Parte 9

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«Hacer muchas más cosas juntos, ¿eh?». Bell pensaba mientras caminaba por uno de los pisos de la mazmorra, estaba en una zona que recordaba a una selva, solo que llena de monstruos sin raciocinio que podrían tomarlo por sorpresa si estaba demasiado en las nubes, estaba aquí por un pedido especial de Miach, al parecer tenía que recolectar ciertas hierbas exóticas que solo crecían en la mazmorra, así que eso estaba haciendo.

Era una simple misión de recolección, bien se la pudo dejar a otra persona, pero Bell tenía una muy buena relación con este Dios, así que no se negó cuando se lo comentó el día de ayer, cuando fue a comprar algunas cosas para reabastecer sus suministros para cuando iba de aventuras.

—Hmm... —Soltó con cierto aburrimiento mientras caminaba por la zona, saltando algunas raíces de gran tamaño, así como troncos caídos, lo cual no era buena señal. «Esas son...»

A lo lejos, divisó unas flores púrpuras con tallo verde delgado que concordaba con la descripción del encargo, así que se movió rápidamente hacia ahí y las cortó suavemente con su cuchillo de batalla, luego los ató con un hilo y los guardó en una bolsa que llevaba atada a su cintura, la cual desprendía un olor dulce y fuerte.

Sin embargo, sus instintos de batalla de repente se activaron, dejó de pensar en Aiz y en cómo acercarse a ella cuando escuchó algo muy característico, algo que se había mezclado con los ruidos del lugar, era como un aleteo muy veloz que sus oídos captaron como una vibración constante, y estaba justo arriba de él.

—¡...!

Frunció ligeramente el ceño y saltó hacia atrás rápidamente y giró su cuerpo hacia atrás también, todo para que sus piernas llegaran a tocar un tronco de los tantos árboles que habían ahí, se catapultó él mismo al patear el tronco y salió disparado hacia unos monstruos que habían aparecido de repente.

Se trataban de unos monstruos voladores que recordaban a las abejas, pero eran enormes y al parecer, con aguijones venenosos, sin embargo, Bell era mucho más rápido y fuerte, por lo que, haciendo gala de movimientos acrobáticos, saltando de árbol en árbol para impulsarse a gran velocidad, cortó en pedazos con su cuchillo a cada uno de sus enemigos en solo unos segundos, al terminar llovió la sangre en ese sitio y Bell ya se encontraba en el suelo, sin ningún rasguño.

—...Ah... —Suspiró y se puso de pie completamente, sacó un trapo y limpió la hoja de su cuchillo, puesto que estaba lleno de sangre venenosa, luego la puso en su funda y tiró el trapo cerca de un árbol—. Será mejor que no piense en nada de eso por ahora.

El joven aventurero tuvo más contratiempos como estos, de los cuales se ocupó fácilmente, y mientras lo hacía, tuvo un golpe de nostalgia en los que recordaba lo aterrador que le llegó a resultar la mazmorra cuando recién inició en esto de ser un aventurero, también recordó cómo añoraba ser mucho más fuerte hasta poder llegar a superar a Aiz, ahora que vivía el sueño no pudo evitar pensar que ahora que había llegado hasta aquí, podía entender lo que significa ser fuerte.

Su vida había estado llena de obstáculos para poder llegar a este nivel, ¿cuántos huesos se rompió? ¿Cuánta sangre derramó? ¿Cuántas lágrimas había soltado? ¿Cuántas humillaciones y palizas? ¿Cuántos entrenamientos arduos tuvo que pasar?

Ahora era muy fuerte.

Antes se metía en batallas que nunca podría ganar él solo, eran peleas suicidas, solo se le podía juzgar como demasiado temerario o como un idiota, pero ahora las personas no se referían a él de ninguna de esas dos formas, porque ahora era fuerte, no le temía a nada y ningún monstruo podría derrotarlo.

Sí, era un héroe y, aun así, se asustaba por lo directa que era su esposa con referencia al sexo.

—Uuh...

«Creo que aún sigo siendo algo tonto y aún tengo miedo, aunque ya no se trata de la mazmorra... se trata de Aiz... mi propia esposa...» Dejó de salir bastante aire e hizo una sonrisa irónica. «Cielos... ¿a qué es lo que en verdad le tengo miedo?»

Después de tantos peligros enfrentados que debieron dejarle traumas de por vida, le tenía miedo a su esposa, ¿era solo un miedo estúpido o acaso Bell tenía alguna especie de complejo por venir de "abajo"?

Con esas preocupaciones, el joven finalmente salió de la mazmorra para ir a dejar las hierbas que recolectó y recibir las gracias, aunque también recibiría algo de dinero por esto, por supuesto. Los favores siempre se pagan.

No, aún noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora