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Los días pasaban a gran velocidad, haciendo que la fecha de la boda fuera cada vez más cercana. El chico con quien estaba comprometida se había alejado notablemente de mí desde aquella noche en el mirador causando una molesta sensación en el estómago y en mi corazón.

Necesitaba salir, divertirme y olvidarme de todo, por eso cuando tomé la decisión de salir a bailar con mi pequeño grupo de amistades, jamás se me ocurrió que algún chico se acercaría. Nosotros no salíamos a cualquier tipo de lugares, solíamos ir a clubes en donde hubiera una zona privada, además de tener fácil acceso y una buena relación con la gerencia del lugar.
 
— ¿Quieres bajar a bailar? — La música estaba tan alta que mi amiga había tenida que acercarse a mi oreja y alzar la voz para que pudiera escucharla claramente.
 
Ella no me había invitado a bailar por nada, mi falta de interés por lo que sucedía dentro de la zona privada era notable. Todos los allí presentes sabían que estaba a nada de tomar mis cosas y volver a mi hogar.
 
— Vamos. — Era su última oportunidad para demostrarme que no había perdido el tiempo gracias a su insistencia.
 
Bajamos las pequeñas escaleras que nos separaban de la multitud y nos hicimos un espacio en la pista de baile. Mi amiga era bastante buena bailando porque se pasaba gran parte de la semana en distintos clubes y en cambio yo no. No me movía mal, pero definitivamente no sería contratada como bailarina profesional y tampoco me atrevería a retarla a una competencia porque arrasaría conmigo.

Comenzamos a bailar y pronto aparecieron dos chicos con el objetivo de hacernos compañía. En un comienzo habíamos hechos caso omiso a los acompañantes, pero luego ella comenzó a coquetear con uno de ellos, desapareciendo y dejándome con el otro en medio de la pista.
 
— ¿Te apetece tomar algo? — Preguntó el chico, acercándose hasta rozar sus labios con mi cabello para que sus palabras llegaran a mi oreja.

— Lo siento pero no creo que deba. — Respondí, pensando en lo que sucedería si llegaba a ser fotografiada por alguien.

— Vamos, solo es una bebida para refrescarnos. — Insistió, dejándome sin muchas opciones cuando su mano se aferró a mi muñeca y me arrastró a la barra.
 
No tenía en mente quedarme demasiado tiempo con ese chico porque si bien era atractivo, el pánico de causar una noticia amarillista me carcomía y mantenía alerta. Él, quien luego se presentó como James, pidió su bebida y la mía para después comenzar a hablarme sobre cosas suyas.
 
— ¿Te la estás pasando bien? — Preguntó una voz en el lado opuesto al que se encontraba James.

— ¿Qué rayos? — Pregunté, intentando controlar los latidos descontrolados de mi corazón.
 
No esperaba verlo en ese lugar, ni en ese club ni en ningún otro. Andrew no era de las personas que disfrutara ese ambiente, de hecho, lo ponía de los nervios y siempre se quejaba de que apestaba a sudor.
 
— He preguntado si te estás divirtiendo. — Podía sentir como sus dedos tomaban un mechón de mi cabello y jugaban con él.

— ¿Lo conoces? — Me preguntó James, observando al hombre a mi lado con el ceño fruncido.

— Sí. — Susurré con pesar.

— Es mi chica. —  La sequedad y brusquedad en la voz de Drew me alarmó y confundió.

— Em... No sabía que tenía novio, amigo. Tengo que irme pero toma mi número por si te apetece salir a bailar. — Murmuró el chico cerca de mi oreja mientras apuntaba su número en una servilleta. — Hasta luego. — Besó mi mejilla y se fue.

— ¿Puedo saber qué haces aquí? — Preguntó con un inusual pero audible tono de voz bajo. — Creí que no debíamos coquetear con nadie frente a las narices del otro.

— No estaba coqueteando con nadie. — Afirmé con seguridad porque no mentía.

— No es lo que vi y créeme, te he estado observando desde hace bastante. — Susurró cerca de mi oreja antes de tomar la servilleta, analizarla y romperla casi al instante. — Imbécil.

— Eso es mío. — Levanté mi mano para quitarle los pedazos de servilleta pero los lanzó por al suelo como si creyera que no me atrevería a recogerlos de ahí.

— Nos vamos. — Ordenó y tiró con delicadeza de mi brazo hasta la salida.

— Vine con otras personas, vete solo. — Alejé su mano de mi muñeca e intenté caminar nuevamente hacia el interior del lugar.
 
