Capitulo VII "Promise y Gloire"

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Lo único que podía pensar es...“Te amo papá.

Discretamente lo miré, él se encontraba perdido en los ojos azules de mi mamá quien sonreía también con sus mejillas sonrojadas, definitivamente el amor entre papá y mamá era el amor más hermoso que había visto en mi vida y anhelaba poder encontrar uno así. Sonreí, era un momento de mucha tranquila.

Volvamos en el pasado un tiempo, específicamente a la noche de la fiesta de los Gracefield, la condesa Diana Promise se encontraba recostada en la cama mientras Emma a su lado sollozaba siendo consolada por Ray, Isabella y Leslie miraban todo desde la puerta al igual que Yuugo quien aún se encontraba ligeramente shockqueado por la propuesta del duque que se había ido hace unos momentos.

Su mirada viajó a su hermosa esposa quien lo miraba con una sonrisa cansada, logrando que el corazón de Yuugo se quebrara, odiaba ver a Diana así, ya habían pasado por este proceso y era de todo menos agradable, jaló el cuello de su camisa como buscando aire, Isabella puso sus hermosos ojos violeta sobre él he inmediatamente tomó a su esposo de la mano saliendo del cuarto.

—Ray, te necesito abajo en unos minutos -fue lo único que dijo la marquesa-

Yuugo la vio irse y sonrió, conocía a Isabella desde niños al igual que a Diana, de hecho su familia había intentado que Isabella y Yuugo se casaran, pero en cuanto Yuugo se enteró de aquello se negó rotundamente ya que primero; no tenia sentimientos por la oji-violeta y segundo; él sabía que ella tenia sentimientos por cierto marqués, pero eso es agua pasada, Yuugo agradecía que Isabella entendiera lo delicado que era este asunto.

Al oír el tono de su madre Ray comprendió la situación, le deseó lo mejor a su tía y besó su mano como todo buen caballero, luego puso su mano cariñosamente en el hombro de Emma y esta sonrió de manera tierna aún con sus ojos húmedos, se despidió de su tío y salió de la habitación.

Emma no pudo contenerse y empezó a llorar de nuevo, Diana la miraba angustiada.

—No llores Emma, vas a h-hacer que yo también llore

La voz de Diana se escuchó como un quejido y Yuugo se acercó, se sentó en el costado de la cama y jaló a Emma del piso y tal cual como cuando era bebé la hizo sentarse en su regazo y con su mano libre ayudo a Diana a sentarse, las abrazó a ambas quienes al sentir el calor del hombre que amaban no pudieron evitar soltarse en un fuerte y doloroso llanto, lo que provocó que el hombre sintiera ciertas ganas de llorar también, pero las ocultó.

Emma lloraba porque estaba preocupada por la salud de su madre, Diana lloraba porque no le gustaba ver a Emma llorar y menos por su culpa y Yuugo, él simplemente se hacía el fuerte como de costumbre, pero en el fondo era un ser muy noble y odiaba ver a sus amadas llorar.

—Ya ya, no sean tontas -palmeó las espaldas de ambas- mamá esta bien, solo cansada, esta semana fue complicada por los negocios ¿no, amor?

—¡Sí! -sonrió la rubia- seguro debe ser eso

—¿Ves, antenita? No hay nada de que preocuparse -sonrió el pelinegro-

Ambas mujeres sonrieron, aunque no era un secreto para ninguno de ellos que Diana iría al medico mas tardar mañana, pero por ahora intentarían sonreír. La rubia se levantó de la cama con ayuda y salieron de la habitación, bajaron las escaleras para irse, inmediatamente Anna fue avisada y fue al carruaje a preparar el asiento de Diana, le dolía irse sin haber visto de nuevo a aquel chico, pronto los Promise llegaron y subieron al carruaje y se encaminaron a la mansión.

 La rubia se levantó de la cama con ayuda y salieron de la habitación, bajaron las escaleras para irse, inmediatamente Anna fue avisada y fue al carruaje a preparar el asiento de Diana, le dolía irse sin haber visto de nuevo a aquel chico, pronto ...

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The Marchioness of the BroomsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora