Parte 12

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Un nuevo encargo había aceptado, justo en su día libre y en medio de una cita con Aiz, Bell lo aceptó de buena manera, solo porque Hestia insistió mucho, pero realmente no quería perderse el día con su anhelo dorado.

Era difícil ser un héroe cuando solo quieres estar con la princesa que has rescatado y de la que te has enamorado.

—Lo encontrarás a las afueras de la ciudad, tiene un campo de entrenamiento improvisado ahí. Por favor, Bell-kun, convéncelo de tomar la decisión correcta —dijo con una sonrisa, depositando su confianza en él, por completo.

—Sí. En ese caso... —Giró su cabeza hacia su esposa, quien también le miró—. Volveré lo más pronto posible, puedes... ¿quedarte aquí...?

Aiz sonrió ligeramente y negó con la cabeza, entonces, Hestia parpadeó un par de veces y negó rápidamente con las dos manos.

—¡No, no, claro que puede quedarse aquí...! Vamos, Wallenstein, no digas eso.

—Oh, me refería a que... —Dejó de ver a Hestia y luego miró a Bell—. Puedes tomarte el tiempo que necesites, Bell. Haz tu mejor esfuerzo también, esperaré por ti, el tiempo que sea necesario.

—Ah... —Los ojos azules de la diosa se abrieron bastante y susurró—: Te referías a eso...

«¡Aizuuuuuuuuu! ¡Me esforzaré al 200%!» Un aura de fortaleza total e impenetrable, apareció envolviendo al muchacho, quien se soltó de Aiz y asintió con la cabeza.

—Buena suerte, Bell —dijo suavemente y le sonrió levemente.

—¡Sí!

—Entonces... —Los ojos de Aiz enfocaron ahora a Hestia, quien levantó un poco la cabeza, sintiendo su mirada—. ¿Si me puedo quedar aquí?

—Ah... por supuesto, de hecho, ¿no te gustaría tomar una taza de té, Wallenstein?

—¿Hm?

—Oh.

Sospechoso. Muy sospechoso, pensó el astuto conejo, no paró de mirar a Hestia con muchas incógnitas en la cabeza.

—¿Qué sucede, Bell-kun? —preguntó con una sonrisa muy sospechosa para el joven héroe.

—Nada... me sorprende que digas bien su apellido.

—¿Eh? ¡Siempre he podido decirlo!

—¿En serio?

—¡Sí! Cielos, tienes un trabajo, ve, ve. —Lo empujó suavemente unos cuatros pasos.

—Ahh, ya sé eso, está bien, iré ya, ahora...

—Hn, está bien, ve.

—Hm... nos vemos luego, Aiz.

—Sí.

Esta vez, no había resentimientos, pero sí existía la duda de qué se traía Hestia entre manos con su esposa, pensó que podría involucrarlo o que tenía alguna petición para ella, quizás solo querían hablar sobre si Aiz estaba cuidando muy bien de su amado Bell.

Su mente estuvo llena de supersticiones mientras iba de camino al campo de entrenamiento improvisado que le indicó su Kami-sama. Sin embargo, cuando estuvo ya a una distancia muy corta del destino, empezó a caminar lentamente mientras observaba todo con sus ojos rojos.

El muchacho que observó allí tenía el cabello castaño, todo revuelto, hecho una sopa como si le hubiera llovido, pero no era por eso, era debido a horas y horas de estar bajo el sol, moviéndose a cada momento.

Sus ojos eran azules y su rostro, incluso a Bell, se le hizo particularmente lindo, era como más joven de lo que su altura y cuerpo demostraban.

No, aún noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora