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La primera vez que intentó abrir los ojos sintió que todo se le venía encima, pero eso no evitó que diera una mirada por el lugar donde se encontró. Sintió sus latidos acelerarse y es que no reconocía el lugar, eso le facilitó que los recuerdos de lo sucedido regresaran a su mente en avalancha, arrancándole un jadeo. Luchando contra el mareo que le hizo cerrar los ojos por un par de segundos, intentó ponerse en pie y escapar; apartó entre sus manos las suaves sábanas de la cama donde se encontró descansando; sin embargo, un pequeño dolorcito en su mano lo hizo abrir los ojos y fijar su mirada en esta y operan con atención la delgada manguerita que salía de la misma. 

Ahogó un quejido de desesperación al recordar aquel hombre aferrado a su cuello, el como se siente débil en cuestión de minutos y, más aún, aquel desconocido que lo rescató. Intentando calmarse y dejar a un lado el miedo que estaba paralizando, consiguió sentarse aunque se sintiera morir en el proceso; debía salir pronto de ahí, no quería pensar ni como estaría Gustabo de preocupado, lo mataría. 

Se observaron en una habitación lo bastante amplia y lujosa que, en otras circunstancias, se hubiera dignado a apreciar, los colores grises que la conformaban lograron remover algo dentro del pelirrojo, recordando aquellos ojos que le robaron el aliento; sin embargo, todo eso quedó atrás cuando escuchó la perilla de la puerta ser girada. En su desesperación, tomó una de las almohadas y la colocó frente a él, porque claro, para Horacio eso era mejor que nada. En su condición, independientemente de lo que tuviera a su alcance, no podría defenderse. 

Observó con atención y recelo al recién llegado, el cual llevaba consigo una bandeja con un par de tazas y, por el momento no le prestaba atención mientras intentaba cerrar la puerta con las manos ocupadas. Es así que Horacio pudo permitir apreciar aquel hombre gigante, le calculaba unos dos metros y es que él con su 1.81 seguro se vería como una hormiga en comparación ante aquel fortachón. La tonalidad grisácea de su cabello lo hacía ver incluso más pálido de lo que ya era y, por unos segundos, le pareció estar frente a un muerto. 

Cuando el desconocido giró en su dirección sintió su corazón detenerse. Es que esa mirada, joder con esa mirada tan desprovista de emociones podría tenerlo de rodillas en un par de segundos y si su voz era como recordaba, que dios lo ampare. Intentó despejar su mente de aquellos pensamientos poco sanos, de nada conocía a aquel hombre y nada le aseguraba que no era otro pervertido con fetiches extraños por la sangre. 

- Finalmente despertó ... -Exclamo el contrario, con un marcado acento. Recordó que al conocerlo le habló en un idioma que lo descolocó pero, con esa voz le podría escuchar orar el credo y aún sin ser creyente, se tiraría al suelo a rezar como el más fiel católico. 

- ¿Quién eres? Yo ... ¿Cómo terminé aquí? -si hubiera podido se daría una estrellita por hablar sin que su voz temblara, sin que se notara el miedo y deseo en esta. Dejando a un lado la almohada, llevó su mano libre a quitarse la vía por si se veía en la necesidad de escapar; sin embargo, lo dicho por el contrario lo hizo detenerse. 

- Ni lo intente, sabe bien que si intenta ponerse en pie volverá a desmayarse. -Exclamó el más alto, dejando la bandeja con las tazas y un platito que parecía tener galletitas en la mesita de noche al lado de la cama.- Ya es sorprendente que lograra despertar, casi muere ahí. 

Le fue imposible ignorar la mirada desaprobatoria que el contrario le lanzó, tratando de no formar un puchero en desacuerdo. Venga ya, que el único que podía regañarle era Gustabo, los demás podían irse a tomar por culo si lo intentaban siquiera. 

- Fue atacado en un callejón, un hombre intentó abusar de usted y lo lastimó. -Relató, no apartando en ningún momento sus ojos de los del contrario.- Yo caminaba por la zona y escuché algunos ruidos, logré incapacitar a su atacante y lo traje a mi hogar. Pude atenderlo y hacer una transfusión rápida, me debe la vida. 

Estuvo a nada de quejarse ante aquel tonito de suficiencia en sus últimas palabras, pero no lo hizo pues lo que él recordaba no era exactamente así. Él se encontró huyendo de esos hijos de puta que solo buscaban robar lo poco que él y su hermano tenían, escaparon, se separaron y luego se vio atrapado en el callejón por ese extraño hombre. Un pequeño rubor coloreó sus mejillas al recordar lo sucedido, como lo mordió sin previo aviso y la ola de placer que lo llevó a la inconsciencia. ¿Por qué lo mordió? Por inercia llevó su mano a la altura de su cuello, recordando la deliciosa sensación, sintiendo la venda en aquella zona y el pequeño dolorcito que ahora sintió. 

¿Presa o Cazador?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora