No sabía porqué sus ojos no derramaban lágrimas, llevaba horas esperando sentir algo que no fuera ese vacío existencial que se había expandido en su interior desde que se dio cuenta que jamás llegaría a la iglesia.
Lo tuvo sospechar, el silencio de las últimas treinta y dos horas debieron ser suficientes para que uniera dos y dos.
Eso y que no quiso participar en absolutamente nada de la organización del día más "especial" de sus vidas.
La bebida en su mano ya estaba tibia. La tarde comenzaba a caer por el horizonte y estaba harta de las miradas de lástima que los transeúntes le lanzaban cada que pasaban a su espalda.
Probablemente parecía una loca sentada en la cornisa del muro que separaba el paseo marítimo de la playa con tremendo vestido de novia, sin zapatos, y con una coca cola de dieta que tenía más azúcar que un pastel de moras...
Pésima comparación, pero se entendía su punto.
Meiling intentó detener su huída, Touya buscó a su... ¿debía llamarlo ex?
Negó varias veces con un sonoro suspiro. El idiota la dejó plantada en el altar y aún se preguntaba si era su ex.
Retomando el punto; su hermano buscó a su ex y juró vengarse por no presentarse. Su padre la abrazó segundos antes de que ella se quitara los zapatos y los lanzara a sus ex suegros culpándolos de tener un hijo patán que no dio la cara.
Aunque, ¿hubiera sido mejor que él cancelara todo a treinta y seis horas de la ceremonia?
¡Sí!
Le hubiera ahorrado la vergüenza y el dolor de pies.
Tomó otro sorbo de su coca que ya parecía café y fijó la mirada en la gente de la playa.
Era sábado, por lo que estaba llena de parejas, familias, mascotas y una que otra chica con bikini diminuto que dejaba muy poco a la imaginación.
«Me voy a meter al gimnasio» pensó con enojo recordando a todas esas chicas que tras una ruptura amorosa se ponían súper buenas.
Bebió otro sorbo antes de enchuecar la boca y alejar la botella para fruncir el ceño.
—Debería empezar por dejar de tragar porquerías —masculló antes de soltar otro suspiro.
Miró la hora en su reloj de muñeca y carraspeó al darse cuenta que llevaba dos horas sentada sin hacer nada.
Era raro que no estuviera ahogándose en lágrimas, dada su situación, pero es que por más que quería gritar o hacer drama, algo se lo impedía.
Tal vez tampoco lo amó como decía.
Sintió un fuerte dolor a la altura del pecho, uno que llenó de lágrimas sus ojos y que aceleró el latido de su corazón.
No, definitivamente sí lo amó.
Estaba en shock, eso era lo que tenía.
Y llegaría a casa con los pies negros y adoloridos. Fue mala idea lanzar sus zapatos y salir de la iglesia sin sus zapatillas de respaldo.
Bajó la botella que aún tenía medio litro de líquido y sacudió la pomposa falda de su vestido fingiendo que todo estaba bien.
Regresaría a la casa, sacaría sus cosas y volvería con Meiling al departamento que era más pequeño que una caja de zapatos, pero mucho más acogedor que la estúpida casa en la que invirtió tiempo y dinero para que fuera testiga de su patética historia de amor.
—Ojalá se te pierdan los lentes y jamás los encuentres —gruñó pensando en su galante ex prometido de acento inglés y exagerada labia.
"Señora de Hiragizawa", que ridícula se iba a ver escribiendo eso en todos sus papeles... la salvó de tremenda vergüenza.
Un sollozo escapó de sus labios.
«¡Por fin! Lágrimas vengan a mí...»
Sintió el nudo en su garganta, el picor en los ojos y se preparó para llorar a cántaros para causar más lástima.
Pero entonces, llevó la mirada frente a ella y encontró gente señalando hacia la playa mientras murmuraban.
Y no era para menos, un chico alto de pantalón oscuro y camisa azul marino estaba adentrándose al mar, con zapatos y toda la cosa.
El switch lagrimero de sus ojos se apagó, en cambio, ladeó la cabeza con curiosidad y se mantuvo observando.
Una brisa se soltó a su alrededor, fue tan fuerte que aventó sombrillas, pelotas y cualquier chuchería de poco peso. Movió el cabello castaño oscuro del raro chico hacia el lado derecho, pero este continuó su andar mar adentro.
—¿Se irá a suicidar? —preguntó en un aparente susurro uno de los espectadores.
Fue eso lo que la hizo salir de su trance. Con mucho esfuerzo saltó de la cornisa y cayó en la blanca —y ardiente— arena. Intentó correr pero el estúpido vestido se atoró en una de las rocas.
—Maldita tela barata del... —Jaló con fuerza la falda, escuchó algo rasgarse pero ya no había nada que detuviera su carrera.
Avanzó entre gente que señalaba, tiró algunos castillos de arena y se tropezó con una cubeta.
—¡Ey! ¡Alguien que lo detenga! —gritó.
No entendió porqué la gente la veía como si estuviera loca, solo continuó su camino sintiendo sus pies arder por la arena. Intentaba correr, pero la arena, el vestido, la crinolina y la brisa que seguía haciendo de las suyas, le impidieron tal tarea.
«Auch, auch» pensó cuando algunas conchas se le enterraron en las plantas de los pies.
Al llegar a la arena mojada, descansó un poco, levantó ligeramente la falda del vestido evitando que el agua la tocara y continuó avanzando. El chico ya tenía medio cuerpo adentro del mar.
—¡Oye! —exclamó.
Al verse ignorada, soltó el vestido aunque una ola llegó. No le importó que se llenara de agua salada, quería evitar una desgracia.
En su frenesí por detener lo que creyó que era un intento de suicidio, no se dio cuenta que el chico se había detenido y que sostenía algo en la mano. Tampoco alcanzó a ver cómo este estiró el brazo lo más atrás que pudo para, acto seguido, lanzar al mar aquello que tenía resguardado.
El mar hizo sumamente pesado su atuendo, incluso así, no detuvo su andar.
—¡Oye! No... Lo... Hagas —dijo ella entre aventadas de mar tratando de mantenerse a flote, pues ya estaba brincando, el agua le llegaba casi al cuello .
Ninguno de los dos se dio cuenta de lo ridículo de la escena: Una novia de cabello claro en un peinado profesional ya todo deshecho, con su enorme vestido blanco, y un chico de cabello castaño alborotado que caminó totalmente vestido mar adentro.
Lo que sí notaron fue que el mar les hizo una mala jugada, pues cuando ella finalmente llegó a su objetivo, el mar los movió de manera tan brusca que ella terminó cayéndole encima y empujándolo por debajo del agua, mientras que a ella la marea la jaló tan adentro que el peso de su ridículo atuendo finalmente la hundió.
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Casualidad O Destino
FanfictionCuando la vida no es como la planeas, y la desilusión toca a tu puerta, las decisiones que se toman no llegan a ser las mejores... Ni las más elocuentes. Un clavo saca a otro clavo, ese era su lema y pensaron aplicarlo hasta las últimas consecuencia...