3 De presentaciones y cómplices inesperados.

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Solo una vez en su vida tuvo una resaca mortal, fue después de tomar tequila en una cantina de la plaza Garibaldi en ese viaje a México de hacía unos años atrás.

Recordaba haber sentido que la luz lo mataría, que los sonidos le taladabran los oídos y que su cuerpo estaba en una clase de limbo.

Pero el dolor de cabeza, eso fue de otro nivel. Permaneció en cama todo el día con un vaso de aspirinas y un plato vacío de chilaquiles que prometían curarlo.

Estaba de más decir que se la pasó vomitando.

Afortunadamente, el dolor actual de cabeza no era tan intenso como ese. Aunque la mejilla le ardía y la sentía un tanto tiesa.

Se sentía confundido, adolorido y un tanto idiota.

¿No aprendió en México a dejar de actuar de manera impulsiva?

Suspiró de manera audible al recordarse frente a Akiho, en una rodilla, creyendo que ella gritaría de emoción y regresaría las maletas a la habitación.

Ah, pero no quiso escuchar a Meiling y Tomoyo y ahora estaba en una playa, lleno de arena y agua salada esperando a que un enfermero terminara de poner una gasa sobre su mejilla lastimada.

—¡No morí ni quería morir! ¡Eres un exagerado! —escuchó.

Miró de reojo la conmoción a su derecha: La novia fugitiva y un hombre alto que vestía una camisa blanca junto a un pantalón negro, llevaban al menos veinte minutos peleando ignorando que eran el centro de atención.

—¿Y qué hacías a medio mar? ¿Cazando ballenas? —alegó la voz masculina.

—Evitando una desgracia —refutó con firmeza la mujer.

Parpadeó varias veces al bufar exasperado. No entendía qué había pasado, despertó cuando los paramédicos estaban por subirlo a una ambulancia. Casi saltó de la camilla negándose a ser atendido en un hospital por una niminiedad.

—¿Cuál desgracia? Si la que casi muere...

El enfermero llamó su atención al preguntarle, por quinta vez, si no estaba mareado, veía luces o le dolía la cabeza a lo cual negó. Al parecer podía tener una contusión por el golpe que recibió.

De reojo vio que la chica tenía los ojos a nada de derramar lágrimas, no creía que el hombre que la regañaba fuera el novio.

Sintió su estómago revolverse y endureció la mandíbula. La chica estaba por llorar; si el plan era consolarla, el hombre estaba haciendo un pésimo trabajo.

—¡No! ¡No necesito ir al hospital! —exclamó ella—. Tampoco llamarás a Yuki, ya te dije que...

—¡Fue mi culpa! —dijo en voz alta incorporándose provocando que el enfermero que lo atendía lo viera exasperado. Le había estado explicando el cuidado de su herida antes de ser tan repentinamente interrumpido. Los que peleaban lo miraron con sorpresa y enojo—. Ella y yo... Estábamos...

La chica abrió un poco los ojos antes de verlo casi suplicante. Él no sabía qué quiso lograr al interrumpir la discusión, solo sintió que tenía que rescatar a la joven novia que parecía desesperada por escapar de la plática.

—¡Me fui por él! —gritó de pronto la castaña, señalándolo—. Yo no... No estaba segura de quererme casar porque... él me esperaba en la playa... Y...

Syaoran se quedó con la boca abierta y la negación en la garganta, esos orbes verdes lo vieron rogando que siguiera el juego.

El hombre alto casi lo asesinó con la mirada. Pero definitivamente había incredulidad en sus ojos cafés.

Casualidad O DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora