13 De malos entendidos y conocidas.

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Días atrás.

—¡¿Qué hiciste qué?!

Le gente a su alrededor la vio con sorpresa, algunos con extrañeza y otros con aprehensión. Y es que ella era la doctora linda que nunca hacía escenas y siempre tenía una sonrisa en su rostro a pesar de lo mucho que cargaba en el corazón.

Pero no pudo controlar su reacción, su idiota mejor amigo le acababa de confesar el peor de los errores.

Forzó una sonrisa de disculpa y con pasos apresurados, que casi parecieron trote, se encaminó a la primera puerta que vio.

Curiosamente era una bodega, pero no le importó; entró, se encerró y contó hasta a diez... En tres idiomas.

—Es más simple de lo que parece, solo es... ¿Una distracción? No sé cómo llamarlo —explicó cierto castaño que se estaba enredando al hablar.

«Distracción mis polainas» pensó ella mirando hacia arriba mientras recargaba la espalda en la puerta.

—¿Meiling te dejó seguir con esto? ¿Qué estaba pensando? ¿Qué estás pensando? Olvídalo, no estás pensando, eso es claro —respondió ella obligándose a sonar neutral aunque estaba que se jalaba el cabello de la frustración.

Ya decía ella que ese encuentro no terminaría en hola y adiós.

—Tomoyo... Ella me entiende... —susurró su amigo—. De alguna manera nos distraemos lo suficiente para no... Ahogarnos.

Esa última palabra la dijo en voz tan baja, tan llena de dolor, que ella sintió que el corazón se le desgarró.

¡Ella también lo entendía! El muy distraído jamás supo lo mucho que le dolió verlo con otra, como se tuvo que tragar las lágrimas al verlos de la mano o besándose, como negó su atracción cuando Akiho la confrontó, años atrás.

¿Dolor? ¡Ja! Ella era tenía una maestría en la materia.

—Syaoran, está mal —refutó con firmeza—. ¿Cómo sabes que no saldrán heridos? ¿Que esto no va a empeorar su situación?

Lo escuchó suspirar y maldecir, creyó haber llegado a él en cierta manera y que se retractaría de su estúpida idea de novios de chocolate.

—Porque ella estuvo a punto de casarse... Lo amaba a ese grado y Akiho... Bueno... No tenemos espacio para enamorarnos, por eso lo hicimos.

Claro, ya odiaba al doctor Hiragizawa, ahora lo detestaba porque en su estupidez y negligencia, terminó por aventar a su ex a los brazos de su mejor amigo.

¿Cómo podía ser el mundo tan, pero tan pequeño?

—Dios, está mal, esto está mal —masculló con cierta desesperación—. Lo peor es que quieres que siga la mentira, ¡no conozco a Sakura!

—Sí... De eso te quería hablar...

Y Tomoyo silenció su teléfono antes de azotar la cabeza en la puerta a su espalda.

Terminaría mal, todo ese asunto iba a terminar peor que mal.

Terminaría mal, todo ese asunto iba a terminar peor que mal

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Casualidad O DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora