Parte 8

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Después de una jornada de trabajo fuera de la ciudad de Orario, Bell por fin regresó a casa, estaba algo cansado por caminar tanto durante tanto tiempo, también hubo unos bandidos de los que ocuparse, pero no fueron ningún problema para el joven héroe.

En cuanto entró a su casa, anunció su regreso y descubrió que Aiz estaba sentada en el sillón, de frente a la puerta, tan solo entró, ella lo miró con sus ojos dorados y se levantó de ahí con un movimiento tan suave que ni ruido hizo el sillón.

—Bell, bienvenido a casa. —Llegó hasta él y rodeó su cuello con sus brazos, pegando su cuerpo contra el suyo, Bell se sonrojó bastante y pudo sentir el olor de su cabello rubio, un olor agradable que le hacía sentir paz—. Te extrañé, Bell.

—Ah~. —Sonrió felizmente por este abrazo tan cálido.

—¿Hm? —Se separó un poco de él al escuchar ese sonido tan inusual salir de su boca—. ¿Qué sucede, Bell?

—¡Ah...! Nada, nada, solo... se siente muy bien... tu bienvenida, Aiz...

Ella abrió más los ojos e hizo una pequeña sonrisa, para después darle un besito en su mejilla y se separó de él para tomarlo de la mano.

—Debes tener hambre, Bell. Ven, prepararé algo para ti.

—¡...! —Apretó su mano y se dejó llevar hasta el comedor. «¡Una cena especialmente para mí de Aiz! ¡Sí, sí! ¡Aceptaré lo que sea, incluso si es solo fruta picada!»

Bell Cranel era un muchacho muy fácil de consentir, cualquier cosa que venía de Aiz Wallenstein era digno de su admiración, pero cuando se trataba de comida, sabiendo que su esposa no era precisamente buena en ello, su esposo solamente era feliz si esa comida era solo para él.

Para su bendita suerte, así era todos los días que a Aiz le tocaba cocinar, y sí, cualquier cosa era un manjar si lo había preparado su amada esposa.

La cena de hoy resultó ser pan con mermelada de fresa y mantequilla, sin embargo, Aiz tenía todos los ingredientes y utensilios preparados, lista para comenzar.

—Oh. Pensé que habías dicho que ya lo habías preparado.

—No, dije que lo «prepararía» para ti —contestó tranquilamente, mientras tomaba el cuchillo y empezaba a untar la mantequilla en el pan.

—Ya veo. —Sonrió cálidamente y apoyó sus antebrazos en la mesa y se dedicó a observarla—. Oye, Aiz...

—¿Hm?

—¿Ya te... acostumbraste a mí?

Aiz dejó de untar la mermelada en el pan, pero luego de parpadear un par de veces, terminó con esa rebanada y lo puso en el plato para empezar con la siguiente.

—Me gusta mucho estar junto a ti. Después de esto, quiero mi hora de abrazos. ¿A eso te refieres?

—Hm...

Bell recordó el consejo que le dio su diosa y había pensado que quizás Aiz tenía el mismo problema que él, solo que de una forma diferente. Mientras el pobre conejo era fácilmente sorprendido por lo directa que era su esposa, ella no tenía consideración de los sentimientos de Bell, parecía ser que ella no tenía ni idea de estos sentimientos.

—¿Bell?

—Ah, um... bueno, es solo que... pienso que deberíamos pasar más tiempo juntos.

—¿Más tiempo?

—Eh, no, me refiero a hacer más cosas juntos.

—Oh.

Para estos momentos, Aiz ya había terminado de preparar dos rebanadas más, las dejó en el plato y el cuchillo metálico hizo un ruido como de campana al ser dejado dentro del frasco de mermelada.

—¿Quieres entrenar de nuevo juntos?

—...Bueno, creo que eso cuenta, pero... no es precisamente lo que estoy diciendo. Yo aún... —Miró a otro lado algo sonrojado—. Siento vergüenza cuando estoy muy cerca de ti, Aiz... no puedo evitarlo, se siente irreal porque estoy viviendo mi sueño...

Aiz abrió más sus ojos dorados y su expresión fue de sorpresa, sus mejillas se colorearon levemente de rojo y su corazón latió fuertemente como si estuviera peleando arduamente y estuviera perdiendo esa pelea.

—Bell... Gracias. —Sonrió felizmente y le acercó el plato, el joven de cabello blanco se sonrojó aún más que ella.

—¡Gracias...! —Empezó por comer el primero dando una gran mordida, luego tragó—. ¡Está delicioso, Aiz!

—Me alegro, puedo hacer muchas más si quieres.

—Sí, por favor.

Aunque hasta Aiz se dio cuenta que lo que preparó no era digno de tanta emoción, no notó que Bell estuviera exagerando, eso le hacía extrañamente feliz y pensó que sería genial si pudiera preparar comida de verdad para Bell.

«Me pregunto si podrías sonreír aún más de lo que ya lo haces por solo esto».

—Mmm~, la mermelada de fresa es la más deliciosa. Aiz, ¿ya cenaste?

—...Que lindo eres, Bell.

—¡...! —El joven se sonrojó nuevamente y mejor ya no dijo nada, solo se limitó a comer, pero ella le siguió observando con una expresión de asombro y las mejillas levemente sonrojadas. «¡Tú eres la que es linda, Aiz!»

Cuando llegó la hora de acostarse, Bell fue el primero en entrar en la cama y Aiz terminó de cambiarse por su pijama, la cual era más como un babydoll de color naranja, ella le miró fijamente.

—Bueno, es hora de los abrazos. —Le extendió los brazos y ella rápidamente fue hacia a él, recostándose en su pecho, Bell la rodeó con fuerza. «¡Te amo, Aizuuuuu!»

Esta "hora de los abrazos" era todo un paraíso para Bell Cranel, este era el mayor acercamiento que tenían, pero no lo habían llevado más allá, se mantenía en solo abrazos y caricias, así como confesarse su amor una y otra vez, Bell era quién terminaba más sonrojado.

Pero Bell creía que pronto se acercaría mucho más a Aiz Wallenstein.

No, aún noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora