- ¡Joder, Gustabo! - Exclamó un molesto Horacio mientras daba vueltas por la sala en espera de su rubio hermano. - Como Yun me rete otra vez por tu culpa, te irás caminando.
Habían pasado un par de semanas desde que iniciaron a trabajar en el taller y ambos se sentían más cómodos que nunca en su vida. En un principio habían sido un completo desastre, especialmente Horacio, pero pronto le agarraron el ritmo y ahora eran incluso elogiados por su jefe; sin embargo, por culpa de Gustabo, en más de una oportunidad habían sido regañados por su terrible impuntualidad.
- ¡Esa maldita alarma no suena, Horacio! - Se quejo el más bajo, acercándose al de cresta, abrazándolo de la cintura al tiempo que lo movía de lado a lado, soriendo cuando la expresión de molestia fue reemplazada por una melodiosa risa.
- Yun nos va a matar.
Ante la mención de su jefe el rubio terminó por soltar al más alto y ambos abandonaron su residencia en dirección a su recién adquirido audi. Tal y como le aseguró Volkov al peliazul, el superintendente había accedido a brindarles un medio de transporte, días después se enco tiraron con un muy incomodó y distante ruso que los acompañó a adquirir el auto.
Desde aquella noche, tanto Gustabo como Horacio, habian notado que los mayores escapaban de ellos. La actitud de ambos era distante e incluso no sabían de ellos desde que el ruso les informó de sus nuevas directrices. En un principio eso había aliviado a los hermanos y es que así tuvieron tiempo para poder aclarar sus sentimientos con respecto a lo sucedido la última vez que estuvieron ambos oficiales en su casa; ahora solo era irritación.
Los hermanos se dirigieron a su centro laboral y una vez llegaron, corrieron a colocarse el mono color gris, agradeciendo al cielo que Yun o Armando no estuvieran cerca, pero nada mas salir de vestidores se encontraron con el primero observándoles con desaprobación.
- Talde otla vez, me cago en puta. - Gruñó el pelirrojo, cruzando ambos brazos sobre su pecho mientras esperaba alguna explicación por parte de ambos.
- No hay mucho para defendernos, chino. - Se excusó Horacio, rascando su nunca mientras apartaba la mirada avergonzado.
- Es mi culpa, chino. - Respondió el rubio, esbozando una pequeña sonrisa que fue borrada con rapidez al no ser correspondida. - Tengo el sueño pesado, tío. La alarma nunca me despierta y para cuando Horacio nota que sigo dormido, ya es tarde.
- Tienen suelte de que Almando no este hoy aquí. - Refunfuñó el más bajo, dejando escapar un suspiro resignado. - Horacio, ve y ayuda a Emilio con el patrulla que acaba de llegar. - Nada más vio que este adentia y se retiraba casi corriendo del lugar, dirigió nuevamente su mirada al rubio. - Tú, pol taldon, tendlás que il a hacel el inventalio de las piezas que lecién han llegado.
- Pero, tío...
- No quielo quejas, cablon. - Interrumpió el pelirrojo, ocultando su sonrisa hasta que el más alto se alejo renegando.
Desde que aquellos dos habían llegado al taller las cosas se volvieron incluso más divertidas que antes, todos no demoraron en agarrar cariño a aquellos dos particulares hombres. Armando había sido más que claro y los necesitaba cerca, era de suma importancia descubrir que relación tenía con Conway y como usarla en su beneficio, pero había ya más de uno que se cuestionaba si eso sería buena idea.
Pará Yun, Horacio era como un niño, buscaba siempre sus elogios y que apreciará sus logros en el taller, a diferencia de su hermano que era todo un demonio. El mayor de los adoraba picar a los oficiales que visitaban el taller y junto con Emilio se vieron en problemas más de una vez. Su organización, más que una mafia cualquiera, se consideraban una familia.
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¿Presa o Cazador?
VampirePara Horacio y Gustabo, las historias tan tétricas que escucharon sobre la ciudad de "Los Santos" solo consiguieron incrementar las ansias de conocer aquel lugar. "Nada puede ser peor que lo dejado atrás", se consolaban y motivaban a sí mismos sin d...