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— Amados hermanos, estamos reunidos el día de hoy para unir a estos dos seres humanos en sagrado matrimonio. — Comenzó el hombre a hablar sin parar y mi mente se fue en blanco, lejos de ese lugar. — Andrew Wagton, ¿aceptas a Scarlet Colemman como tu legítima esposa, así como amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad? — Cuando escuché aquello mi corazón se aceleró, obligándome a escuchar con atención.

— Sí, acepto. — Murmuró después de unos segundos en los que pareció reunir valor.

— Scarlet Colemman. — No, no, no quería. — ¿Aceptas a Andrew Wagton como tu legítimo esposo, así como amarlo y respetarlo en la salud y en la enfermedad? — Volvió a repetir aquellas palabras y esperó por mi respuesta.
 
Deseaba tanto poder decir que no y salir corriendo lejos de todo ese circo...
 
— Sí, acepto. — Ya era muy tarde.

— Si hay alguien en este momento que se oponga a esta unión, que hable ahora o que calle para siempre. — El sacerdote alzó un poco la voz para que sus palabras pudieran ser escuchas hasta en el último asiento.

—Yo. — Exclamó una voz desde el fondo del lugar.
 
Esa voz...

Me giré con brusquedad mientras se escuchaba una gran cantidad de exclamaciones e inhalaciones por la sorpresa. Mara se había puesto de pie para ver quién era el intruso y al ver el rostro calcado de su hijo, comenzó a mirar a ambos hasta desmayarse.

Los dos gemelos se encontraban cada uno en un extremo, tan iguales y a la vez tan diferentes.
 
—Yo me opongo a esta estupidez. — Volvió a hablar, acercándose a pasos lentos.

— ¿Qué cojo...? — La pregunta de mi hermano se había escuchado fuerte y claro.

— ¿Qué está pasando, Wagton? — Le gritó mi padre al progenitor de Andrew.
 
No había respuestas al aire, todos estaban sumergidos en la sorpresa. Era la primera vez que veía al Sr. Wagton sin respuestas, sorprendido y pálido.

Al parecer no sabía que su hijo tenía un gemelo o quizás lo sabía pero no esperaba que ambos llegaran a conocerse.
 
— ¿Qué hace aquí? — Pregunté para mí misma.

—Vino por su prometida. — Murmuró Andrew, causando que mis ojos viajaran a su rostro.
 
Él lo sabía, era consciente de lo que iba a suceder incluso antes de que ocurriera.
 
— Luces incluso más hermosa de lo que imaginé. — Murmuró Mikhail al llegar a nosotros. — Te debo una. — Le dijo a Andrew.

— Saldada. — Murmuró el gemelo tímido para después retirarse del altar.
 
El sacerdote y yo intercambiamos una mirada para ver si ambos estábamos viendo lo mismo. Había un caos entre los invitados, mi prometido me abandonaba en el altar y su hermano gemelo me alagaba sin darle importancia a lo que había causado.
 
— ¿Qué estás haciendo? — Intenté borrar la confusión de mi cara.

— Estoy impidiendo una boda, creí que era evidente. — Murmuró mientras tomaba mi mano. — Nos vamos de aquí.

— ¡No! — Exclamé con coraje. — Es mi boda y tú no deberías estar aquí.

— Lo siento preciosa, pero tendremos que guardar muy bien ese vestido para cuando nos vayamos a casar. — Dijo con cierta gracia.
 
No esperaba que tras esas palabras se bajara un poco y me tomara de las piernas, colocándome sobre su brazo y caminando el trayecto recorrido para llegar al altar.
 
— ¡Bájame! — Grité con furia.

— Deja a mi hija en el suelo. — Gritó mi madre, quien no sabía lo que estaba sucediendo.

— ¿Su hija? — Mikhail rio con sarcasmo sin voltear a verla. — No sea ridícula.

— ¡Ashton! — Busqué el apoyo del chico que observaba la escena desde su asiento. 
 
Ash se levantó y caminó hacia nosotros, sacando algo del bolsillo.
 
— Más te vale que la cuides, toma las llaves. — Murmuró Ash, entregándole las antes mencionadas a Mikhail. — Me debes muchas explicaciones.

Perfecto Mentiroso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora