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Viktor Volkov, el comisario de corazón congelado y con un carácter que podría competir incluso con el de su superior, el superintendente Conway, se encontró acariciando con suma suavidad los cabellos de Horacio. No podía describir lo que sintió al verlo agitarse entre sueños, soltando quejidos lastimeros que sólo conseguían acrecentar esa ansiedad y necesidad de protegerlo.

En el mundo en que se vio obligado a vivir desde hace unas décadas, estas situaciones eran el pan de cada día. Seres desagradables que se aprovechaban de chavales indefensos como el pelirrojo; sin embargo, hay unos cuantos que se negaban a seguir aquellos instintos primitivos, que sufrían por no perder la poquita humanidad que les quedaba. Muchos de estos se encuentran ahí en Los Santos, escapando de las burlas y ataques de quienes los creían débiles y una vergüenza para su especie.

Viktor y Jack se conocieron una década atrás, ambos con un turbio pasado que sólo sirvió para reforzar esa extraña amistad, pero además de ello se complementaban en muchos sentidos. Ambos poseían dones que los convertía en un dúo letal y perfectos agentes oficiales. Ahondar en esa historia, en cómo se conocieron y los regalos que obtuvieron al "despertar" en esta nueva vida sería un poco extenso, pero no será en este momento.

Los toques insistentes en la puerta lo estaban distrayendo de su tarea: intentar descifrar que tenía aquel joven de cresta para atrapar su atención. Maldijo mientras abandonaba su lugar al lado del enfermo y camino fuera de la habitación para abrir la puerta. Se sorprendió un tanto al no ver al rubio ni a su jefe, pero más aún cuando la puerta de la otra habitación se cerraba muy suavemente.

Sin querer pensar de más en ello, esperando que su superior luego se dignara a darle respuestas, abrió la puerta sin preguntar, pues el aroma de aquel recién llegado era más que conocido para él.

- Hasta que apareces, joder. - Exclamó el ruso, apartándose para que su compañero ingresara.

- ¿Está bien Gustabo? - Cuestionó de primeras, volviendo a sorprender al peliplata.

Venga ya, ahí sí que había mambo del bueno. Conway y Greco interesados ​​en la misma persona, eso sí que sería divertido de ver. Qué sí, el rubio era guapo, pero sí lo ponías al lado de su hermano, este quedaba totalmente opacado. Con esos ojitos verdes y esa brillante sonrisa podría volver retrasado a quien sea.

-Sí, es su hermano quien te necesita. - Respondió sin más, cerrando la puerta y encabezando la marcha hasta la habitación del pelirrojo. - Lo mordieron.

- ¿Él está ...

- No, no lo consiguió. - Interrumpió el ruso, ingresando a la habitación de Horacio y regresando a su lugar, cambiando los paños con los que intentaba bajar la fiebre. - Pero esta intoxicado, eres el único que puede ayudarlo.

- Joder ... - Murmuró el comisario de barba al ver el estado en que se encontró el pequeño humano. Se acercó un poco más a él y se dedico a olfatear en su dirección, pasando su nariz muy cerca de su cuello. - Está muy mal, Volkov ... No sé si funcionará.

- Me importa una mierda lo que creas, no pierdas más el tiempo. - Respondió el ruso quizá más furioso de lo necesario, verlo tan cerca de Horacio casi le hace perder los papeles y tirar se sobre él para alejarlo. - Cúralo.

Greco observaba con curiosidad a su compañero, pero sin darle muchas vueltas asintió mientras retiraba su chaqueta y arremangaba un tanto su camisa. Dejó descubierto parte su antebrazo derecho y sin mucha ceremonia, llevó su muñeca hasta sus labios y abrió esta de un mordisco.

Era bueno que uno de sus dones otorgados fuera de la imunidad al dolor, porque para el ruso fue inevitable hacer una mueca ante la agresividad de la acción.

¿Presa o Cazador?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora