Capítulo 14 (antiguo 8)

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Aida

No podía dejar de reír, sin duda cambiar el ambiente aburrido de la fiesta fue lo mejor que se nos ocurrió a estos diablillos y a mi. Llevábamos bailando como locos varías canciones, agradecí que la gente no entendiera la letras de las canciones que sonaban en español, quería conservar mi trabajo.

Respiré profundamente y me alejé de los chicos que bailaban de forma animada con sus tíos, aprovechando para poder sentarme y descansar los pies que tanto me dolían. Agarré una copa llena de champagne y me lo bebí de golpe, estaba acalorada y cansada, tenía claro que ya no estaba preparada para estas cosas, me estaba haciendo vieja.

Deja vu de Shakira y Prince Royce sonaba por los altavoces; adoraba bailar, pero mis pies llevaban pidiendo a gritos que parara un buen rato. Saqué los pies doloridos de los zapatos haciendo una mueca a la vez que abría y cerraba los dedos intentando que la sangre volviera a fluir correctamente. Una sombra se colocó sobre mi lo que me hizo meter los pies dentro de los zapatos de golpe y levantar la cabeza encontrándome de morros con la última persona que esperaba ver tan cerca. 

— ¿Me concedería este baile, señorita Alonso?— Me sorprendí al encontrarme con Colton Fernsby estirando la mano en mi dirección.

— ¿Está usted bien?— pregunté sin poder evitarlo, lo que hizo que una de sus comisuras se levantara dándome una sonrisa torcida. 

— ¿Por qué no iba a estarlo, Aida?— preguntó con voz divertida sin retirar la mano extendida en mi dirección.

— Porque me esta invitando a bailar y usted, primero no hace estas cosas y segundo, , me odia.

— No la odio.

Dejé escapar una risa sarcástica.

— Permítame dudarlo.

Se limitó a reírse antes de agarrar mi mano y  arrastrarme a la pista de baile. Me pegó mucho a su cuerpo sorprendiéndome cuando empezó a bailar. ¿Cómo es que este hombre sabía bailar bachata?, era algo que sin duda alguna vez me esperé.

— Me sorprende señor Fernsby.

— ¿Ah sí? ¿ Cómo es eso, señorita Alonso?

— No esperaba que mi jefe supiera bailar este tipo de música, bueno en realidad no esperaba que usted bailará siquiera, tiene más pinta de ser de esos hombres que se quedan con un codo apoyado en la barra viendo al resto de la gente bailar. sinceramente.

— Soy toda una caja de sorpresas, Aida— Contestó en un susurro, sin apartar su mirada de la mía.

Me quedé mirando fijamente sus penetrantes ojos verdes, mientras seguíamos moviéndonos al compas de la música. Llegó un punto que me aislé y no sabía si estábamos solos o había más gente alrededor. No pude evitar cantar la canción en un susurro, algo que le hizo sonreír mientras se pegaba todavía más a mi.

— ¿Le han dicho alguna vez que es preciosa?— Volvió a susurrar, esta vez estando tan cera de mi cara que sentí su aliento golpeando mi boca.

Tragué saliva para intentar deshacer el nudo que se me había formado en la garganta, no sabía qué responder ¿por qué me hacía esto? Cuando la canción terminó, respiré hondo intentando calmarme, nos habíamos quedado parados en medio de la pista de baile; volví a la realidad y sentí la mirada de muchas personas puestas en mi, sentí el calor subir hasta mis mejillas.

— Yo... tengo que irme lo siento— Susurré separándome de él; me miró con el ceño fruncido, como si no entendiera lo que acababa de decirle.

Comencé a caminar rápido hacía la salida; podía escuchar como Colton me llamaba al igual que sus padres e hijos, pero no pude dejar de andar, cada vez más y más rápido hasta terminar corriendo para subirme al primer taxi que encontré. Intenté calmarme mientras llegaba a casa, los ojos me picaban por las lágrimas acumuladas ¿Qué narices había pasado?, no podía dejar que se repitiera, era mi maldito jefe,  lo último que necesitaba era perder mi trabajo o tener un problema por todo esto. 

Una vez llegué al apartamento cerré la puerta y me apoyé en esta, me quité los zapatos y caminé descalza por el pasillo. Respiré hondo y fui en busca de Loreto, pero solo me encontré una nota suya avisando de que había salido con unos compañeros del bufete de fiesta. Lancé los zapatos contra el suelo arrepintiéndome al instante, mis vecinos de abajo debían de odiarme. Me quité el vestido y lo lancé al cesto de la ropa sucia de mala gana antes de meterme en la ducha, abrí el grifo y suspiré en voz alta cuando el agua caliente empezó a caer por mi cuerpo; estaba tan caliente que acabaría provocando algún tipo de quemadura, pero no tenía la cabeza para pensar en ello. Las imágenes se repetían en mi cabeza como una película en bucle. Se me erizó la piel al recordar la cercanía de Colton y lo peor de todo, si no hubiera sido por ese momento de lucidez que tuve nos habríamos terminado besando.

No iba a negar que Colton estaba bueno, que digo, buenísimo; pero no era justificación para lo que había pasado o mejor dicho habría podido pasar. Era mi jefe y quería conservar mi trabajo, además de que no quería tener ningún tipo de problema y mucho menos con su prometida, era lo último que necesitaba.

Empecé a pensar en los últimos acercamientos que habíamos tenido y me di cuenta de que cada vez que tenía oportunidad, me acorralaba o terminábamos en una situación comprometedora que nunca llegaba a nada, pero podría acabar pasando cualquier cosa y era algo con lo que tenía que acabar.

Una niñera a la españolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora