Capítulo 3

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                                                                Emma


1 de Junio de 1816

¡Dominick! ...

Gritaba dentro de mi cabeza, una y otra vez, mientras lo veía acercarse desde la cubierta del barco. Contuve el aliento al ver su sonrisa. Aún no podía aceptar que él estuviese aquí... mirándome con aquellos ojos azules que podían perforar en lo más hondo de mi ser. Era como volver a vivir mi pasado, como si jamás se hubiera ido.

Exhalé con lentitud... ¡Dios! Juraría que él se veía más apuesto de lo que jamás le había visto. Sus negros cabellos los llevaba cortos, y peinados, cuidando una apariencia seria. Nunca vi sus ojos tan azules como hasta este momento, e incluso su sonrisa ahora era una vacilación entre una profunda diversión y cierta severidad, producto de la edad y su profesión.

Bajé la cabeza e inconscientemente acaricié mis labios, de repente los sentí muy secos.

Su nariz respingada le atribuía una gallardía y elegancia que aumentaba con el uniforme militar. Sus hombros estaban más anchos y el elegante traje de la milicia acentuaba de maravilla su musculoso cuerpo.

Sabía que era muy inapropiado verlo fijamente; pero no podía evitarlo. Sólo el cielo había sido testigo de las incontables noches que había pasado orando para que Dominick regresara sano y salvo, o las tardes enteras que aguardé en casa esperando una carta suya, aún cuando tenía el presentimiento que éstas no llegarían.

Me estremecí con mis recuerdos.

Envíe cuarenta y ocho cartas durante un año, una por cada semana, y ninguna fue contestada... Por lo que decidí dejar de detener mi mundo y continuar con mi vida. No podía esperarlo para siempre.

Un pequeño revuelo se escuchó a mis espaldas, seguido de un resoplido femenino y el sonido de un bastón.

- ¡Aquí estás, dulce Emma!- exclamó una voz femenina con autoridad.

Me giré por completo para encontrar a la figura de Helena Sinclair, la duquesa viuda de Devonshire, y la abuela de Dominick. Estaba elegantemente vestida con un traje de verde olivo y con unas modestas esmeraldas que resaltaban sus llamativos ojos azules, una réplica exacta de las del Duque.

- ¡ Su Excelencia!-exclamó mi padre, besando una de sus marchitas mejilla- Empezaba a extrañarme que no se encontrara presente-  le ofreció su brazo para situarla a mi lado- supuse que algún repentino mareo le retenía en casa.

-¡ Pamplinas !-refunfuñó la duquesa-Nada me detendría a venir al recibimiento de mi amado nieto.

- ¡Me alegra su rápida recuperación, Su Excelencia!-exclamé mientras besaba con cariño ambas mejillas, luego me alejé un poco para mirarla a los ojos y agregué en tono irónico y como un suave reproche- me tranquiliza saber que esa dolencia que le aquejaba la semana pasada, y que te impidió asistir a mi baile de compromiso, ya haya remitido.

- A mí también, querida.- besó mi mejilla, dejando un lado a mi padre- Te felicito por tu compromiso, Emma-respondió con una enigmática sonrisa- ahora, veamos a ese ingrato nieto.

- Parece un sueño- murmuré suavemente mirando el horizonte -El tiempo ha pasado tan rápido y tan imposiblemente lento...

Helena suspiró. Me preparé para el sermón que le seguiría.

-No quiero ser entrometida contigo, cariño; pero sabes que te amo cómo a una nieta, Emma. De modo que espero con todo mi espíritu, que no hayas tomado una decisión equivocada respecto a tu compromiso con Lord Bennet.

Todos mis músculos se contrajeron en respuesta. En ese momento, en ese lugar, yo no estaba segura de lo que sentía, ni de las decisiones que había tomado. No quería pensar en mi boda, ni en mi prometido. Lo cierto era que por primera vez en mucho tiempo, me había dejado llevar por un impulso.

Suspiré y me dispuse a responder a la duquesa; sin embargo, fui interrumpida por mi padre.

- Lamento interrumpir señoras; pero los oficiales están desembarcando- declaró.

Rápidamente corrí a resguardarme detrás de un muro de óleo, no muy lejos de mi posición inicial. Dominick fue el primero en salir. Avanzaba con paso gallardo y decidido hacia nosotros, en medio de los vítores de la población. Era el recibimiento de un héroe.

Se detuvo un instante a unos pasos de nuestro pequeño trío y sonrió devastadoramente. 

- ¡Abuela!-exclamó con una gran sonrisa, abrazándola fuertemente. 

- ¡Querido mío!-exclamó la duquesa y por primera vez en toda mi vida, la escuché sollozar con una emoción que no conocía límites- ¡Al fin estás en casa, querido!

-¡Estoy en casa!-exclamó Dominick besando furiosamente las manos de la duquesa, haciéndola sonreír- ¡Déjame verte!- suspiró galantemente y agregó- ¿por qué sigue tan radiante, Su Excelencia?

- ¡Oh! ¡Muchacho!-le reprochó dulcemente- deja de ser adulador con esta anciana, y permite que te observe.

Dominick se erigió en su sitio y le sonrió cálidamente, antes de estrechar la mano de mi padre con cordialidad.

-Me alegra su llegada,  Su Excelencia- hizo una reverencia y agregó- En nombre del Parlamento británico, le doy la bienvenida a casa.-exclamó mi padre.

Dom lo contempló con expresión seria, borrando su sonrisa por completo.

-Gracias, Lord Deitmonth.

Dom se giró hacía la duquesa y agregó.

- ¿Pasé la inspección, Su Excelencia? ¡Estoy sano y salvo!-hizo un extraño saludo militar.

- ¡Sabía que cumplirías tu palabra!-exclamó enérgica y sonrió hacia mi padre con una ensayada cortesía - mandé a preparar un ligero refrigerio en casa para celebrar la llegada de Dominick, me encantaría que Lady Emma nos acompañara, espero que esté de acuerdo con mis planes.

Por primera vez en toda la conversación me atreví a dar un paso al frente y caminar hasta quedar muy cerca de Dominick, ignorando la respuesta de mi padre respecto a la petición de Helena.

Y sólo pude contener el aliento ante la intensidad de su mirada.

-Emma Deitmonth- exhaló Dominick con una voz ronca que demostraba alivio, anhelo y algo más que no podía identificar; pero que logró que me estremeciera de pies a cabeza.

Me sentí sumamente vulnerable. Era como si algo dentro de mí se destruyera. Mi escudo interno se había derrumbado casi por completo y todo con sólo una mirada suya; sin embargo, no podía sucumbir a mis instintos, no podía correr hasta donde él se encontraba y abrazarlo. La corrección, la decencia y el hecho de que estaba comprometida con otro hombre me lo impedían.

Así que fue inevitable que llorase, era como la gravedad, algo natural. Bajé la vista avergonzada por mostrar mis sentimientos de forma tan impropia; pero unos brazos me envolvieron rápidamente y de forma cálida. Reconocí ese aroma al instante, una extraña mezcla de jabón, masculinidad y limón, que siempre amé y que me causaban la sensación de estar en casa.

- ¡Oh! ¡Dominick!- sollocé incapaz de contener mis lágrimas- ¡Estás aquí!

-¡Emma, cariño, no llores, por favor!-susurró mientras acariciaba mi cabello y me daba ligeros besos sobre este- Ya estoy aquí, preciosa, y no voy a ir a ninguna parte.

- Tenía tanto... miedo... que jamás regreses vivo y... sano... y ...salvo- fui casi imposible hablar entre lágrimas, así que escondí mi rostro en su amplio y musculoso pecho.

-Lo único que ha mantenido vivo en ese infierno has sido tú-contestó Dominick mirándome a los ojos y agregó- he recorrido medio mundo para ver una vez más tus ojos y esta vez nada me va a separar de ti, lo prometo.

Y en el momento en que Dom se inclinó para que mi frente tocará la suya, sentí que estaba en graves problemas, yo no sólo me iba a casar con otro hombre, sino que estaba tontamente y perdidamente enamorada del apuesto e ingrato Duque de Devonshire.

Sin duda estaba metida en un gran lío.

Karito

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