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Desde que tuve uso de conciencia siempre había creído que las situaciones malas atraían a muchas más y ese pensamiento se había confirmado.

Había bastado con una sola llamada para que mi humor y estado de ánimo fueran arruinados por completo. No iba a tener a tiempo el vestido que tanto me había encantado porque la costurera no se encontraba en la ciudad en esos momentos debido a que su hija mayor estaba dando a luz. Un nacimiento siempre o al menos en la mayoría de las veces, era una buena noticia pero para mí, en esa situación no lo era.

Para empeorarlo todo, resultaba ser que la vendedora se había equivocado al mostrarme el vestido porque le pertenecía a otra persona, siempre lo había hecho. Me había probado el vestido de novia de alguien más y me había enamorado tanto de aquella belleza que ninguno otro llamaba mi atención. Aquel vestido de mis sueños, con el que quería llegar al altar. Lo que había sentido al cubrir mi cuerpo con aquellas finas telas no lo había sentido con ninguno otro y me entristecía tener que buscar otro.
 
— Me alegro que ese espantoso vestido no vaya a aparecer en la boda. — Comentó mi madre frente a mi padre, mi prometido y sus progenitores.

— ¿Era horrible? — Mi padre se unió a los comentarios de mi madre, intentando parecer interesado.

— Un saco de ordinariez. — Añadió ella con una mueca de asco en su rostro.

— Respira, solo respira. — Susurré para mí, llevando una de mis manos bajo el mantel y apretando entre mi puño el borde del vestido corto que llevaba puesto.

— No estaba mal, pero para la ocasión… Tal vez no era lo mejor. — Se metió la madre de Andrew como si hubieran pedido su opinión.

— Por Dios, Mara. — La risa escandalosa de mi madre estaba sacándome de quicio. — No seas empática, tú misma lo viste.

— Christina, cierra la boca. — Murmuré con rabia.

— No te molestes cariño. — Dijo de forma burlona. — Lo digo por tu bien, no era digno de una boda de nuestra clase.

— Si quieres hacer algo por mi bien, será mejor que cierres la boca. — Mi respuesta mordaz había hecho que su ceño se frunciera profundamente.
 
Si continuaba allí sentada lo más probable era que terminara explotando así que me levanté lo más rápido que pude de la silla y comencé a caminar por donde mismo había entrado del comedor.
 
— No te he dicho que puedes irte. — Las palabras mi padre detuvieron abruptamente mi andar.
 
Cerré los ojos con fuerza al igual que mis manos, volviéndolas puños. Estaba intentando contener la furia que se había acumulado con el pasar de los años. Y me debatía entre seguir mi camino o ser obediente y volver a sentarme allí para seguir siendo la burla.
 
— ¡Siéntate! — Bramó con furia.

— No. — Susurré mientras a mi cabeza llegaban recuerdos amargos. Ashton cubriendo mis orejas para que yo no pudiera escuchar los insultos que papá le lanzaba a mi madre, las constantes presiones, mi hermano abandonando la mansión… — ¡No! — Exclamé, reuniendo todo el coraje posible. — No voy a ser tratada como a Ashton.

— No menciones ese nombre en esta casa. — Mi madre se levantó y golpeó la mesa.
 
Ella era tan lamentable…
 
— Tendrás que acostumbrarte, todos tendrán que hacerlo porque mi hermano irá a mi boda. — Solté sin previo aviso, causando que mamá palideciera y se sentara nuevamente.
 
Retomé mi camino mientras de fondo podía escuchar los gritos de mi padre y las voces de “mis suegros” intentando calmarlo. Las únicas voces que no se escuchaban eran las de mi madre, que debía estar aún en trance y la de Andrew, quien en toda la noche no había emitido sonido alguno.

Era la primera vez que reaccionaba así con mis padres y se notaba, mi cuerpo no había dejado de temblar y mi corazón latía con fuerza.

Subí las escaleras pisando con fuerza y entré a mi habitación, azotando la puerta con brutalidad, causando un gran estruendo. En otro momento no hubiera reaccionado así ante el fastidio de mis padres, pero en esa ocasión no había podido contenerme. El estrés y los distintos tipos de malestares que se habían estado acumulando con el paso de los días habían quemado mi cabeza hasta hacerme explotar.
 
— ¿Ashton? — Había tomado el teléfono para poder avisarle lo que acababa de ocurrir.

Perfecto Mentiroso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora