarse a sí mismo héroe y todos estarían de acuerdo, nadie le diría que se dejara de tonterías o soltara una risita burlona por su declaración.

Era el poder del prestigio y solo en este momento, cuando lo vio directamente de los ojos de admiración y emoción de una persona desconocida de la que supo apenas supo hoy —Por un encargo de Hestia, no por voluntad—, Bell finalmente lo supo.

¿Cómo había sido tan despistado? ¿Se estaba contagiando de la ignorancia de Aiz con respecto a cualquier otro tema que no sea la mazmorra? No, no podía ser.

Sin embargo, mientras caminaba por las calles de Orario, junto a Raga, de regreso a la mansión, se sintió diferente.

Quizás es porque cuando salía de casa solo pensaba en lo que estaba por hacer, o porque cuando salía con Aiz, hasta él mismo daba esa razón: "es que estoy saliendo con Aiz", como si ella fuera el único centro de atención.

Ya no más.

Esto era genial, se sentía capaz de cualquier cosa.

No hay duda alguna, el "poder" marea, incluso al más noble de todos.

«Está bien, este es el momento». Se motivó a sí mismo, como muchas otras ocasiones. «Esta vez... tomaré la iniciativa, seguiremos con esta cita y en la noche, ¡yo tomaré la iniciativa!»

Los ojos rojos de conejo emitieron un brillo y sonrió un poco para sí mismo, como si todo el universo le dijese: "Bell, hoy es el día".

Cuando regresó a la mansión de la familia Hestia, sin embargo, las cosas no resultaron como esperó y todo empezó desde que abrió la puerta de la sala.

—Kami-sama, ya regresé junto a... ¡Aaah! —Parpadeó varias veces y se sonrojó levemente de las mejillas al ser rodeado con fuerzas.

Fue inevitable no gritar de sorpresa cuando fue Aiz, quien normalmente no hacía eso más que cuando estaban solos, lo abrazó con fuerza y recargó su cabeza en su hombro derecho. Y todavía le apretó más y juntó más su pecho contra su torso.

—¡...! —Hestia se quedó con la boca abierta, pero luego hizo una sonrisa. «Creo que exageró un poco con el consejo que le di, pero solo así van a avanzar, bien hecho, Wallenstein».

—Haa... , um, ya estoy aquí, Aiz... —Sin recuperarse del todo, la abrazó felizmente. «¿Tanto me tardé que me abraza así? ¿¡CÓMO PUEDES SER TAN LINDA!?»

—¿Hoo~? ¿Qué fue ese sonido tan lindo que hiciste, Bell-kun?

—¡...! N-No hice ningún sonido... —dijo ahora avergonzado y miró a otro lado, pero en ese momento, Aiz lo miró—. ¡...!

—Sí lo hiciste y fue lindo... —susurró.

—A-Ah... .

«¡Maldita sea, Wallenstein, eso! ¡Sigue atacando así! ¡Es la primera vez que veo que haces sonrojar a Bell-kun con toda intención!» Hestia estaba muy emocionada, no podía creer que estaba funcionando todo lo que le había dicho antes.

—Bell, ahora que ya cumpliste el encargo... vámonos a casa —dijo Aiz, susurrando a su oído mientras lo seguía abrazando.

—Ah... ¿a casa? Pero estábamos en medio de...

—A casa.

—Ah... bueno... —respondió un poco decepcionado. «Quizás este no es el día».

—Ahem... bueno, no los interrumpo más —dijo Hestia con una sonrisa, pero le dedicó una mirada a Aiz y le asintió con la cabeza levemente—. Sigue cuidando de Bell-kun, Wallenstein.

—Sí, lo haré muy bien —respondió algo emocionada y con una mirada... como si fuera a ir a una pelea.

—... —Los ojos rojos del joven hombre miraron a su diosa, luego a su esposa y tuvo una idea—. ¿De qué hablaron mientras no estaba...?

—Cosas de chicas.

—¿Eh?

—No tiene importancia, Bell-kun, no seas metiche.

—¿Qué? Yo no...

—Muchas gracias por todo, ahora, regresen a su nidito del amor~.

—¡K-Kami-sama!

Sin embargo, Aiz asintió ante esa orden y se terminó llevando a Bell en dirección a casa.

La princesa de la espada había sido aconsejada intensamente por Hestia sobre cómo acercarse mucho más a Bell. Al principio, hubo problemas en cómo explicarle la situación y la actitud a tomar ahora, porque tampoco debía ser tan... asertiva como para asustar a su esposo inocente.

Así que, le pidió que lo viera como una batalla y que debía de "atacar" primero, eso motivó a Aiz sorprendentemente, pero no supo exactamente cómo interpretar eso de "atacar".

Es ahí donde Hestia se encargó de traducir esa palabra para que ella pudiera entender cómo una mujer como ella, y con sus dotes, debía de atacar para que Bell hiciera justo lo que quería.

Por lo que, de camino a casa, se aferró del brazo de Bell, apretándolo entre sus pechos.

—¿¡A-Aiz?! ¿Qué sucede...? —Sus mejillas se coloraron de rojo.

—Hm... nada, solo quiero hacerlo de esta forma... ¿no se puede? —preguntó, ladeando la cabeza hacia un lado y haciendo una expresión triste.

—¡...! Claro que puedes, hazlo tanto como quieras.

Ella sonrió levemente, pensando que la diosa Hestia era una sabia, Bell estaba reaccionando justo como le dijo que haría. En cuanto reflexionó sobre eso, se sintió celosa nuevamente de la diosa; conocía demasiado bien a Bell. A su esposo.

Una voz dentro de ella parecía gritar: yo también quiero, pero no era lo suficientemente ruidosa.

Después de caminar juntitos por un gran rato, regresaron a casa y comieron una sopa que hizo Aiz, no era muy buena cocinera, pero se estaba esforzando en eso para ser elogiada por Bell. No entendía bien, pero era tan agradable que él hiciera ese tipo de comentarios por su comida.

Además, esa comida no era para nadie más.

De verdad, lo atesoraba. Bell era su más grande tesoro en su existencia.

Pero no podía quedarse solo así, debía de ir más allá, ¡el paso final!

—Muchas gracias por la comida, Aiz, estaba deliciosa, cada vez lo haces mejor —dijo Bell, a su lado, mientras lavaba su plato.

—No es nada... ¿de verdad está mejor?

—Sí, de verdad.

—Entonces... um...

—¿Hm?

Hubo un corto silencio en el que ella pensó en una forma de "atacar", pero justo ahora, lo que más quería una sola cosa.

—Bell... —Lo miró a los ojos y estos brillaron un poco, para después cerrar los ojos y acercarse un poco más, con la boca algo abierta.

—¡...!

¿¡Esto era...?!, pensó el joven de cabello blanco, pero sí era, por supuesto que era eso. Aiz Wallenstein esperaba por un beso, quizás como recompensa de su esfuerzo, en cuanto lo pensó así, solo pudo gritar internamente por la emoción que le generaba la lindura de esta mujer.

Bell tragó saliva y se giró a ella, dejando los platos en el lavadero. Se sonrojó nuevamente y la tomó de los hombros, ella tembló ligeramente, pero no cambió su postura.

—Aiz... .

Cerró la distancia y finalmente, la besó suavemente, cerrando los ojos para poder disfrutar de sus labios al máximo, dejando a cargo de todo sus instintos y sentimientos que en este momento sin visión podía explotarlos, sin tener que poner en riesgo su vida.


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⏰ Última actualización: Mar 21, 2022 ⏰

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