No, aún no
Parte 4
Bell caminó por las calles de Orario con amargura en el rostro, llevaba cargando un ramo de flores de color azul, las personas y aventureros que le observaron ni se acercaron a saludar, ni lo hicieron desde lejos, pensaban que algo estaba mal con su matrimonio con Aiz Wallenstein. Quizás el rumor se esparciría y llegaría a los oídos de Hestia, quien actuaría como toda una suegra que había perdido a su adorable "niño" que había caído en las garras de una arpía.
En ese caso, el chisme sería completamente falso, no era culpa de Aiz que el conejo tuviera ese rostro marchitado, sino de su trabajo como aventurero de alto rango y a su misma fama que con tanto esfuerzo había construido.
Solo faltaba que comenzara a llover y entonces tendría el ambiente perfecto para su humor triste, como si hubiera perdido una batalla en la que no lo dio todo.
El joven de cabello blanco llegó a su hogar y tan solo entró, se derrumbó en el suelo sin saber que su esposa ya venía en camino para recibirlo, ya que se había tardado bastante en su visita.
—Uuh... —Soltó con una voz de decepción, con la cabeza completamente agachada.
—¿Bell?
—¿¡Eh...!? —Abrió sus ojos rojos con sorpresa y alzó la cabeza rápidamente, con el ramo en sus brazos—. ¿A-Aiz?
—¡...! —Fue hacia él rápidamente y se arrodilló para tomarlo de las mejillas—. ¿Estás bien? ¿Qué te pasó? No te ves feliz, Bell.
Él no se dio cuenta por sus sentimientos, pero era en estos pequeños momentos en los que se podía notar lo mucho que Aiz amaba a Bell, su preocupación por él era todo lo que podía demostrar, simplemente por no verlo como todos los días.
El ramo de flores fue ignorado, así como que llevaba un cinturón con bolsillos llenos de cosas útiles para su misión, que recién había comprado hoy. A la joven de ojos dorados no le interesaba nada de eso, incluso si las flores resaltaban por ser algo inusual.
—Urgh... tengo mucho... trabajo... —explicó con un rostro triste, ella no dijo nada y soltó sus mejillas para acariciar su cabello como una mascota—. Estaré durmiendo en el Dungeon por unos días...
—Estarás trabajando duro, ¿ya tienes todo lo que necesitas? —Él asintió levemente con la cabeza—. Bien.
Bell le extendió el ramo de rosas y una vez que ella dejó de estar preocupada, abrió los ojos con sorpresa, como si lo viera por primera vez, aunque no era así, sí era la primera vez que le prestaba atención.
—Esto es para ti, Aiz —dijo con algo de determinación, aunque aún sonaba abatido—. Lo siento... te dejaré sola por unos días, pero una vez que termine con el trabajo, esto será... bueno, yo...
—Bell... son muy bonitas. —Las tomó con una pequeña sonrisa y hasta se sonrojó un poco—. Gracias. Estaré esperándote, Bell. Regresa a salvo.
«Ah...» El joven se sonrojó y se quedó con la boca abierta, Aiz se vio como una diosa desde su perspectiva, casi soltó una lágrima. «¡Aizuuuuuuuuu!»
Al día siguiente, ya en la mazmorra, Bell Cranel se convirtió en un conejo salvaje, cruzando los primeros pisos a gran velocidad, el equipo era solo él mismo y se movía tan rápido como su cuerpo le permitía, así como atacaba a los monstruos sin piedad y sin mirar atrás.
—¡Haaaaaaaaaa!
Ese grito de guerra se escuchaba por los pisos en los que pasaba, incluso los otros aventureros se preguntaban qué demonios le sucedía al conejo, había entrado en un frenesí asesino. Ya no era más un conejo, era una bestia.
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No, aún no
FanfictionPequeñas historias sobre el día a día de Bell Cranel y Aiz Wallenstein en su vida como recién casados, cada vez acercándose un poco más.