A medida que se acercaba la graduación de 1975, no pasaba un día sin que pensara en lo bien que había hecho al no decirle a Fluke que no.
Había sido una buena decisión, tanto para mí como para él, puesto que los dos nos relajamos: yo dejé de ladrarle y el dejó de pelearse conmigo sobre su programa de entrenamientos.
Costaba creer lo dócil que se había vuelto de repente a la hora de reducir su kilometraje, aunque aún estaba un poco enganchado y a veces se ponía nervioso, como un ex drogadicto.
-Me peleaba contigo porque me molestaba la actitud que tenías hacia mí -dijo-, pero ahora voy a ser bueno.
Para mí, la relajación fue gradual, a medida que se desvanecían lentamente los largos años de dolor y tensión, pero para él fue inmediata. Desde aquella primera mañana en los bosques, sucumbió al amor.
-Siempre me enamoraba de personas infelices -me dijo-.
En ese sentido, era un imbécil. Quería cambiar sus vidas y conseguir que fueran felices, pero nunca funcionaba.
Contigo sucedió lo mismo. Tú eras el hombre más infeliz que yo había visto en mi vida, pero también eres más fuerte que los otros y sé que deseas de verdad ser feliz.
Esta vez sí funcionará.
La relajación tuvo unos efectos bastante curiosos: durante la primera semana o así, lo único que queríamos era dormir todo el tiempo. Fluke daba cabezadas en clase y, por las tardes, se iba a la residencia y echaba una siesta en su habitación.
Yo me quedaba dormido en mi despacho, con la cabeza sobre la máquina de escribir, o se me cerraban los ojos cuando estaba en la pista, supuestamente cronometrando los tiempos de mis corredores.
Descubrimos que nos costaba mucho mantenernos despiertos después de las nueve de la noche y eso nos hizo reír mucho.
Nuestra felicidad, no obstante, estaba muy lejos de ser total. Nos resultaba muy doloroso continuar con el mismo programa diario de antes.
Sólo nos veíamos durante los entrenamientos, las clases y las jornadas de puertas abiertas con el equipo. Nos las arreglabamos para robar una hora de amor cada día, o cada dos días, y solíamos vernos en mi casa por las noches, o en el bosque, o íbamos a cualquier parte con mi coche.
Cuando el padre de Fluke iba de viaje aprovechábamos sus salidas para refugiarnos durante media hora en la habitación de su hotel.
Al llegar la noche, Fluke siempre regresaba a la residencia a dormir, pero yo me moría de ganas de que se quedara conmigo: no sólo deseaba su cuerpo, también deseaba su presencia. «¿Me he pasado veinte años esperando esto, sólo para despertarme por las mañanas en una cama vacía?», pensaba.
Nos llamábamos muy a menudo por teléfono. A veces yo estaba en casa, a eso de las diez de la noche, trabajando en los nuevos programas de entrenamiento para los equipos, y sonaba el teléfono:
-Hola, señor Thitiwat -decía él.
-Hola, señor Natouch-decía yo.
-Señor Thitiwat -continuaba él-, no puedo estudiar porque no dejo de pensar en su cuerpo.
-Se supone que ni siquiera tendrías que estar despierto a estas horas - replicaba yo-.
Se supone que tendrías que estar durmiendo.
A pesar de que New me había dicho mucho tiempo atrás que era estrictamente asunto mío, me sentí en la obligación de ponerlo al corriente de mi relación con Fluke.
Aceptó la noticia con su habitual ecuanimidad. Kao y Earth no habían podido resistir la tentación de contárselo a un par de amigos entre sus compañeros de equipo heterosexuales, quienes a su vez no pudieron resistir la tentación de contárselo a otros estudiantes o miembros del profesorado.
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El corredor de fondo (adaptación OhmFluke) -Libro 1-
Lãng mạnEsta es una historia adaptada del libro de Patricia Nell Warren "El corredor de fondo". Un amor que florecerá en una época dónde las relaciones homosexuales son penadas y vistas como lo peor que existe, un amor que florecerá en un ambiente hostil pe...