Aún cuando Gustabo logró evadir a sus perseguidores, eso no evitó que continuara corriendo con la esperanza de que la distancia entre ellos sea cada vez mayor. Algunos minutos después, viéndose ya en calles un poco más concurridas, ignorando las miradas curiosas que le daban ante su aspecto y lo agitado que se notaba, decidió tomar un taxi para regresar a casa. Que sí, era un recién llegado y podía ubicarse bastante bien, pero después de ese día no volvería a ir caminando a ese maldito barrio en lo que le restaba de vida.
Además de ello, necesitaba estar ahí para cuando Horacio regresara, porque el crestitas regresaría, no permitiría que rompiera su promesa. La presión en su pecho lo llevaba a sentir que quizá las cosas no iban bien, pero se negaba a dejarse vencer por el pánico, tenía que mantenerse fuerte tal y como lo hizo por años.
Pagó al taxista cuando se detuvo frente a su hogar, abandonando el auto mientras buscaba entre sus bolsillos su copia de la llave. Cuanto deseo que Horacio estuviera ahí, que hubiera llegado antes que él pero no, no fue así; ingresó en su morada, cerrando la puerta tras él y buscando en el baño su pequeño botiquín de primeros auxilios.
Se sentó en el sofá y procedió a esperar al menor, observando la hora en su celular. Solo 30 minutos más le daría sino, saldría a buscarlo sin importar que aquellos desgraciados lo estuvieran aún buscando. Recostó su cabeza contra el respaldo del mueble y se dio unos segundos para relajarse, los nervios y la adrenalina minutos atrás no le dejaron notar lo cansado que se sentía, estaba hecho mierda y moría de hambre. Luchó contra los impulsos de tomar su celular y marcarle a su hermano, pero la idea de que este se encontrara escondido y su llamada terminará por delatarle lo preocupaba.
Los minutos pasaron, pronto dejó la comodidad del sofá y caminó por la sala, intentando calmar su ansiedad de alguna forma. Llevó su diestra hasta sus rubios cabellos, tirando un poco de estos en desesperación.
Ni un minuto más. Cuando la media hora se cumplió, pidió un taxi por una app y se dirigió a comisaría. La última vez que perdió a Horacio de vista, a nada estuvo de palmarla; para Gustabo era una tortura que de las veces que se vieron enredados en problemas, siempre fuera el de cresta quien pagara por sus errores.
Ganas no le faltaron para darle un par de golpes al conductor y pedir que acelerara, pero se esforzaba en mostrarse calmado y no sucumbir ante su ira y preocupación. Cuando estuvo frente a la comisaría pagó con rapidez y casi corrió al interior de esta. Frunció levemente el ceño al notar el lugar vacío, ningún oficial en la zona de recepción que pudiera auxiliarlo.
- ¿Hola? Por favor, necesito ayuda. - Exclamó, alzando lo suficiente la voz con la espera de que alguien apareciera. Y es que sino recibía ayuda policial, está estúpida ciudad conocería quien era Gustabo García. Los Santos ardería si es que no encontraba pronto a Horacio.
Gruñó frustrado, pateando el suelo con rabia pero pronto su atención fue robada al escuchar una ronca risa tras él. Se giró buscando a quien se atrevía a burlarse de él, dispuesto a liarse a golpes, más si era un policía.
Un hombre de oscuro cabello le devolvía la mirada con clara diversión. Sus brazos se mantenían cruzados sobre su pecho, observando con atención al recién llegado. El rubio se encontró observándole con atención y es que debe admitir que aquel hombre, para estar algo mayorcito, no era nada desagradable a la vista. Aquella camisa blanca marcaba bien sus fornido brazos y, aunque desde siempre se consideró asexual, los hombres guapos en traje eran dignos de admirar. Frunciendo aún más el entrecejo le sostuvo la mirada, evitando que notará el ligero interés que le había causado.
- ¿En que puedo ayudarlo? - Cuestionó el recién llegado, con aquella voz grave que causó un ligero estremecimiento es todo su cuerpo. Le calculaba un poco más de 40 pero sin pasar a base 5 todavía y joder, no era posible que se mantuviera tan bien conservado en esa ciudad de los cojones.
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¿Presa o Cazador?
VampirePara Horacio y Gustabo, las historias tan tétricas que escucharon sobre la ciudad de "Los Santos" solo consiguieron incrementar las ansias de conocer aquel lugar. "Nada puede ser peor que lo dejado atrás", se consolaban y motivaban a sí mismos sin d...