Los budistas dicen que si conoces a alguien y tu corazón late con fuerza, tus manos tiemblan y tus rodillas se vuelven débiles, no es la persona indicada. Cuando tú conoces a tu alma gemela, sientes calma. Nada de ansiedad, nada de agitación. Pero yo simplemente creo que ninguno de ellos tuvo el doloroso placer de posar sus ojos en ella.
La primera vez que la vi, supe que había algo especial en ella. Me hizo sentir curiosidad en el mismo instante en el que sus ojos grises cansados se posaron en los míos, yo diría que incluso antes. Ella resaltaba entre todo el mundo, y no solo porque en ese momento su cabello fuera color lavanda, sino porque era diferente. Y eso lo sientes, claro que lo sientes.
Eran las tres de la mañana aproximada mente cuando la vi sentada por primera vez en el banco frente a mi apartamento. No había nadie a su alrededor, las calles estaban completamente vacías, pero a ella parecía no impórtale en absoluto. Escribía con los ojos llorosos en un pequeño cuaderno de forro negro mientras el ruido casi inexistente de los automóviles de los que vivían en la noche exploraban sus oídos, ajena a todo lo demás. Sin darme cuenta, ya había empezado a dar pasos hacia ella completamente hipnotizado, y cuando estuve lo suficiente mente cerca, paré en un rincón donde ella no me viera, sólo para admirarla.
Era hermosa, a su depresiva manera lo era, y a las personas hermosas hay que admirarlas como miras una obra de arte: contemplándolas con admiración y un poco de envidia. Tiempo después descubriría, que ella era eso; ella era arte.
Cuando levantó su borrosa vista de su cuaderno, pude observar su belleza en su totalidad. En ese momento comprendí que mis ojos no verían ninguna persona como ella, hecha del mismo material que deben hacerse los ángeles.
Su piel pálida y su cabello lavanda me dio la bienvenida, junto con sus ojos grisáceos que me envolvían con cada una de sus miradas. Cada choque de nuestros ojos era peligroso, algo peligroso de verdad. Pero adorable. Dios, tan adorable.
Tenía reposando en su pelo unas gafas de sol y yo me reí, pero no por lo ridícula que podían creer que era, sino por lo loca que estaba y me fascinaba.
La vi fijar sus ojos en mi y recoger todo al hacerlo, como si mi presencia le diera pánico. Yo me quedé estático observando sus contradictoriamente lentos movimientos como si ella fuera agua en medio del desierto; la única razón que me podría salvar. Simplemente no podía reaccionar al hecho de que se estaba yendo sin darme una oportunidad para acercarme a ella.
Cuando terminó de recoger sus cosas, sacó un pequeño paquete de cigarrillos, del cual, extrajo uno de ellos para después posarlo entre esos labios suyos que me parecían tan provocadora mente inocentes. Lo encendió y, para mi gran sorpresa, se acercó a mi.
Su cuerpo, no era menos precioso que su rostro, llevaba unos vaqueros negros estrangulándole sus pequeñas piernas, unas converse y una sudadera con el logo de una banda que no conocía, la cual le quedaba grande.
- Deja de mirarme. - me espetó y exhaló, echándome el humo del cigarrillo en la cara. No pude responder, la pequeña tos repentina me lo impedía, y ella enarcó una ceja esperando mi respuesta. - ¿Sabes hablar? - preguntó fría.
- La noche es de los poetas, las putas, y de los que mueren de amor. - le dije sintiéndome un completo idiota según mis palabras salían de mi boca. - ¿Quién eres tú?
- Soy la Luna. - dijo colocándose las oscuras gafas en sus ojos.
Y no lo comprendí en ese momento, pero lo comprendí después.
Ella era hermosa e inalcanzable, tan sola en medio de un millón de estrellas, y a la vez tan única. Y eso quizás fue lo que más rompió mi corazón, sabía que nunca encontraría a nadie más igual que ella.
- ¿Por qué?
- Tengo un lado oscuro que nadie ve. - replicó en un tono serio. Su aliento a tabaco y menta golpeaba mi rostro.
- Enséñamelo. - le pedí.
Y se marchó.
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Romantizm"Nothing feels better than being loved by someone that hates everyone." - L