No esperaba que me fuera a dejar entrar como si nada pero tampoco que aferrara su mano a mi antebrazo y tirara de éste sin ningún tipo de cuidado. Andrew pisaba con brusquedad y tan rápido que estando en tacones me costaba seguirle el ritmo para evitar caer. Fue muy tarde cuando me percaté del lugar a donde me estaba arrastrando y no me agradó en absoluto encontrarme a solas con él mientras nos sumergíamos en la oscuridad de la parte trasera del club.
 
— ¿Qué haces, Andrew? — Comenzaba a tener miedo, no de él pero sí de la situación.

— ¿Entonces tú puedes coquetear con cualquiera en mis narices pero yo no? — Una vez más me encontré en una jaula, en esa ocasión entre la pared y su cuerpo.
 
Lo poco que podía ver de Andrew me tenía congelada. Sus músculos estaban tensos al igual que su quijada y no podía ver sus ojos pero los sentía, sentía su penetrante y furiosa mirada sobre mí.
 
— Ya te dije que no estaba coqueteando con nadie. — Alcé la mirada hacia donde creía que se encontraban sus ojos y no la bajé a pesar de que me moría por hacerlo.

— Eres mi prometida, Scarlet. — Observé la forma en la que sus labios se estiraban, dejándome ver la sombra de una sonrisa burlona o tal vez una mueca de desagrado. — Aunque no lo quieras, lo eres.

— No pongas palabras en mi boca, Wagton. — Estaba colmando mi paciencia con sus constantes cambios.

— No voy a tolerar más tus tonterías. Y por si se te había olvidado, te recuerdo que aquí el único que no pone de su parte eres tú. ¡Solamente tú!— Jamás le había gritado a Andrew, hasta ese momento.
 
El hombre frente a mí ni siquiera se inmutó, solo se acercó e intentó manejar la situación como lo había hecho anteriormente, besándome sin mi consentimiento. Llevé mis manos a su pecho e intenté alejar su cuerpo del mío pero era más que obvio que no iba a poder alejarlo. Mi frustración fue escalando hasta transformarse en lágrimas traicioneras que bajaban por mis mejillas hasta desaparecer por mi barbilla.

Nunca antes había maldecido hasta ese momento, cuando me di cuenta de que sentía demasiadas cosas por el chico que me besaba con furor, ese que solo me veía como un objeto que le pertenecía.
 
— Eres mi prometida y solo yo puedo hacer algo más que observarte. — Murmuró para volver a besarme.
 
¿Qué pasaba conmigo? ¿Dónde quedaba mi dignidad y amor propio? ¿Dónde estaba ese carácter que había demostrado en otras ocasiones?

Como pude me separé de él y en un acto reflejo mi mano chocó contra su mejilla derecha. Fue como si todo el sonido de un momento a otro se hubiera ido, como si la cachetada hubiera absorbido todo el ruido que había antes a nuestro alrededor.
 
— No sé qué sucedió contigo pero no te reconozco. No soy una muñeca que puedes tomar o tirar cada vez que no tengas nada que hacer. — Susurré, intentando contener el llanto. — No vuelvas a acercarte a mí y mucho menos a tocarme.
 
Él no dijo nada y a mí no me hizo falta escucharlo, siguió con la cabeza y el cuerpo en la misma posición en la que el golpe lo había dejado, era sorprendente el pensar que no se lo hubiera esperado. Recogiendo los pedazos que quedaban de mi orgullo, salí por el espacio que había entre su brazo y costilla y caminé hacia mi auto. No se escucharon pasos o voces a mis espaldas, lo que significaba que se había marchado por el otro lado y sin emitir sonido alguno o que seguía aún en la misma posición.
 
— No soy un juguete. — Susurré para mí. — No puede ir y volver cuando le plazca. No puede tratarme así.
 
Encendí el auto y manejé en silencio hasta casa, secando aquellas pocas, pero atrevidas lágrimas que se atrevían a deslizarse por mis mejillas.

Así que esa era la verdadera cara de Andrew...

Si había pensado que nuestro matrimonio iba a ser así, estaba muy equivocado. Yo no iba a ser la esposa que esperaba a su marido en la casa, soportando engaños e insultos. No estaba dispuesta a ser como mi madre, no dejaría que quien sería para ese entonces mi marido, me faltara el respeto y tampoco me quedaría esperando a que las cosas tomaran un mejor rumbo.

Eso no iba a suceder, no estaba dispuesta a desperdiciar mis años de vida al lado de una persona que no supiera valorarme, que no me quisiera.

Perfecto Mentiroso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora