"En 30 años aún seremos felices, creando películas en mi cabeza, haciendo que Hollywood se vea pequeño." (Mika, Step with me)
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El despertador sonaba a las cinco y media de la mañana. Cuando yo me sentaba en la cama medio dormido para apagarlo, Fluke se movía a mi lado.
Estaba allí cada mañana, y a la mañana siguiente y a la otra.
Se despertaba y bostezaba, y jugaba con el perro, que dormía a los pies de la cama.
—¡Vamos, arriba! —le decía yo—.
Hop, hop, hop —y el perro saltaba de la cama y sacudía el cuerpo.
Fluke se quejó.
—Odio tener que levantarme a esta hora—decía, pero se levantaba y se iba al baño a hacer un pis—.
¿Sabes cuál es mi sueño para después de los Juegos Olímpicos?
¿Sabes cuál es mi mayor fantasía?
—¿Cuál? —pregunté yo.
—Dormir cada mañana hasta las nueve, durante un mes.
Nuestra rutina, durante aquellas semanas previas a las pruebas de selección para los Juegos Olímpicos, era sencilla y prácticamente la misma de siempre.
Hacíamos calistenia y yoga en el salón, para que la sangre empezara a circular. Aquellos ejercicios de estiramiento y calentamiento eran lo que evitaba que Fluke se lesionara. Luego nos poníamos las zapatillas de correr y los pantalones cortos, y salíamos a entrenar justo cuando los rayos rojizos de sol asomaban por encima de los árboles.
Fluke corría la distancia que yo había programado para aquel día y al ritmo que yo había programado. Yo corría mis habituales trece o catorce kilómetros, a un ritmo de cuatro minutos y medio o cinco.
Puesto que Fluke entrenaba prácticamente a ritmo de carrera, yo no podía seguirlo, así que permitía que me adelantara y lo veía desaparecer entre los árboles.
Agradecía tener aquellas pistas resguardadas, porque si Fluke hubiera entrenado por las carreteras alguna persona hostil podría haber intentado atropellarlo.
Nuestros ritmos se compenetraban a la perfección. Cuando yo volvía a casa, él ya había terminado, se había duchado y afeitado, y el baño estaba libre.
Preparábamos el desayuno y desayunábamos sentados en la mesa de madera de pino de la cocina, mientras el sol se colaba por las ventanas. Yo comía mi Son Tum y Fluke, su dirían y su leche agria.
Si le tocaba a él preparar el desayuno hacía Kao Mun Kai Tod. En eso consiste el amor: en freír el pollo del otro aunque tú seas vegetariano.
A las feministas les habría impresionado nuestra manera de enfrentarnos a las tareas del hogar. No estábamos dispuestos a vivir en una pocilga, así que nos dividíamos las tareas exactamente al cincuenta por ciento. Un día, yo cocinaba y hacía la cama, y al día siguiente le tocaba a él.
Un día a la semana, barríamos y quitábamos el polvo de toda la casa, y contratamos a la señora que limpiaba la casa de New para que nos lavara y planchara la ropa.
Una semana sí y otra no, Fluke iba en bicicleta hasta el centro a hacer las compras. Se estaba acostumbrando a vivir con una cuenta corriente más reducida que la de su padre y me ayudaba a equilibrar nuestro presupuesto. A veces entraba en la cocina cargado con una pesada bolsa de papel y anunciaba, muy orgulloso:
—Te he comprado carne picada por 60 baths el medio kilo.
Un día, sin embargo, regresó y me anunció que un desconocido en un coche había intentado arrojarlo a la cuneta. A partir de ese día, le obligué a ir a comprar en coche.
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El corredor de fondo (adaptación OhmFluke) -Libro 1-
Storie d'amoreEsta es una historia adaptada del libro de Patricia Nell Warren "El corredor de fondo". Un amor que florecerá en una época dónde las relaciones homosexuales son penadas y vistas como lo peor que existe, un amor que florecerá en un ambiente hostil pe...