Un nuevo día en Orario, el viento estaba algo descontrolado y las nubes se desplazaban con mayor velocidad que otros días, además de que el sol no estaba tan brillante, era probable que podría llover si la humedad aumentaba y por las frías caricias del viento, la idea empezaba a meterse dentro de los habitantes de la ciudad. Así es como el clima le "saludó" a Bell Cranel al salir junto a Aiz Wallenstein solo para pasar el rato, por lo que no estaban usando ni su equipamiento de batalla, ni armas.
La princesa de la espada caminaba muy tranquila y relajada mientras estaba tomando la mano del joven héroe, su cabello dorado se hondeaba a menudo, pero eso no era relevante y aunque solo estaba usando ese vestido blanco que traía parte de su espalda descubierta, se veía hermosa. Quizás por eso los estaban mirando, pensaba Bell, quien no estaba acostumbrado a tanta atención, pero era inevitable al tratarse de él y ella.
Eran, prácticamente, la pareja más famosa de este lugar y su fama nunca bajaría, ambos poseían hazañas envidiables dentro de sus historiales, sobre todo él, al ser más joven y haber avanzado a una velocidad nunca antes vista en un aventurero; no se consideraba algo humano, el chico poseía el don del "milagro", si es que eso pudiera existir, así de increíble era su fama. Debido a eso, era imposible no prestarle algo de atención cuando se mostraba ante todos como "cualquiera".
Sería muy vergonzoso para Bell si supieran que en verdad era como cualquiera, y tenía un problema: aún no podía acostarse con su esposa, hacerle el amor, tener sexo pues.
Sí, era mejor que nadie lo supiera, además, estaba contento de poder estar con ella en un día tranquilo como este.
—¿Qué te sucede, Bell? —preguntó ella tranquilamente y le miró de reojo, con la boca levemente abierta.
—Ah... nada, no me pasa nada, ¿por qué lo preguntas?
—Hm... solo lo presentí. Fue como... si estuvieras preocupado por algo —explicó mientras seguía viendo su camino, pero un olor conocido llegó a su nariz. «Ese olor... ¿es una patata horneada? Sí, eso parece».
—Eh... tus instintos son muy agudos, Aiz... —dijo en voz baja y miró a otro lado, pero el conejo fue jalado fácilmente por ella, siguiendo el olor de la papa horneada—. ¿Aiz?
—Vamos por aquí...
—Nh, bueno... —respondió algo inseguro, siguiéndola—. Pero no estoy preocupado por nada, de verdad, percibes cosas que no son...
—Mentir nunca ha sido tu fuerte, Bell.
—Uh... no hago eso... —Miró a otro lado. «¡Maldición! ¿¡Cómo lo hace?!»
Aiz ya no ocupó su boca para seguir hablando, en vez de eso, siguió el olor hasta conseguir una papa horneada y Bell la pagó, por supuesto, así que su boca estaba haciendo un mejor uso al comer y disfrutar de esta deliciosa patata caliente y muy suave, podría deshacerse en su lengua.
Ambos siguieron paseando y conforme el silencio continuó, Bell apretó un poco más su mano, por lo que ella, sin dejar de morder, lo vio con sus ojos dorados.
—¿Hm?
—Bueno... estaba pensando... en ti... —dijo en voz baja, ella abrió un poco más los ojos—. Es decir, estaba pensando en cómo acercarme más a ti...
—Hm... —Se detuvo entonces y soltó su mano, para rodear su brazo con los suyos, por lo que sintió sus pechos contra su hombro.
—¡...!
—¿Es suficiente... con esto?
—A-Ah~, eso... um, es... está bien... —contestó sonrojado de las mejillas, incapaz de articular palabra que tuviera sentido, así que cerró la boca y ella sonrió levemente. «¡No me refería a esto, pero lo agradezco!»

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No, aún no
FanfictionPequeñas historias sobre el día a día de Bell Cranel y Aiz Wallenstein en su vida como recién casados, cada vez acercándose un poco más.