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A las siete en punto me encontraba en la cabaña vacacional de nuestra familia, frente a un hombre que me era prácticamente irreconocible. Ashton Colemman se encontraba frente a mis ojos con una apariencia más varonil de lo que podía recordar y una vestimenta desenfadada.
 
— Ashton. — Saludé con un corto asentimiento de cabeza.

— Hermanita. — Respondió a mi saludo de la misma forma. — ¿A qué debo tu llamada? ¿Por qué pediste reunirnos aquí?

— Me encantaría que habláramos de todo lo que ha sucedido en nuestras vidas en los últimos años pero estoy contra reloj. ¿Qué hiciste para que te dejaran en paz? — Si alguien podía ayudarme era él, después de todo no muchos eran capaces de decir que eran libres de las redes de sus padres millonarios.

— ¿Nuestros padres? — Preguntó y asentí. — Llevarles la contraria en todo y boicotearles las reuniones, solía molestarles que la comida volara y cayera sobre las cabezas de los invitados.

— ¿Boicot? Me matarían. — Murmuré para mí.
 
Si intentaba boicotear alguna de sus reuniones o cenas podía considerarme una mujer muerta. El temperamento de papá había empeorado desde que el nombre de Ashton se había vuelto un tabú para la familia.
 
— He leído que estás comprometida con el chiquillo. — Él había comenzado a analizarme, observándome mientras caminaba a mi alrededor como si fuera un mafioso.

— Así es, con Andrew. — Dije su nombre más alto que el resto de palabras para que dejara de referirse a Drew de esa forma.
 
A Ashton nunca le había agradado mi tímido amigo porque siempre estaba conmigo. Por eso, mi hermano siempre lo llamaba así, incluso frente a sus padres.
 
— Sigo sin entender porqué estoy aquí. — Se sinceró.

— Quería verte aunque fuera por unos minutos y ver que estabas bien. — Sonreí levemente. — También para que me ayudaras pero el boicot no es una opción para mí. Si quieres puedo aprovechar para invitarte a la boda.

— ¿Y ver cómo mi hermana pequeña se casa porque hay negocios de por medio? — En sus palabras había cierto malestar. — Lo siento Scarlet, pero no.

— Bien, como gustes. — En ese momento no iba a insistir pero si iba a casarme al menos intentaría que él estuviera ahí.

— Me citaste aquí para que te ayudara. — Afirmó lo que ya había dicho. — Pensaré en algo que pueda servirte.

— Cualquier cosa sería de gran ayuda, al menos para que dejen de hablarme o lo que sea. — Murmuré, sintiéndome un poco intimidada al notar que tenía los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.

— ¿Te siguen tratando mal? — ¿Por qué continuaba caminando a mi alrededor? ¿Acaso estaba esperando que alguien llegara y lo golpeara? ¿Creía que lo había buscado para perjudicarlo?

— Como siempre. — Susurré para mí, levantándome del incómodo asiento. — Debo irme, se suponía que debía estar cenando con mis futuros suegros.

— ¿Ellos saben que estás aquí? ¿Saben que hablaste conmigo? — Negué repetidas veces con la cabeza.

— No, no tienen porqué saberlo. Te veré luego, guarda mi número y llámame si necesitas algo o si se te ocurre alguna idea. — Él asintió y salí de allí.
 
No había sido una gran conversación pero me sentía mejor, había verlo y me había cerciorado de que estaba bien. Había querido abrazarlo pero me mantuve al margen porque era prácticamente una extraña para él y lo que menos deseaba era incomodarlo. 

La diminuta paz que había adquirido se esfumó tan pronto mis zapatos de tacón tocaron el suelo del interior de mi hogar. La cena aún se estaba llevando a cabo y no tenía idea de cómo se había comportado Andrew y los ánimos que allí se manejaban.

Perfecto Mentiroso©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora