(Dominick)
- ¿Dominick? ¿Estás bien?- la voz de Caroline interrumpió mi bruma.Habían pasado ya cuatro días desde el cumpleaños de la abuela. Mi cabeza explotaba.
- Estoy bien- medio gruñí.
Al otro lado de la puerta se escuchó un suspiro femenino.
- Asumo que continúas sin apetito.
- Asumes correctamente- contesté con la voz rasposa.
Caroline guardó silencio unos minutos y luego agregó.
- Vale- respondió dándose por vencida- llama si me necesitas.
No respondí. Traté de incorporarme; pero todo esfuerzo fue en vano, me encontraba demasiado ebrio como para coordinar a mi cerebro con el resto de mi cuerpo.
-¡Charles!- grité llamando al mayordomo.
Mi cabeza dio una vuelta mortal con el grito.
- ¡Chaaaarles!- grité más fuerte, aguantando la jaqueca.
Un hombre de edad vestido formalmente de frac, entró solícito en el estudio e hizo una reverencia.
- ¿Me llamaba, Su Excelencia?- preguntó con voz paciente.
- Eres el único que responde a ese nombre en esta casa, era evidente que me refería a ti- mascullé irónico.
El mayordomo disimuló una sonrisa.
- Pues debo contradecirlo, Su Excelencia- gruñí ante su estirada voz- hay dos lacayos, un jardinero y un repartidor que viven en la mansión y que responden también al nombre de Charles.
Fruncí el ceño ante su obvia diversión.
-¡ Estás despedido!- exclamé furioso.
Charles suspiró ruidosamente lo que me irritó en sobremanera.
- Es la tercera vez que me despide en este mes, Su Excelencia - exclamó cansinamente.
Resoplé, aquello era cierto.
- ¡Esta vez lo digo en serio!- exclamé.
Charles me miró con cansancio.
- Ha hecho que empaque mi equipaje más de siete veces veces desde que se convirtió en duque, Su Excelencia- sonrió con sorna- quizá ya no deba desempacar jamás.
Ignoré su comentario impertinente y añadí.
- Ayuda a levantarme- pedí extendiendo una mano.
El mayordomo observó mi mano extendida con recelo, y añadió.
- Con todo respeto, Su Excelencia, usted es mucho más corpulento que este pobre anciano, será mejor que llame a un par de lacayos, tal vez tres...- musitó y desapareció por la puerta.
Suspiré ruidosamente, ese hombre siempre me sacaba de quicio; sin embargo, era como un padre para mi.
Unos minutos después se escucharon unos pasos en el corredor y aparecieron tres jovencitos que hicieron una torpe reverencia.
- Estamos listos para conducirlo a sus habitaciones, Su Excelencia- anunció Charles.
Asentí, mientras observaba a los lacayos acercarse para ayudarme a incorporarme.
- Manda a prepararme un baño- musité con calma a Charles.
- Ya lo hice, Excelencia- respondió con una sonrisa de suficiencia.
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Protégeme
Ficção HistóricaANTES LLAMADA EL HÉROE Y YO. LA PRIMERA NOVELA DE LA TRILOGÍA PERTENECERNOS. En medio de la temporada londinense, y a pesar de sus casi veintitrés años, Lady Emma Deitmonth era considerada un éxito rotundo. Los hombres la deseaban, las jovencitas la...