Faltaban pocos minutos para que empezara la final de los 5.000 metros. En cuanto hubieran transcurrido esos pocos minutos, los trece y pico que duraría la carrera y otro día entero más, volveríamos a casa. Los doce corredores participantes trotaban por la pista, calentaban, estiraban los músculos y esperaban a que los jueces los convocaran en la línea de salida. Mientras tanto, el maratón ya había empezado su recorrido de 42 kilómetros y 195 metros, recorrido que finalizaría más tarde, en aquella misma pista.
Inmediatamente después de la final de los 5.000, estaba prevista la final de los 1.500. la carrera en la que debería de haber participado Kao. La expectación del público que llenaba el estadio se concentraba en el tartán. Nadie prestaba atención a los saltadores de altura, en la parte interior de la pista. Todo el mundo estaba pendiente de aquellos dos esbeltos corredores que calentaban: Fluke Natouch y Armas Sepponan.
Millones de espectadores de docenas de países veían aquellas imágenes vía satélite y a mí me daba cierta seguridad pensar que todo el mundo civilizado estaba viendo a Fluke en aquel preciso instante. Fluke, sin embargo, no era consciente de ese detalle. Recorrió la recta, concentrado y atento, y luego dio la vuelta con ligereza y volvió a la línea de salida. Llevaba el número 928 sujeto con alfileres en la parte delantera de la camiseta. Se cruzó con Dellinger, que corría en la otra dirección, pero no se miraron. Kao estaba a mi lado, vestido con su chaleco sin mangas. Junto a él estaba Phiravich, que había caído en las eliminatorias de los 5.000. Kao me miró.
—Ohm —me dijo—, ahora Fluke no piensa en nada, ni siquiera en ti — sonrió brevemente.
—Eso espero —dije yo.
Cuando los jueces indicaron a los corredores que se acercaran a la línea de salida, los murmullos del público aumentaron. Los atletas formaron una fila irregular, separados unos de otros, mientras realizaban sus últimos ejercicios físicos y observaban a su alrededor con las manos apoyadas en las caderas. Instantes después, la fila se estrechó, los corredores adoptaron un aire marcial y cada uno de aquellos hombres se inclinó hacia delante para colocar el pie junto a la marca.
El griterío del público al ver salir a los atletas amortiguó el pistoletazo de salida.
Desde mi asiento, me dispuse a cronometrar el tiempo que invertía Fluke en cada vuelta. En aquella ocasión, me notaba mucho más relajado. Posiblemente, me dije, se debiera a que empezaba a afectarme el ajetreo de los últimos meses. Aunque pierda, pensaba, ya tiene el oro de los 10.000 y, además, tiene muchas posibilidades de ganar la plata o el bronce en esta prueba. Tampoco será una gran tragedia, la verdad.
Ya ha conseguido lo que quería. Fluke, con su buena disposición de siempre, ocupaba una vez más el primer puesto. Avanzaba a un ritmo casi de récord mundial.
No intentaba distanciarse de los demás, como en otras ocasiones: más bien pretendía provocarlos con aquel ritmo agotador. El resto del pelotón lo seguía de cerca, con Sepponan en penúltima posición. Formaban un grupo compacto y Fluke tiró de ellos durante los 3.000 primeros metros, marcando tiempos de 62 segundos por vuelta. Al llegar a los 3.000, Fluke aceleró bruscamente e imprimió un nuevo ritmo a la carrera. Tras él, el grupo empezó a alargarse y, en la siguiente vuelta, Fluke consiguió un registro de 58"1. Bob Dellinger había ido avanzando implacablemente hasta colocarse en segundo puesto y Sepponan se vio obligado a remontar posiciones.
—Ahí van —dijo Kao—.
Empieza el espectáculo.
En la siguiente vuelta, Fluke desafió aún más a sus rivales y marcó un tiempo parcial de 57"3. Estábamos ya a más de la mitad de la carrera y, en las gradas, el griterío era cada vez más intenso. Los corredores estaban tan concentrados que el público ni siquiera notó esa sensación de espacio muerto que se suele producir en la pista durante las carreras de larga distancia. El grupo, un poco aturdido ante el despliegue de fuerza de Fluke, se disgregaba cada vez más, mientras Sepponan se abría hacia el exterior para avanzar posiciones. Fluke llevaba una ventaja de casi treinta metros. Dellinger luchó vigorosamente para mantenerse por delante de Armas, pero no aguantó.
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El corredor de fondo (adaptación OhmFluke) -Libro 1-
RomansEsta es una historia adaptada del libro de Patricia Nell Warren "El corredor de fondo". Un amor que florecerá en una época dónde las relaciones homosexuales son penadas y vistas como lo peor que existe, un amor que florecerá en un ambiente hostil pe...