Otra vez habían fallado, nuevamente aquellos hijos de puta se habían llevado a uno de los suyos. Volkov y Conway estaban hartos de perder, cansados de solo observar como se iban llevando a los integrantes del cuerpo de uno a uno. Desde vampiros hasta humanos, no había distinción para aquella mafia, solo el sádico deseo de torturar al superintendente y a su perro faldero, el rusito corazón de hielo.
El comisario observaba impasible el cuerpo destrozado de quien en vida fue un joven vampiro, recién llegado y con la emoción de cualquier chiquillo por hacer cumplir la ley, de haber escapando de esa vida como depredador sin corazón; sin embargo, se lo habían arrebatado. No conocía mucho al nuevo pues desde la pérdida de Ivanov se privaba de aquello, no queriendo relacionarse más de lo necesario con sus compañeros por el miedo a que eso se repitiera. Desgraciadamente, sucedió y de igual forma dolía, el sentirse inútil y no ser capaz de proteger a las personas a su cargo seguía ahí.
Su compañero Greco lo ayudó a ponerse en pie e ingresar a comisaría al igual que a su jefe, pues no estaban seguros de si habían tiradores o alguien de la mafia se encontrara en el lugar. Ya había organizado a la malla, había realizado un perímetro y ahora se encontraban esperando a que los forenses se presentaran en el lugar para alzar el cuerpo.
El comisario de barba observaba preocupado a su jefe y compañero, entendía bien lo que debía estar atormentándolos en ese momento pero, no era momento para eso. Si bien ellos había sido más cercanos a Ivanov, eso no quitaba que también eran sus compañeros y el perderlos fue un golpe duro para todos; sin embargo, ya estaba hasta la polla de solo perder. Mientras ellos sufrían esos hijos de puta seguro y estarían celebrando.
- Super. -Habló Greco, enfocando su mirada en los oscuros ojos de su superior, no dejándose intimidar por la fuerza que este siempre emitía, aunque justo ahora se viera opacada.
- ¿Dónde están los humanos? -Cuestionó el aludido, no apartando la mirada de su subordinado.
En ese mismo instante ambos humanos ingresaron a la oficina del vampiro, cada uno con un objetivo fijo. El rubio caminó hasta el escritorio de Conway, ocupando su lugar sin apartar en ningún momento la mirada de aquellos ojos oscuros que lo tenían todo loco; aunque no quisiera admitirlo, se le estrujaba el corazoncito al ver el dolor reflejado en su mirada y como esta, ya sea producto de la rabia o del dolor, tenía un matiz más rojo que de costumbre.
Greco observó aquella escena y, aunque no le agradaba en absoluto el acercamiento entre ambos, solo atinó a suspirar y proceder a abandonar la oficina. Él podría hacerse cargo, sabía bien que su superior le tenía plena confianza y solo por hoy el mayor de ellos merecía un ligero descanso, pues incluso cuando Ivanov y Gonetti fallecieron, no se dio el lujo de dejar comisaría sola.
El mayor de los hermanos colocó su mano sobre el escritorio y sonrió muy levemente cuando el vampiro frente a él hizo lo mismo con la propia, hasta entrelazar sus dedos con algo de fuerza. Jack observaba al humano, intentando anclarse a aquellos ojos azules para no perder la razón, para no terminar hundido en sus recuerdos tormentosos. Lo necesitaba, se aferraría a él para poder mantenerse cuerdo y hacer su trabajo, porque aunque le doliera pensando, quizá los siguientes en acabar estampados frente a comisaría serían aquellos dos humanos que habían puesto su mundo patas arriba.
Por otro lado tenemos a Horacio, el cual desde que entró en oficina, perdió la razón nada más dio con la mirada rojiza del vampiro ruso. Se debatió por unos segundos sobre que hacer, pero al final el dolor en aquel hombre que lo tenía tan confundido, terminó por convencerle y dirigirse hasta el sofá. Sentándose a su lado, intentó ordenar sus ideas y poder decir algo que pudiera hacerlo sentir mejor; pero eso no fue necesario. Dio un pequeño brinco, sorprendido, al sentir los brazos del más alto rodearlo casi con desespero, pero eso no lo detuvo de corresponder el abrazo.
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¿Presa o Cazador?
VampirePara Horacio y Gustabo, las historias tan tétricas que escucharon sobre la ciudad de "Los Santos" solo consiguieron incrementar las ansias de conocer aquel lugar. "Nada puede ser peor que lo dejado atrás", se consolaban y motivaban a sí mismos sin d...