Capítulo 13

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Mi hermano… mi querido hermano mayor. ¿Cómo la vida puede ser así de cruel contigo y nuestro desafortunado encuentro? Es agobiante pero sé que soy fuerte y puedo tolerarlo. Puedo con esto, por mi hermano, solo por mi querido hermano. 

La silla de hierro pegadas una con la otra, es fría. El aroma errático a medicamento y sus paredes blancas con marcos celestes me opacan. Miro la boquera de mi vaso de café, lo delineo esperando, lo delineo pensando, lo delineo perdida en la guardia del hospital.

-Señorita Heather, ya puede pasar -me avisa una enfermera sacándome del limbo.

Abro la puerta blanca y puedo ver a James postrado en la cama con suero en el brazo. Se ve débil pero también luce mejor que hace un par de horas. Sus ojos rojos se desvanecieron dejando a un joven pálido. La enfermera se ha ocupado de él ya que lo baño e incluso le cortó el cabello. Me hace tan extraño verlo. Han pasado demasiado sin ver su rostro y no es el reencuentro que una vez me imagine.

-Hola, bubu -me saludo con una voz cauta y sonriendo levemente.

Mis ganas de llorar me atraganta y trato de contenerlo en un vómito de desespero. Me duele demasiado verlo así. Me acerco y lo abrazo, no me sale otra cosa y no es de mí que me vean llorar. Odio que me vean llorar, odio que le esté pasando esto, odio este reencuentro de mierda después de nueve años.

Me alejo de él para poder tratar de hablar con enfado, con angustia, con el caos que siento.

-James... -trago mi llanto por milésima vez-. ¿Cómo fue que llegaste a esto? Creía que estabas con los tíos, que trabajabas en un supermercado.

-Lo sé. Un compañero me ofreció heroína. Esa fue mi maldición -dice con una calma que no podía procesar.

-¿Por qué no llamaste? -inquiero.

-No lo se, Amy. En serio que no lo sé -responde moviendo un poco la mano y parpadeando varias veces. 

-Hace un año que vivo sola en ese edificio en el que estabas. ¿Cómo diablos consigues dinero para la droga? -le pregunto molesta ante su actitud, ante todo.

-No voy a responder a eso -dice nuevamente y veo que hace el mismo gesto.

-Si, mejor no lo hagas. Menos mal que no eres mujer, ya estarías embarazada y quién sabe dónde -digo sin retener mi fastidio.

-Quiero insultarte y decirte que respetes a tu hermano mayor pero tienes razón -responde aceptando mis palabras bien merecidas. 

-Solo… descansa. Hablaremos más tarde -digo tratando de controlarme. 

Me siento en el sillón con los brazos cruzado mirándolo. Con ganas de gritarle que es un imbécil adicto y que está tirando su vida a la basura pero no puedo. Es mi hermano mayor, el mismo que me agarraba la mano para cruzar la calle, el mismo que me molestaba de niña por no aprenderme su nombre, el mismo que se rió conmigo cuando mi tío se caía por milésima vez con el mismo estupido escalón de la entrada.

Ahora solo se ve como un niño debil, ojeroso, delgado, simplemente demacrado por toda esa mierda que se mete.

Mi hermano finalmente duerme y me tapo la boca para que no me escuche. Solo lloro en silencio porque el dolor me puede, en la oscuridad puedo llorar hasta liberar todo este peso que me carcome el alma en estos momentos. Como si fuera el peso muerto sobre mí, como si fuera un árbol cayendo y rompiendo cada hueso de mi cuerpo. 

Un molesto zumbido me molesta igual que aquello que vibra. Por instinto tocó el bolsillo de mi jean y es el celular. Me friego los ojos para ver un nombre que creí no ver más. Aidan está llamándome. Aidan. Aidan Howes.

IncipienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora