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Mantenía los ojos cerrados y a tientas busqué con mi mano aquella presencia que últimamente me acompañaba por las mañanas. Pero no había nadie. Abrí los ojos lentamente, encontrándome con el techo de la habitación. Era extraño, que yo recuerde no había una lámpara de forma redonda colgando. Desvié mi vista hacia la derecha encontrándome con el closet donde usualmente veía una ventana... me levanté algo alarmada por aquella estancia.  Era tan diferente, los muros pintados de un verde claro, un escritorio más grande, mientras que la ventana estaba atrás de la cabecera de mi cama.

Mi habitación de Saitama.

 ¿Todo eso habría sido un sueño? Si, era lo más seguro, pero el equipaje sólo me dijo que no era así. Me levanté de mi cama con suma pereza, era temprano, lo sabía. En el escritorio estaba una libreta, la cual se había destinado a ser ese diario de mis recuerdos con él. Aún no me la creía, no quería aceptar que todo eso ya se había acabado. Cerré la libreta y la llevé a uno de los cajones de mi closet, lo guardé en lo más profundo, después de todo eran valiosas memorias. Aún en pijama, bajé las escaleras para dirigirme a la cocina, a pesar de que hace seis meses había dicho que quería regresar a casa ahora solo pedía por volver a Okinawa.

Mi madre estaba en la cocina, yo era una copia idéntica de ella, ambas con el cabello largo y del mismo color rosado, el mismo tono de piel salvo a diferencia de los ojos, los míos un verde jade y ella de ojos azul zafiro.

–Vaya madrugaste, pensé que bajarías más tarde – dijo mi madre volteándome a ver.

–Aunque no lo creas todos los días me levantaba temprano. –jalé la silla para sentarme, solté un suspiro y recargué mi cabeza en la mesa.

– ¿Qué ocurre Sakura?.

–Nada – susurré sin voltear a verla.

Mi madre colocó un plato en frente de mí y ella se sentó a mi lado.

– Gracias por la comida.

Comí despacio y sin prisas, mi madre sólo observaba cada detalle de mí, comenzaba a ser algo irritante, digo, era como si estuviera viendo comer a una estrella de cine.

–Mamá, ¿puedes dejar de verme? – Dije algo grosera – sabes que es molesto que se te queden viendo así.

–Lo siento – se burló – pero es que tenía tiempo sin verte, debes entenderme, además, has cambiado mucho.

–Si como no –dije retomando mi desayuno.

–Te ves más delgada, algo más bronceada y que decir del carácter, en verdad que cambiaste.

–Eso no es cierto, sigo siendo la misma.

–Seguro que ese Sasuke tiene algo que ver.

Sólo con nombrarlo todo se ensombreció. Era algo ilógico, ya nada tenía sentido, él a quien sabe cuántos kilómetros de distancia en ese lugar y yo aquí en mi casa siendo objeto de examinación de mi madre.

–No quiero hablar de eso.

– ¿En que quedaron? ¿Cortaron?.

–Eso no te incumbe.

Me levanté y llevé mi plato al lavadero, lo tallé como si tratara de eliminar todo lo que sentía. Mi madre permanecía en silencio y observándome atentamente, mientras que mi mente pedía a gritos calma mientras hacia un gran esfuerzo para no soltarme a llorar. Escuché que mi madre se levantaba y se dirigió a donde estaba yo, me abrazó y yo comencé dejé escapar las lágrimas que tanto luché por retener.

–Me da mucho gusto que hayas vuelto a casa pero, no me gusta verte así, triste– mi madre me sacó de la cocina y nos fuimos a sentar a la sala. – cuando llegaste nos pusimos muy felices por tu llegada, al fin veríamos de nuevo a nuestra adorada hija, pero cuando te vimos, tu mirada no era la misma. Era como si hubieras dejado algo muy importante allá, tu mirada estaba apagada y llena de tristeza. Llegamos a casa y ni siquiera te percataste del letrero que habíamos hecho para ti – mi madre señaló un gran letrero colorido que decía "Bienvenida a casa Sakura".

–Lo siento – susurré con la cabeza gacha.

–No tienes por qué disculparte, eres nuestra hija y nos preocupa que estés así. Tu padre hoy salió temprano con la excusa de que quería abrir temprano la tienda, pero la razón es porque no sabe cómo consolarte. 

–Sí.

 Pero eso realmente era poco.

– ¡Yo no pedí enamorarme, yo no quería porque sabía que esto iba a pasar, porque sabía que si regresaba iba a estar llorando como una estúpida!

–No debes de sentirte así, no digas que enamorase está mal. ¿Quedaron de verse?

–Sasuke estudia medicina, él es muy dedicado, iba dos años adelantado y siempre tomaba clases extra, a pesar de ser vacaciones él aún está estudiando – sonreí con nostalgia – aún no entiendo de donde sacaba tiempo para verme. Él quería estudiar en Tokio pero no quedó, así que continuo en Okinawa, pero no descansará hasta hacer su especialidad en Tokio.

– ¿Y de que te quejas? Tokio no está lejos de aquí.–Pero será un largo año, además... – desvié mi mirada avergonzada pues me carcomían los celos.

– ¿Temes que busque alguien mejor que tú? Fruncí los labios y cerré los ojos ante la idea.– ¿Cómo es él? Nunca me ensañaste una foto. – como llevaba mi celular conmigo, le mostré una de las tantas fotos que le obligué a tomarse conmigo. Antes de dársela a mamá, lo miré. Su porte arrogante que lo hacía ver tan bien, con aquella sonrisa ladina que sólo me volvía más loca y aquella mirada negra que me hacía perderme más en su asqueroso ser. Le tendí el celular a mi mamá y ella sonrió.

 – Sí que es guapo – yo la miré con odio fingido– vamos no me mires así, me hubiera gustado conocerlo.

–Seguro que lo terminarías odiando, aún no entiendo por qué me hace sentir así.

–Supongo que encontraste la horma de tu zapato – me tendió mi celular – recuerda que todo se rige a complementos y equilibrios. Tu padre es explosivo e impulsivo y yo soy serena y tranquila, lo que quiere decir que debe ser equilibrado.

–Pero Sasuke es orgulloso y yo también.

–Pero seguro más que tu – la miré asombrada... ¿Cómo es que sabe? por lo que me cuentas y por como luce en la foto es el clásico chico que no le teme a nada, orgulloso de quién es pero temeroso a que sepan que en el fondo es la persona más tierna.

¿Es que acaso mi madre es una bruja? Joder tan calladita que se ve.

–No pierdas la esperanza, si su deseo es verse de nuevo ten por seguro que sus caminos se volverán a juntar.

–Gracias mamá.

–De nada, ahora andando, tenemos que vernos con tu padre en un rato. 

Sin más nos apresuramos a recoger todo, nos bañamos y vestimos para ir con papá para llevarle algo de almorzar.



31 de marzo... 

No han pasado 24 horas y la distancia hace sus estragos... mi deseo, volver a verlo. 

Nunca pensé que echaría de menos su arrogante presencia.

El diario de mi corazón II: Saitama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora