8 De celulares y encuentros

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Tocó la puerta frente a él y cruzó los brazos al apoyarse en el muro de enfrente. Frunció el entrecejo y suspiró con fuerza al recordar los acontecimientos de los últimos días.

Levantó el rostro cuando escuchó los seguros de la puerta ser retirados y arqueó una ceja cuando dos orbes carmesí lo miraron con hastío.

—¿Nada?

Él negó y se encogió de hombros. La chica entornó los ojos antes de entrecerrarlos y finalmente abrir para dejar pasar al recién llegado.

—¿Pasaste la noche buscando o durmiendo con alguna de las invitadas? —cuestionó ella una vez que la persona entró.

Ojos grises la miraron con enfado.

—¿Tú qué crees, Meiling? —casi espetó él.

La aludida se encogió de hombros.

—Que dormiste con una invitada, Lien.

Él chico se enderezó y volvió a cruzar los brazos.

—Porque obvio, Sakura no es mi prioridad...

—No lo fue cuando te dije que Eriol estaba buscando una excusa para no llegar...

—¿Me viste cara de niñero?

—Tu obligación era asegurarte de que el maldito se presentara...

—¡Ahí vas de nuevo! —exclamó Lien con enojo—. No soy niñera de nadie y Eriol es perfectamente capaz...

—¡Debiste decirle a Sakura lo que sentías, pudimos evitarnos este desastre! —gritó ella al señalarlo—. Pero no, tu patética cobardía...

—Ay, no vayas ahí, Meiling, que no es como que tus actitudes con cierto hombre sean de una mujer adulta y madura —atajó viéndola de arriba a abajo.

Se enfrentaron con la mirada como cientos de veces lo hicieron durante todos esos años de amistad. Ninguno iba a dar el brazo a torcer, aunque las palabras expresadas eran verdad, ninguno pensaba aceptar la realidad.

Finalmente, la pelinegra bufó y se dirigió al sillón rojo dónde se dejó caer antes de cruzar los brazos.

—Te veías mejor en ese traje —masculló con el ceño fruncido.

El chico chistó antes de acompañarla en la sala.

—Adoro que me apoyes como buena mejor amiga que eres, pero nuestra querida castaña jamás me vio como algo más que el chico que le llevaba café a la oficina.

Meiling suspiró con fuerza antes de cerrar los ojos y recargar la cabeza en el respaldo del sillón.

—Despistada le queda corto —musitó.

—En especial si no notó lo tuyo con... —La chica abrió los ojos y lo miró enfurecida, pero Lien solo rio y levantó las manos en señal de paz—. Bien, ya entendí... Pero te advertí que amigos con derechos era pésima idea.

Ella gruñó y subió los pies al sillón, se deshizo la coleta alta con la que se peinó y pasó los dedos por su cabello.

—Malditos cobardes... Todos ustedes... Estoy a nada de volverme lesbiana —espetó.

Lien se carcajeó y la empujó un poco con el hombro.

—Vas, así me podrías acompañar a un table dance y ya haríamos todo juntos —ironizó.

Meiling le dio un golpe en la cabeza.

—Eres el peor de los amigos, deberías estar ayudándome a planear mi venganza y en vez de eso...

Casualidad O DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora