7 De confesiones y estrelladas.

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Cualquier persona hubiera suspirado ante la belleza y cuidado con el que adornaron la habitación. Él tuvo que contener la respiración a causa de las miles de emociones que lo golpearon al ver el pasillo de pétalos que llevaba a una cama con rosas y dos cisnes de toalla.

El champagne seguro ya estaba malo, los tentempiés parecían secos, y seguro el agua de la tina estaba helada.

Incluso así, él se acercó a la cama, se sentó y pasó una mano por su cabello bufando por no encontrar a cierta castaña lista para darle una muy merecida bofetada.

Estaba entre arrepentido y aliviado, se sentía culpable pero agradecido. Y es que un divorcio se vería mal, en especial porque dudaba mucho que hubiera podido mantener la fachada por más de unos meses... Era un desgraciado, lo sabia, un cobarde que merecía quedarse solo por dejar plantada a su joven novia que muchas veces lo esperó despierta después de una larga jornada de trabajo para escucharlo hablar aunque no entendiera nada de lo que decía.

Suspiró de manera audible antes de quitarse los lentes y dejarlos a un lado para pasar las manos por su rostro.

No sabia donde más buscar, sabía por Lien que no estaba con Touya ni Meiling. Y esta última tenía ganas de asesinarlo. No pensaba entrar en un enfrentamiento con la chica de ojos carmesí, de por sí tuvo que soportarla por semanas.

En un mundo alterno, Meiling y Tomoyo hubieran sido amigas muy cercanas por lo observadoras que eran. Ambas pelinegras notaron su estado dubitativo al acercarse el gran día; solo una lo confrontó, la otra se limitó a una amenaza de matarlo si hacía sufrir a su amiga.

Y vaya que lo hizo, sin querer, pero dañó a Sakura de una manera que no podría remediar.

Sintió su celular vibrar y lo sacó con un corazón alterado al creer que era la castaña llamando. Pero al ver el nombre del intento de padrino que se consiguió, solo gruñó.

—No... No la he encontrado si para eso... —espetó como saludo.

—Ya sé que no la has encontrado —refutó la otra voz con ironía—. Solo llamo para avisar que no pude cancelar los boletos para la luna, están a nombre de Sakura.

Eriol suspiró cerrando los ojos. Al momento de hacer reservaciones no quiso dejar su nombre plasmado en nada, tonterías suyas o presentimiento de que no llegaría al gran día.

—¿Cómo va la cabeza? —insistió el que llamó mientras autos se escuchaban a su espalda.

Entonces entrecerró los ojos.

—Tienes agallas, Lien —gruñó—. Esto es tú culpa...

El otro chistó varias veces.

—No, no, déjame recordarte que te dije que era demasiado, y literalmente me corriste argumentando que era un don nadie aburrido —rememoró el aludido.

—¡Pues debiste quedarte! —exclamó incorporándose y poniendo una mano en su sien al sentir una punzada en la cabeza—. Eres un desgraciado; como tu vida es patética quisiste que Sakura y yo...

—Y dale con lo mismo —interrumpió Lien sin gramo de enojo—. Ambos sabemos que no te querías casar; la despedida fue solo un pretexto barato para ahogar tus penas en alcohol... Además, ¿quién carajos tiene una resaca de veinticuatro horas?

—No tolero el tequila, lo sabes, idiota —masculló Eriol acercado a a la ventana de la habitación desde donde se podía ver toda la ciudad.

—Y aún así eso quisiste tomar —señaló si disque amigo, con obviedad—. Así que no niegues lo evidente y deja de culparme por tu cobardía.

Casualidad O DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora