Capítulo XII: "Nouvelle vie - Ellen"

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— Esta arriba, en su habitación — me hace saber Brigith después de estar cerca de seis minutos esperando respuesta—. ¡Aguarda!, no seas mal educada y toca. Al parecer se te adelantaron.

Cuarenta y cinco horas despierta. Papas fritas, una hamburguesa y soda sin azúcar desde ayer, esta mañana freí una empanada y me senté a ver la lluvia. Solo una de mis botas tiene cordones y mi cabello se siente como si hubiese sido lavado con aceite de cocina. Él marcó por la mañana y sentí un alivio al cancelar su invitación al lago, invente una ida al cine imaginaria entre padre e hija que era imposible de cancelar por eso de la llegada del nuevo bebé, ahora estoy aquí porque mamá me dio a elegir y venir a su casa es mucho mejor que ordenar mi habitación, aunque podría haberlo hecho y encontrar el cordón perdido de mi bota.

Hace un par de días cosí los listones de mis zapatillas. Prometí a papá que retomaría las clases de ballet así que utilice el poco dinero que tenía y pague una hora en el teatro. Leotardo, medias y mi tocado de malla cubriendo el escote en mi espalda, calenté un poco e intente improvisar pero solo llegaba a media punta y erróneamente pensé que poner el metrónomo a 98ppm me ayudaría. Lo termine arrojando al palco a mi derecha y quedo hecho añicos. Bailaba la polka a 124ppm cuando tenía 13 años y lo podía hacer durante dos horas seguidas. ¿A quién deseaba engañar?, estaba más delgada pero tenía mejor condición cuando aún gateaba. Entonces, no baile y solo me moví al ritmo de la música que emanaba de mi mente, deje de pensar y de intentarlo y solo le permití a mi cuerpo hacer lo que se le diera la gana. Bebí agua y regrese a casa en un taxi.

Debo dejar de hacerles promesas a mis padres.

— No puedes hacerlo, no es correcto. ¿Qué acaso no te das cuenta del daño que te haces? — reconocía esa voz y obviamente sabia el tema de conversación—. Me importas, Héctor.

— Y ella, ¿ya te dejo de importar?.

— ¡Por supuesto que no!, solo que no puedo verla así. No sé cómo tratarla o qué decirle. Ni tú ni yo somos especialistas.

— No me alejare, no puedo. Me necesita. — quise irme cuando el silencio llego y sus voces se dejaron de oír. No pude hacerlo y me acerque aún más a la puerta medio abierta.

— ¿Hasta cuándo?.

— No lo sé.

— ¿Al menos te ha dicho dónde está? — pregunta con insistencia.

— No. Ni siquiera se lo he preguntado.

— ¡Necesitas hacerlo!. Pregúntale.

— Empiezo a creer que la preocupación que crees tener hacía mí es más bien un bienestar personal. ¿O no?, Gabrielle.

— Tú la tienes a ella y ella te tiene a ti. Yo ya no tengo a nadie.

— Está bien, yo le preguntaré. Te lo prometo. Sabes que cuentas conmigo, me tienes a mí, soy tu amigo. No lo sé, háblame más seguido, podemos reunirnos en ese viejo local que tanto le gustaba.

— Te lo agradezco y me pensare la propuesta, tienes cosas que hacer con todos esos correos que han llegado. Tienes que elegir bien y en verdad aprecio que hagas esto por mí.

— Esta será la última vez que hago algo así. Tan solo el recordar la pone mal, aún no es tiempo.

— Sabes. Lo extraño tanto. Ni siquiera sé si un día pueda perdonar lo que hizo, solo quiero saber que paso. No busco un por qué, solo quiero los hechos. ¿Acaso no soy merecedora de eso?. Esto se ha vuelto tan fatigoso que estoy cansada de que mi mente solo piense en eso.

— Hay que tener fe. Te aseguro que te daré respuesta en estos días.

— ¿Por qué Dios te premia con felicidad solo para hacerte renunciar a ella al instante?

INESTABLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora