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Tenía alrededor de cuatro horas en la casa de Mikhail, ya no me sentía secuestrada pero mi teléfono celular sonaba como si así fuera. Mi madre no paraba de llamar y mi hermano me había avisado que papá había llamado la policía. Él, el chico que se encontraba de pie y observando mi teléfono con molestia, no parecía preocupado por las repercusiones de sus actos.
 
— ¿No piensas apagar esa cosa demoniaca? — Cuestionó con malestar.

— Van a venir. — No quería ver cómo mi padre le arruinaba la vida por haber impedido la boda.

— Eso ya lo sé. — Afirmó sin darle demasiada importancia a mis palabras. — No voy a permitir que vuelvas a esa mansión.

— Es mi casa. — Mikhail negó con la cabeza.

— Ese lugar es lo más parecido a un burdel monetario que he visto en mi vida. — Hablaba como si las visitas a mi hogar hubieran sido una tortura.

— No conoces a mis padres, harán lo que sea para que tú no.... — Mis palabras fueran cortadas por las suyas.

— Scarlet, deja de ponerme trabas. Lo poco que vi fue suficiente como para saber que no era el lugar ideal para ti. No quiero ofender pero tu padre es…— Hizo una mueca con su boca pero no dijo nada. — Y tu madre es tan desesperante y superficial… No voy a permitir que algo parecido vuelva a ocurrir, me niego a que vuelvan a negociarte a cambio de unos billetes. — Dejó de observar la pantalla de mi teléfono y caminó hacia mí, sentándose a mi lado.

— Mikhail... — Hablé al ver como entrelazaba nuestros dedos y llevaba mi mano a sus labios.
 
Lo que sucedió después fue muy rápido, demasiado como para poder procesarlo en un solo momento. Antes de pestañear él estaba besando mi mano con delicadeza y después de hacerlo, se encontraba siendo rodeado y esposado por la policía. La brutalidad con la que lo sujetaban y reducían era excesiva, más aun cuando eran seis policías contra un solo hombre.
 
—Quédate aquí, todo está bien. — Gritó para que su voz se escuchara por encima de la abrumadora cantidad de ruido que había.
 
¿Había escuchado bien? ¡Nada estaba bien, absolutamente nada!
 
—Es un error. — Grité al ver como lo empujaban.

— Por aquí señorita, su padre la espera a fuera. — Dijo uno de los policías, uno que debía haber recibido una gran suma de dinero en efectivo.
 
Caminé hacia mi padre a pasos rápidos mientras escuchaba a los oficiales discutiendo con Mikhail.
 
— ¿Qué crees que estás haciendo? — Interrumpí la conversación que Willina Colemman estaba teniendo con un hombre sin importarme de quién se trataba.

— Llevo a mi hija a casa para cumplir con su deber y encierro a un delincuente. — Contestó con sequedad.

— ¿Deber? ¿Delincuente? — Me sentía ofendida y molesta. — El único que tiene un deber aquí eres tú y él no es un delincuente. No me importa lo que dijiste o lo que pagaste, déjalo en paz. — Di media vuelta y corrí hacia la patrulla en donde querían meter al gemelo rebelde.

— Si no coopera tendremos que utilizar más fuerza de la necesaria. — Advirtió el policía que lo empujaba.
 
Pese a los distintos intentos porque no llegara a acercarme, logré meterme entre dos oficiales y acercarme a la patrulla. Mikhail estaba haciendo fuerza y los policías no lograban sentarlo para poder llevarlo a la estación.
 
— Deme unos minutos y le aseguro que él lo acompañará sin hacer esfuerzo. — Intervine al ver que uno de ellos había sacado una pistola taser.

— Un minuto. — El policía que sujetaba las esposas se alejó, permitiéndome ponerme de rodillas frente a el gemelo.

— Voy a llamar un abogado y estarás en libre dentro de muy poco. — Sentía unas ganas inmensas por lanzarme a llorar pero no podía.

Perfecto Mentiroso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora