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- ¡Déjelo tranquilo, viejo!

Horacio estaba ya hasta la polla de Conway. Llevaba ya un buen rato intentando acercarse a su hermano, pero el viejo no se lo permitía, aferrándose al cuerpo inconsciente del rubio y retándolos con la mirada a que lo apartaran.

- Horacio, cálmese. - Pidió Volkov en tono conciliador, acariciando suavemente su mano.

Tras ellos se desataba un incendio, pues nada más haber terminado con cada galón de gasolina, no tardaron en prender fuego a la abandona estructura, eliminando todo rastro de lo sucedido y el aroma de los dos implicados. ¿Pero eso les importaba? En absoluto, como si de niños se tratara estaban teniendo una pequeña discusión sobre quien conduciría y quien se haría cargo de Gustabo.

El superintendente estaba loco si creía que dejaría en sus manos a su hermano otra vez, primero muerto. Volkov había intentado mantenerse fuera del problema, pero estaban perdiendo minutos importantes y ya faltaban pocas horas para amanecer.

- Pero vamos a ver, ¿pueden callarse? - Gruñó el ruso ya harto de aquella infantil pelea. - Aún no sabemos cómo terminó aquí con el mecánico, necesitamos respuestas y este no es el lugar indicado.

- No servirá de nada. - Refunfuñó el menor, desistiendo y terminando por apoderarse del asiento delantero, pues el ruso se disponía a conducir. - Pogo nunca deja que Gustabo recuerde lo sucedido, para poder saberlo tendremos que hablar con ese hijo de puta.

Optaron por ir a casa del superintendente, pues Horacio se negaba a dejarlos solos y el mayor no tenía intención alguna de soltar al rubio. En cierta forma era gracioso como un hombre mayor y de una especie superior tomaba esas actitudes, pero el ruso no lo culpaba, si fuera Horacio quizás hasta peor estaría.

Llegaron a la residencia del vampiro pelinegro, ingresando con rapidez ,no sin antes revisar el entorno. Horacio tenía el rostro cubierto, pero Gustabo no; abrazando aún más al hombre entre sus brazos, Jack consiguió ocultar el rostro de este en la curvatura de su cuello. No podían arriesgarse a ser vistos, uno no sabía cuando estaba siendo observado.

Gustabo fue recostado con sumo cuidado en uno de los sofás, siendo cuidado por Horacio mientras Conway iba a por un botiquín de primero auxilios. Ambos vampiros estaban algo inquietos, el espacio cerrado sólo servía para que se ahogaran con la fragancia de aquellos dos humanos que los atraían y ya había pasado buen tiempo desde que cazado. Sus gargantas ardían, sedientos de aquellos dos, pero la preocupación por el estado de Gustabo los mantenía un tanto alertas y era más fácil ignorar aquella frustrante sensación.

- ¿Puede despertarlo, comisario? - Pidió Horacio, observándole con aquellos ojos llenos de tristeza y preocupación, instándole a rodear lo con sus brazos y alejarle de cualquier mal, pero al final resistió sus impulsos y asintió.

Tomó asiento al lado del joven y llevó sus labios hasta su oído, todo bajo la atenta mirada del peliazul. Era la primera vez que veía en acción al comisario, en la cabaña logró dormir a su hermano de una forma que hasta lo asustó, pero debía admitir que solo le causaba mayor curiosidad. Ansiaba ver a Volkov en acción nuevamente, todos afirmaban que era alguien poderoso y su don era de los más fuertes, deseaba poder confirmarlo con sus propios ojos, aunque lo que solicitaba era algo insignificante.

- Despierta, Gustabo. - Susurró el más alto, no apartando en ningún momento su grisácea mirada de la ajena.

Horacio dejó escapar un jadeo de la sorpresa al ver a su hermano despertar de forma abrupta, como si una pesadilla horrible le hubiera quitado el sueño. Boquiabierto, intentaba calmar al más bajo, pero era imposible dejar de admirar al comisario; sí, eso era sólo una milésima parte de lo que el ruso podría hacer, pero aún así era sorprendente.

¿Presa o Cazador?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora