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— Señorita, el joven Andrew se encuentra abajo esperándola. — Avisó una de las empleadas encargadas de la limpieza.

— De acuerdo, gracias Sara. — Comencé a levantarme con toda la pereza que podía.
 
No quería ver la sombra de quien había sido mi mejor amigo y en ese momento era un completo desconocido. No lo entendía, me había dejado sola en la tienda de invitaciones y luego se presentaba a mi casa como si nada.

Bajé las escaleras de caracol sin ningún tipo de prisa y quedé de pie en el último escalón, frente al rostro conocido del desconocido chico.
 
— ¿Qué quieres? — Pregunté con brusquedad.

— ¿Podemos hablar en otro lugar? — Murmuró por lo bajo. La incomodidad que sentía se reflejaba en su cuerpo y en la forma en la que intentaba que nadie viera su rostro enrojecido.

— No. — Mantuve el mismo tono de voz que había utilizado para preguntar y me crucé de brazos. — ¿A qué has venido?

— A disculparme. — Continuó murmurando en voz baja.

— Oh, ¿puedo saber exactamente por qué? — Sonreí con sarcasmo. — ¿Por dejarme sola escogiendo las invitaciones en un lugar desconocido para mí? ¿Por haberme faltado el respeto al coquetear descaradamente con aquella chica? — Bajé el último escalón quedando solo a centímetros de él. — O tal vez, ¿por haberme hablado y tratado como lo hiciste?

— Scar te juro que... — Comenzó a hablar con aquella timidez que tanto había extrañado. — No era mi intensión, yo... yo he tenido una serie de problemas, pero jamás quise hacerte sentir mal.

— ¿No? — Una risa carente de gracia se escapó de entre mis labios. — Eso no es lo parecía, de hecho y si mal no recuerdo, dijiste que ibas a romper el compromiso. ¿Qué estás esperando para hacerlo?

— ¿Qué? — La alarma en su voz no había pasado desapercibida, al menos no para mí. — Escucha, te aseguro que si lo dije fue en un momento de malestar, no lo voy a hacer.

— ¿Malestar? ¿Por decirte que no ligaras con una chica frente a mis narices? — Pregunté ofendida. — Te dije que si te interesaba le pidieras el número pero que no coquetearas descaradamente cuando todo el mundo podía vernos, reconocernos.

— Dios... — Murmuró mientras pasaba las manos por su rostro. — No va a volver a ocurrir, te lo prometo.

— No te creo. — Dije sin inmutarme.

— Scarlet, te estoy diciendo que no volverá a suceder. — Ese era el Drew que conocía desde que éramos niños y ahí estaba esa mirada inocente y nerviosa. — Tú me conoces...

— Dijiste que estábamos juntos en esto, entonces has que parezca así. — Mis palabras fueron acompañadas por un pequeño suspiro. Había dado mi brazo a torcer solo porque no me apetecía discutir con él.

— Lo haré. — Añadió para luego envolverme en un tímido pero cálido abrazo.
 
Nuestra muestra de afecto no duró mucho, pero sí lo suficiente como para recompensar todo lo ocurrido en los últimos días. Por al menos una hora había podido disfrutar de mi Drew, el mismo tímido pero amable chico de siempre.

Comenzaba a sentirme mal por mi actitud porque posiblemente él había hecho caso a mis constantes insistencias de que debía tomar más carácter y defenderse.  A su vez, dentro de mi cabeza algo me gritaba que había una serie de sucesos ocurriendo frente a mis narices y no los estaba viendo.

Sus reacciones ante algunas situaciones no me transmitían confianza pero debía mantenerme al margen o por lo menos, aparentarlo. Me había dado cuenta que la sola presencia de Andrew me causaba sensaciones extrañas. Cuando se defendía no había nada parecido a los días anteriores a cuando se comportaba de forma tímida. Tal vez me estaba comportando como una paranoica y él solo estaba intentando encontrarse a sí mismo.

Perfecto Mentiroso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora