Capítulo IV "Entre Margaritas y tulipanes "

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Los días habían pasado ya desde que aquella magnífica fiesta había sido llevada a cabo en la casa de los condes, se podría decir que todos habían vuelto a su rutina diaria, entre ellos Anna quien laboriosa como siempre limpiaba el cuarto de Emma mientras la susodicha se probaba vestidos.

-Anna ¿que tal este? -pregunto Emma mientras se paraba frente al espejo con un vestido azul celeste con vuelos color azul oscuro-

La rubia lo miró, su patrona se veía hermosa y es que Emma era tan preciosa que todo le quedaba bien según Anna.

-Muy hermoso mi lady

-Anna - gruñó Emma a lo que la rubia rió- como sea ¿y este?

Ahora Anna podía observar un hermoso vestido fucsia que tenía una flor en el área del busto y algunos diamantes a lo largo de la falda para finalizar con algo de delicado encaje francés.

-Muy bonito, ese color resalta en contraste de su blanca piel

Emma sonrió mientras seguía rebuscando entre sus vestidos, mientras tanto Anna seguía limpiando y pensado en lo que había hablando con su nueva amiga Azraq, la peliazul tenia razón en eso de que Anna quería ayudar a Emma, Anna solía decir que lo que hiciesen o dejasen de hacer los patrones no era problema de la servidumbre -específicamente de ella- ya que lo único que a ella concernía era limpiar y obedecer siempre y cuando no se le pidiera algo que violara las leyes humanas o de Dios y no es por presumir, pero Anna sentía que era buena en eso, ella sentía que ser invisible era su especialidad.

Ratri solía pensar que no llamaba demasiado -casi nada en realidad, según ella- la atención de la gente sin importar cual fuese su sexo -cuando en realidad era todo lo contrario- por ende sentía que era casi un cero a la izquierda en el mundo.

Y aquello le agradaba de cierta manera, no deseaba sentirse notada.

Mas sin embargo, aunque como ella decía no era su problema lo que hicieran los patrones no podía evitar pensar en aquello que había escuchado hace unas semanas atrás.

Flashback

La pequeña rubia se encontraba limpiando la baranda de la escalera, luego de pulirla y asegurarse de que Nat al pasar pudiera admirar su reflejo, salió en busca de algún plato o taza esparcida por la casa, sabía que las sirvientas ya debían haber buscado allí, pero aveces el conde acostumbraba comer cosas dulces a escondidas de las condesa pues esta solía decirle que no era bueno para su salud tanto dulce, así que los sirvientes -obviamente cubriendo su delito- solían caminar por la casa buscando residuos de dulces, platos con chocolate o tenedores sucios.

De repente se le ocurrió que el lugar mas lógico para buscar aquel cuerpo del delito, seria el estudio del conde, fue entonces que en silencio se aproximo al lugar que pensó -erróneamente cabe destacar- que estaba vacío, fue entonces que se cruzó con aquella conversación que iba a desencadenar un montón de acontecimientos.

-Oh vamos querido, no es algo malo -dijo la rubia condesa con su voz cantarina-

-Lo se, Diana -dijo Yuugo algo exasperado- se que no es malo y eso, pero me preocupa Emma

-Solo porque no ha mencionado nada acerca del matrimonio no significa que debas preocuparte Yuugo, tiene 17 años, aún es joven, esta descubriendo muchas cosas, entre ellas a si misma

-Pero es que, a su edad la mayoría de las niñas sueñan con su príncipe azul, pero Emma mas bien sueña con ser ella el príncipe, no quiere ser rescatada como toda niña

The Marchioness of the BroomsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora