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Todo era blanco, no sentía mi cuerpo, sentía una calidez, pero era una que se sentía tan solitaria. Tal vez esté muerta. Pero no creo, aún a lo lejos escucho voces, no sé de quién sean ni mucho menos lo que digan, era claro... estaba inconsciente.

Aún en este momento prefiero mil veces estar aquí... en donde nadie me dice nada, en donde nadie está molesto, un mundo en el que solamente estoy yo. Era la soledad, de la que muchas veces traté de escapar y sin querer la había llamada con mis acciones.

Aún no dejaba de atormentarme con todo aquello, tenía los ojos cerrados y los recuerdos buenos comenzaban a llegar, las sonrisas, las palabras, todo era hermoso. El deseo de estar con esa persona nuevamente, el querer ver su sonrisa, escuchar su voz, observar sus gestos, perderme en su mirada. Esto es a lo que le llaman el hoyo de la depresión. Quería regresar al pasado y estar más consiente de todo lo que hacía, decir muchas cosas que callé, como mi estado de ánimo, las ganas tremendas que tenía de verlo, las noches que lloraba porque me atormentaba por estar tan sola, mis problemas médicos y mis amistades. Cada que me veía trataba de que al menos me viera bien, que pensara que era una persona fuerte y autosuficiente.

Recuerdo cuando me salí de casa y me mudé a Tokio, al principio fue doloroso, no tener a mis padres cerca y no recibir un buen día o un bienvenido de nadie. Así sólo aprecié más aún el amor de mis padres. Traté de enfocarme más con mi trabajo, trataba de apretar mi agenda lo más posible para sólo llegar a mi casa a dormir y no sentir ese vacío. Y era algo que pocas personas veían. Siempre andaba con una sonrisa en la cara para evitar problemas y sobre todo que estuviera causando lastimas por ahí. Todo lo hacía con gusto aún si odiaba hacerlo. ¿Una vida conformista? Tal vez, pero era mejor así. Era la única forma de al menos soportar todo.

Pero la bomba explotó. Sí, pero no pensé que fuera de esta forma. Mis ojos pesaban, trataba de abrirlos pero no podía, mi cuerpo era igual, no podía mover ni un dedo. Comenzaba a desesperarme, quería gritar, pero todo era inútil. Aquella calidez que sentía al principio se convirtió en nada sólo dejando más vacío igual. Aquellas voces que escuchaba dejaron de oírse. Era como si estuviera un agujero negro, donde nada salía y nada se escuchaba, sentí pánico. Traté de calmarme pero el miedo me invadía, todo estaba perdido... todo lo había perdido, y así como llegó esto también el arrepentimiento.

No quería decir adiós a nadie, no quería irme sin al menos verlos por última vez, no quería irme sin al menos dar una explicación de lo que había pasado, al menos quería decir lo siento. Pero el tiempo seguía pasando y todavía era imposible para mí decir o hacer algo, pensé que lo único que me mantenía aún dentro de la esperanza de abrir los ojos era eso, decir esas palabras y querer ver a todos de nuevo.

Me preguntaba constantemente en cómo estaban mis padres, qué pensarían de mí, si estaban molestos, tristes o al menos orgullosos de lo que había sido. Mis amigos, todos ellos... al último llegó él y de nuevo todos sus recuerdos me bombardeaban una y otra vez, pero estaba vez fue extraño y diferente, porque su voz ya no se escuchaba, su rostro lo veía borroso en mis recuerdos... poco a poco lo estaba perdiendo, estaba perdiendo lo poco que tenía de él. ¿Eso estaba bien no? Recuerdo que me dijeron, que no era el fin del mundo... que siguiera adelante. Pero dolía y mucho, porque a eso importante que me ayudaba a por lo menos respirar se me estaba yendo al olvido. No había solución... me forzaba a recordar a esa persona que era mi vida, pero solo conseguía ver su espalda, de la discreta sonrisa dedicada solamente a mí, ya no había más .

Ese mundo temporal sentía que se nublaba y se sentía cada vez más frio.

Lo siento, en verdad que lo siento...


Esas palabras no sonaban en mi cabeza como muestra de mi dolor, esa voz no era yo diciendo eso, era una voz diferente y única. Había arrepentimiento, culpa, tristeza, enojo, esas palabras, esa voz tenía muchos sentimientos todos ellos tal vez dirigidos a alguien.

El diario de mi corazón II: Saitama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora