Capitulo III "Tan cerca y tan lejos "

325 42 107
                                    

Sus ojos se cruzaron, la mirada azulada de la muchacha se cruzó con la mirada iridiscente de Ray, el tiempo pareció detenerse, ella se sonrojó al mirar a aquel guapo azabache mientras que él se dedicó a mirarla detalladamente, rostro pequeño, cejas pobladas, nariz pequeña y unos muy bonitos ojos azules mas lo que verdaderamente le llamó la atención de ella fue su largo cabello negro, era una sirvienta bonita, pensó Ray sin darle mayor importancia y volvió su vista a su cena, para tristeza de la joven azabache quien después de servirle, se fue.

La comida siguió su curso entre charlas de los aristócratas, charlas sobre negocios, fiestas, viajes, para Ray era un concurso de “yo gasté mas que o algo así por el estilo podía pensar en los pocos momentos en que Emma utilizaba su boca para comer y no para hablar como una cotorra borracha.

—Y entonces, señor don Emo ¿por qué llegaste antes de lo esperado?

—Me adelantaron por ser mas inteligente que el resto de mis estúpidos compañeros llorones

—Tan sensible como siempre -dijo Emma mientras un pedazo pequeñito de langosta se escapaba de su  boca-

—Y tu tan educada como siempre -volteó los ojos-

—¿Esta es una de las veces donde se agregaría un nótese el sarcasmo al final de tu oración?

—¿Tu que crees, cabello de mango?

Emma soltó una risita que tapó con su mano, si lo quería podía ser educada, amaba escuchar de nuevo el sacarnos y la venenosa habla de su amigo.

—En fin ¿Por qué no me avisaste nada de tu llegada prematura?

—Porque tenía los planes de no mostrarme ante ti por lo mínimo hasta después de haber dormido dos semanas, pero ya ves, la marquesa Gracefield tenia otros planes

—Y me alegro que la tía Isabella te sacara de casa, necesitas ver gente, eres un antisocial y aburrido

—Y tu eres irritantemente alegre

—Pero así me amas -sonrió Emma- no puedes vivir sin mi

—Viví muy bien sin ti mientras estuve en Suiza -Ray la ignoró mientras veía como su plato que apenas y había tocado era cambiado por una porción de soufflé- dulces, odio los dulces

—¡Damelos a mi! -dijo Emma intentando tomar su plato hasta que siente la mirada asesina de Diana- sabes que, mejor no, los dulces engordan

Ray medio sonrió ¿lo bueno de Emma? No te aburrias nunca, si bien solía decirle que le faltaba mucho para ser una señorita de alcurnia, él, muy en el fondo no creía eso, Emma era muy hermosa, era delgada y de una estatura adecuada para una dama, ni muy alta pero tampoco baja, no tendría muy grandes atributos pero creía que poseía una proporción adecuada que la hacía lucir muy elegante con todo lo que vistiese, un cabello llamativo que le llegaba hasta su espalda media -a diferencia de su infancia donde estaba corto- y unos luminosos ojos verde esmeralda, aunque lo que mas adornaba a Emma, mas que su sonrisa claro esta, era su aptitud, ella era una persona con la que quisieras estar, era amable, respetuosa y justa.

Sin duda alguna.

Toda una dama.

Miró a Emma comer, se quiso reír al notar como Emma se contenía de devorar todo el soufflé de una sola vez, él por otro lado apenas y lo tocó, no era una persona que le gustasen las cosas dulces, eran pegajosas, llamaban insectos, manchaban mucho la ropa, simplemente no eran el estilo de Ray, quien tomaba sin azúcar su café mañanero.

The Marchioness of the BroomsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora