Cuentos para el BingQiu

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Shen Qingqiu soltó un suspiro al desatar su cinturón, ahora que su vientre tomaba forma redonda, le era difícil utilizar los mismos cinturones anchos por lo que ahora estos se reducían unos centímetros en anchura, de igual forma le asfixiaban lo suficiente como para sentir que su piel picaba anunciando un escozor a causa de la rozadura entre el cinturón y sus túnicas.

Tomó asiento en la cama y observó sus pies, bueno al menos todavía podía verlos y todavía tenía permitido ese lujo de quitarse él mismo las botas antes de que su vientre le imposibilitara eso.

—Shizun ¿Qué cuento debería empezar a leer?

—¿De verdad vas a leer? —Qingqiu sonrió genuinamente ante un feliz Binghe.

—Este padre leerá para su hijo. —Afirmó tomando ambos libros.

Ambos se acomodaron en la cama, Luo Binghe auxilió a su esposo a quedar con la espalda apoyada sobre suaves cojines mientras esperaba por lo que él tomó asiento a su lado cubriendo bien las piernas ajenas. Abrió el primer libro y habló en voz suave.

—Heredero del mal, primera parte titulada; La creación de la semilla demoniaca.

Shen Qingqiu quiso reír y después llorar por tan cruel título del cuento, cubrió su boca con la mano y soltó una baja risa mientras negaba.

—¿Qué clase de cuento es ese? —Preguntó totalmente divertido.

—No tengo idea ¿debería seguir? —Binghe sostuvo el libro.

—Sigue, sigue, es un cuento para baobei por lo que el título tal vez es solo por diversión. —Posó sus manos sobre su vientre superficialmente ya que no alcanzaba su regazo.

—Bueno, este padre leerá. —Aclaró nuevamente.

Un gemido sofocado nació de la boca ahora goteante de saliva brillante; el gran maestro inmortal alzó el rostro intentado recuperar su postura, pero no lo logró. Sus rodillas temblaron débilmente sobre la suave superficie bajo él, primero apoyó las manos y después los codos quedando en cuatro.

—¡Luo Binghe! ¡No lo hagas! —Gimió Shen Qingqiu.

Pero era demasiado tarde, el hombre detrás de él ya había bajado sus pantalones situándose entre los valles nevados para abrir con sus propias manos aquellas montañas mostrando así la cueva al paraíso.

—¿Acaso te niegas ahora? ¿No fuiste tú quien me suplicó a venir aquí? —Binghe arqueó una ceja mientras que se mofaba de su maestro.

—¡No de esta forma! ¡Ingrato! —Gritó con los dientes apretados— ¡Estamos en la habitación de Liu Qingge! ¡Eres una bestia! —Escupió intentando levantarse pero dos bofetadas fuertes y dominantes sobre su trasero le hicieron caer de nuevo sobre sus brazos.

—¿No fue Shizun el que me sedujo hasta aquí con el pretexto de ver a tu ex amante? —Binghe exploró ágil la cueva húmeda con ayuda de sus dedos, primero rozando y después hundiéndolos hasta el fondo.

—¡Nunca! —Y Shen Qingqiu volvió a gemir cayendo por completo sobre la cama de su shidi.

—¡Para, para! —Shen Qingqiu alzó la mano, horrorizado— ¿Qué carajos acabo de oír?

El inmortal se sorprendió pero Binghe tenía una cara traviesa, la sonrisa fue natural cuando leyó aquella parte donde estaban comenzando a jugar en la habitación de Liu Qingge.

—Pero Shizun, ¿Por qué dejar de leer algo que es mi fantasía? —Mantuvo la sonrisa.

El nombrado negó, abochornado por aquello, pensaba que la locura de Binghe de hacerlo en el Pico Bai Zhan ya había pasado pero ahora no sabía que era peor, que la fantasía avivara nuevamente o saber que alguien había tenido el descaro de escribir aquello en la habitación de su amigo.

Pequeño loto blanco «BingQiu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora